Milei ha tenido hasta hoy una contundente serie de aciertos en temas económicos, de seguridad, de desregulación, de política internacional, si se miran los resultados, pero también ha sumado infinidad de desaciertos.
El cráneo del caballito muerto es la casa de los pichones
"Al ímpetu reformista que hoy intenta exhibir el Gobierno parece faltarle una pata. El debate exige seriedad, mesura, profundidad y amplitud. Pero la próxima vez que el Presidente se reúna con gobernadores, sindicalistas o empresarios, tal vez alguien debería levantar la mano y hacer una pregunta simple: ¿no tendríamos que hablar también de educación?"
Luciano Román, La Nación, 6 de noviembre de 2025
Los grandes editores publican grandes libros. Pero también idean libros extraordinarios. El uruguayo Fernando Esteves es un gran editor que en 1999 tuvo una idea muy potente desde la editorial Alfaguara en Buenos Aires. Se hizo una consulta a casi un centenar de escritores y críticos para que eligieran los diez cuentos que consideraban los más sobresalientes de la Argentina. El resultado de la pesquisa fue "Los mejores cuentos argentinos", que contó con la edición del escritor Sergio Olguín. Sobre el filo del paso al nuevo milenio, la antología incluyó quince textos de los grandes nombres de la cuentística nacional, que habían sido los más votados. Entre otros, Rodolfo Walsh con "Esa mujer", Borges con "El Aleph", Cortázar con "Casa tomada", Roberto Arlt con "El jorobadito", Abelardo Castillo con "La madre de Ernesto" y Ricardo Piglia, con "Las actas del juicio".
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Entre los elegidos también figura el mendocino Antonio Di Benedetto con "Caballo en el salitral", una joya narrativa que lo ubicó entre los sobresalientes. El relato se inicia con el vuelo de un aeroplano que viene siguiendo en agosto de 1924 al tren que lleva a Mendoza al príncipe Humberto de Savoya, heredero del trono de Italia. Pedro Pascual es un lugareño que lo quiere ver. Va en su carreta tirada por un esforzado caballo y cargada con fardos de pasto para los animales. Se pasea por una zona desértica hasta que se desata una tormenta que lo lleva a guarecerse en unos matorrales. Allí lo fulmina un rayo y con su muerte desaparece toda mención humana en el cuento. Los personajes pasan a ser el paisaje, con especial atención a la flora, y los animales del desierto. Ese universo salvaje interactúa con el caballito que asiste al achicharramiento de su patrón por efecto de un rayo. Cargado con comida en la carreta que arrastra, el animal se interna en territorios desconocidos y hostiles. Allí conocerá el efímero amor de una yegua que es atacada y muerta por un animal feroz. Espantado, el macho sólo atina a huir sin hacer nada por ella. Diversas contingencias van llevando al caballo, cada vez más cansado, a internarse después de la lluvia en un territorio de salitre y de barro. Lo rodean animales del desierto que van acompañando el paso del tiempo. Al fin, el exhausto equino se hunde en la ciénaga de la salina y ya no puede moverse. Queda inmovilizado, pudiendo oler el alimento que porta mientras lo mortifica el hambre. Tiene detrás de sí la hierba que podría mitigar su ansiedad de alimentos, pero se va debilitando en esa cárcel a cielo abierto. Lo rodea la soledad. Con el paso de los días pierde tanto peso que su cadáver queda colgado de los palos donde va atado. Los fardos de la parte trasera hacen de contrapeso y la carreta se inclina hacia atrás hasta dejar colgado lo que queda del caballo de los palos a los que está sujeto. Ya sin vida comienza a degradarse. En una primavera futura una pareja de pájaros vuela buscando un lugar para que nazcan sus pichones. Di Benedetto remata con maestría esa situación donde la vida animal ha reemplazado a la humana sin que desaparezca el drama existencial. No hay personas, hay aves: "Sin embargo, la palomita del fresco plumaje pardo comprende que no podrá llegar con su carga de madre. Se lo revela, abajo, en medio de la tensa aridez del salitral, el carro que puede ser apoyo y refugio. Hace dos círculos en el aire, para descender. Zurea, para advertir al palomo que no la sigue. Pero el macho no se detiene y la familia se deshace. No importa, porque la madre ha encontrado nido hecho donde alumbrar sus huevos. Como una mano combada, para recibir el agua o la semilla, la cabeza invertida del caballito ciego acoge en el fondo a la dulcísima ave. Después, cuando se abran los huevos, será una caja de trinos."
El caballo muriéndose enterrado con un cargamento de comida detrás de sus ancas hace acordar al destino argentino. Todo por hacerse y el país va de naufragio en naufragio, sin poder desarrollar sus potencialidades. A su vez sus mejores cabezas parecen desertar, como el patrón quemado por el rayo en la tormenta, y las discusiones públicas se agotan en riñas de gallo inconducentes porque los protagonistas defienden intereses subalternos. Las diferentes corporaciones se han apropiado de todos los hilos y nada funciona bien. La política, con el sustento bastardo de la justicia, garantiza un funcionamiento que permite la subsistencia de lo malo y su incremento. Nunca la defensa del interés general. Es que la sociedad se ha estructurado bajo un entramado de intereses corporativos cuya tensión sostiene malamente a la Nación que marcha cada vez peor. Es ahí donde intervienen la política y la justicia para garantizar ese estado de cosas. De esa garantía devienen las dificultades para hacer cambios al statu quo. Vale la pena mirar la tarea que viene haciendo el ministro Federico Sturzenegger y la cantidad de trabas que han tenido sus acciones por ignotos jueces de cualquier lugar que actúan como último reaseguro de que nada se toque, porque ese sistema corporativo se autodefiende con ferocidad. También la tarea de Patricia Bullrich en seguridad, donde hay éxitos de gestión encomiables.
