Milei y el dilema de Brascó: guaranga confrontación o fina cooperación

Milei no ha comprendido lo complicado que es ser un buen ganador.

Milei y el dilema de Brascó: guaranga confrontación o fina cooperación

Por:Jaime Correas

"Si se trata de crear las condiciones favorables a grandes reformas, no se precisa tanto premiar a los ganadores como premiar a los perdedores. Para un gran político que procura establecer cambios de largo plazo, no es tan importante organizar la cooperación de los vencedores como organizar la cooperación de los derrotados."

Vicente Palermo, en: "Dos experiencias argentinas. El delicado equilibrio entre confrontación y cooperación", La Nación, 20 de setiembre de 2025

El polifacético Miguel Brascó fue uno de los notables de la cultura argentina. Se destacó como escritor, dibujante, editor, periodista, pero ante todo como sibarita. La comida y el vino fueron un territorio al que entraba con paso firme y voz tonante haciendo roncha. Era, como crítico, árbitro del gusto. Valía la pena escucharlo porque estaba dispuesto a desacralizar sus propias verdades. Fue pionero en el arte de recomendar vinos y para ello inventó una jerga sobre la que, como hombre sabio, advirtió después que no debía tomarse demasiado en serio. Le preguntó en la televisión a Manolo Mas, un protagonista de la vitivinicultura argentina, sobre el léxico en boga. El bodeguero no dudó en decirle que toda esa parafernalia vínica de "redondo en boca", "amable y elegante", "con dejos de arándano y pis de gato", etcétera, era una enorme impostura. Miguel asintió y confesó que él mismo había creado esa jerigonza insoportable. "El vino te gusta o no te gusta, tenés razón, Manolo, después muy pocos especialistas pueden recorrer sofisticaciones y detalles que no están a la mano del tomador medio". Puso de manifiesto el valor de las palabras.

Se puede leer en la charla con Mónica Albirzú para el libro "Miguel Brascó. Creo que soy poeta más que ninguna otra cosa" (2008): "-Alguien fino es una persona educada, que es contemporizadora con el otro, que es conviviente y no dice estupideces... más que nada, una persona conviviente... Así como un vino argentino es amable y se deja tomar, un tipo fino es amable y se deja acompañar.

-¿Usted es un tipo fino?

-Es una pregunta difícil. Mi madre me enseñó lo básico. En general trato de no ser guarango y si lo soy lo hago a propósito; pero si no me doy cuenta, me lo reprocho, y si puedo voy y pido disculpas... En el fondo hay una cierta inteligencia social y aunque a uno puede resultarle bobeta, los buenos modales son inteligentísimos".

La semana que pasó ha sido la peor del gobierno de Javier Milei. Después de la derrota en Provincia de Buenos Aires todo pareció terminar de desencajarse. Sería ingenuo atribuirle a ese revés electoral lo que está ocurriendo con el dólar, el riesgo país y los reveses parlamentarios. Hasta ahora la respuesta del oficialismo ha sido insuficiente, porque sigue sin darse cuenta de donde está el origen de los males. Cree, con ingenuidad, que es por el "riesgo kuka". Casi sin excepción, los economistas aluden a la confianza como el elemento que el gobierno se ha encargado de demoler con una impericia de gestión en diversos frentes que llega a abrumar. Sobre todo a quienes les gustaría que le vaya bien. Los que están en contra disfrutan. ¿Realmente Milei esperaba que el kirchnerismo y los sectores corporativos más jaqueados por sus políticas se quedaran quietos? Por eso es que hablar nomás de "riesgo kuka" es perder el tiempo. Tiene que mirar hacia sus entrañas. Y allí se encontrará con el debate entre lo fino y lo guarango que con sabiduría plantea Miguel Brascó ("En el fondo hay una cierta inteligencia social y aunque a uno puede resultarle bobeta, los buenos modales son inteligentísimos"). ¿Cómo quejarse de los reveses en el Congreso cuando se ha hecho todo lo posible para derruir a los aliados, concretos y potenciales? Y a la par se desataba una interna feroz en el gobierno que explica muchos de los desaguisados recientes. ¿Es CFK la culpable de esto? No puede ser peor el diagnóstico. Queda a las claras que no basta gritar y que el cuidado de los aliados es fundamental, antes de que sea tarde.

Milei no ha comprendido lo complicado que es ser un buen ganador. Porque una cosa es ser más o menos fino a la hora de aceptar una derrota. Pero una muy distinta es saber qué hacer con un triunfo. El kirchnerismo lo explicitó: "vamos por todo". Una guaranga de marca mayor que terminó en lo que terminó: híper corrupción y el país destruido una vez más al borde de la hiperinflación. ¿Qué hizo el mileismo con el triunfo? Lo contrario de lo que sugiere el filósofo Brascó. Lo de Milei no vale la pena repasarlo de nuevo, pero una buena síntesis es el "comprá, campeón" del ministro Caputo en referencia al dólar. ¿Cuál es el sentido de sobregirarse discursivamente y en las actitudes? Algo que el presidente hace de un modo innecesario y que evidentemente arrastra a algunos de sus funcionarios. Sin contar con los casos donde se investiga posible corrupción (Libra y audios) el resto de temas que han generado clima de desconfianza en el gobierno van del esperpéntico discurso de Davos para acá por un rosario de dichos y conductas innecesarias. Propias de la soberbia adolescente de una estudiantina pero no recomendable para un equipo de gobierno que debe conseguir confianza con sus decisiones, sus palabras y sus silencios. Como dice Brascó, "un tipo fino se deja acompañar". ¿Puede un presidente no ser fino? Claro, los resultados están a la vista.

Milei va rumbo a una elección nacional que tenía definida no hace tanto, más que por sus aciertos, que los tiene y muy significativos, como la caída de la inflación y el equilibrio fiscal, por la ausencia enfrente de una opción. Ese camino expedito le jugó una mala pasada y lo cebó. Pecó de unanimidad. Si pierde será una catástrofe para el país, porque quedará muy herido en su gobernabilidad. Con casi todo a medio hacer y muy debilitado. A eso aspira el peronismo que va reagrupándose a pesar de estar todavía muy enfrentado. Su ADN es de control del poder. Para Milei hay posibilidades de que los elementos que tienen a mal traer la economía no socaven del todo su gestión y logre llegar a fines de octubre con fuerzas para ganar. De ser así, nunca sabrá por cuánto más hubiera triunfado sin tantos errores. Ese éxito es posible sobre todo si hace buena elección en distritos clave como Córdoba y Santa Fe, pero también en el resto del interior que le dio el triunfo en 2023. En PBA nunca le fue bien. Una novedad fue CABA, donde avanzó. En Mendoza, merced a la estrategia que anudó con Alfredo Cornejo, tiene una elección promisoria. Entonces, la pregunta que surge es qué hará con un triunfo en la mano. Y ahí surge el dilema de saber ganar, de ser un buen ganador. Sobre todo porque en el deporte se triunfa y se recibe una copa que se disfruta mientras las luces del estadio se van apagando y cada uno se vuelve a su casa. En la política, el triunfo o la derrota son el pórtico, muy distinto por cierto, del paraíso o del infierno. Porque después de la elección hay que seguir.

En este sentido, ayer el pensador de la política Vicente "Tito" Palermo escribió un desafiante artículo en La Nación a fin de pensar no sólo la gobernabilidad sino la posibilidad de un futuro para el país. Apoyado en dos hechos históricos, el urquicismo y el proceso desde Alfonsín, pasando por Menem, que llevó a la Alianza, apela a la dialéctica entre confrontación y cooperación. Concluye: "Ninguno de los episodios narrados tuvo que ver con la noción de consensos como marco indispensable de la acción política. En ambos, a mi juicio, es patente que el primer paso, el que fue capaz de crear un marco, fue confrontativo. Pero la confrontación es necesaria para vencer y estar en condiciones de organizar la cooperación en el marco creado, no para reproducir indefinidamente la radicalización que torna la cooperación imposible. El episodio que nos es tan contemporáneo, el segundo (la Alianza), evidencia que si un líder quiere apuntalar, conferir sostenibilidad, alargar los tiempos de las políticas, es preciso en algún punto que la radicalización dé paso a la competencia en el centro, a la aceptación crítica de reformas que la oposición haga en parte suyas y en parte le permitan diferenciarse críticamente. En formas tanto como en contenidos, Milei enfila por un sendero completamente diferente, con la inestimable colaboración del kirchnerismo. Pero salir de esta trampa es apenas difícil, no imposible."

Imaginemos una utopía: Milei gana en octubre y en vez de derrochar horas y horas con el Gordo Dan y otros streamers vociferando insensateces le dedica igual energía y tiempo a escuchar a quienes, sin pensar como él necesariamente, quieren que de una vez por todas el país salga adelante. Después de tanta confrontación debe buscar el camino de la cooperación. Como escribió Palermo: "difícil, no imposible".