En ese contexto aparece una rara avis como Javier Milei que parte aguas y cambia la ubicación de los contendientes. Las fuerzas corporativas se reordenan para dar la batalla. El dato nuevo y nada menor es que han debido entrar a la batalla, cuando antes nadie los ponía en cuestión. El inefable Jorge Asís, luego de haber vaticinado para las últimas elecciones el triunfo del peronismo en todo el país y en la provincia de Buenos Aires, aseguró: "La construcción política de Milei fue ejemplar y tendría que ser estudiada en las universidades. Es el primer presidente en décadas que gobierna con la provincia de Buenos Aires en contra, no saluda a su vicepresidente, deja colgado al jefe de Gobierno de CABA, dice lo que dice de los medios y los ensobrados y mandriles, masacra a todo el mundo. Tiene suerte y tiene carisma."
Lo cierto es que Milei ha tenido hasta hoy una contundente serie de aciertos en temas económicos, de seguridad, de desregulación, de política internacional, si se miran los resultados, pero también ha sumado infinidad de desaciertos que impiden saber cómo sería su presente si además de acertar no hubiera pifiado tanto. Lo cierto es que como en el caso de la mamá paloma del cuento de Di Benedetto, la Argentina vive después de muchas carretas atascadas en el salitral un inicio posible de renacimiento. El país ha sido un muerto vivo, donde casi nada anda bien y donde los malos se han cansado de ganar. El fin del relato debedenettiano es muy sugestivo porque vaticina que si los huevos llegan a término habrá trinos. Algo similar pasa en la Argentina, si empiezan a cambiar muchos de los mecanismos perversos que han llevado a la decadencia, se necesitará de las mejores voluntades para defender el interés general de la resistencia de quienes están perdiendo terreno. Y lo saben. Sobre la base del indudable cambio que el inesperado ascenso de Milei ha producido se pueden montar distintos dispositivos de gestión. Uno autorreferencial, que fue el que marcó lo peor del mandato del presidente, sobre todo en el segundo año de gobierno. Otro que apunte a la colaboración, que es el sugerido originalmente por quienes querían ayudar a Milei mientras él se aislaba hundiéndose en el barro y que hoy también le han recetado los Estados Unidos, a través de funcionarios como Scott Bessent. En ese modo colaborativo debería haber espacio para la intervención y valorización incluso de pensamientos que parecen chocar con la actual gestión.
Un gran laboratorio para experimentar ese modo inédito de hacer las cosas es la educación. Con su habitual agudeza y lucidez lo advirtió Luciano Román en "La Nación" hace unos días. Cuando se habla del tema todos parecen coincidir en que la columna educativa debería ser el soporte de muchos mejoramientos. El mejoramiento institucional, los cambios en la Justicia y en la política, el necesario proceso de reformas para que la escuela eduque para el trabajo, la fortificación del tan ansiado mercado y la lista podría seguir al infinito. Para eso la operación que se necesita es de alta intensidad, como la que tuvieron otros países en el planeta. El propio Milei lo sintetizó en San Juan cuando se lanzó el plan nacional de alfabetización: "La educación es el principal motor del crecimiento económico de la historia... Cuando la raíz está podrida, el fruto del árbol es malo. Por eso digo que el analfabetismo es a la educación y al desarrollo del capital humano lo que la inflación es a la economía". Para que esto sea así la gesta educativa tiene que ser encabezada por el propio presidente, con la misma energía con que encabeza lo económico. Y si Milei realmente cree que es el principal motor de crecimiento económico no puede dejarlo en un tercer nivel de importancia como está hoy. Con muy poco podría dar señales a la sociedad de que ha hecho carne la tragedia educativa y que se va a poner a la cabeza para liderar el cambio. Para eso tiene que hacer un ejercicio clave. Un discurso como el que dijo en San Juan no tiene que ser lo que circunstancialmente lee porque otros se lo han escrito. Debería ser el discurso que él mismo podría escribir porque ha estudiado y ha internalizado esos principios. En el siglo XIX lo hizo Sarmiento y cambió la historia del país. El siglo XXI espera un presidente que se ponga al hombro la educación y la lleve a buen puerto. Podría ser Milei si depone muchos de sus prejuicios y se atreve a pensar en una sintonía más amplia que la visión que ha mostrado hasta ahora para lo educativo. Sobre todo en su financiamiento. Y del lado de quienes tienen herramientas para ayudar al país se requiere que también venzan prejuicios con respecto a Milei. Alguien tiene que contrapesar a los trogloditas que órbita a Milei en la llamada "batalla cultural". Y eso se hace interviniendo en la deliberación pública no desde enfrente, sino desde adentro. No participando del gobierno, sino alimentándolo de ideas razonables. Lo que está en juego es muy delicado para dejarlo en manos medievales. Se trata de tomar el discurso y aportarle las acciones necesarias. Hay mucha palabra y poca gestión. Si no, la Argentina seguirá esperando que aparezca ese presidente que sea sensible al piar de los pichones en el cráneo del caballito ciego en el desierto. Alguien que esté dispuesto a hacer la compleja operación que se requiere para que sobrevivan y remonten vuelo. Como está el país, esos polluelos están condenados a la ignorancia. No se advierte que haya conciencia de la urgencia que tiene abordar la tragedia educativa. Quien se atreva a enfrentar con efectividad a las corporaciones que están tranquilas y quieren que todo siga igual ganará la batalla cultural en serio. La que pulverice esa ignorancia.



