1/Che. Acabo de llegar. Y te voy a contar una de película. Te la voy a resumir porque esta es una historia que empieza al final del trayecto, y resultó larga. En fin... Cuestión que yo salí de Santiago del Estero a las 0.20 del pasado día viernes. Apenas arrancaba el viernes ¿se entiende, o no? Me trasladaba desde la madre de ciudades en dirección a la ciudad de Mendoza, y el bondi fue parando en distintas terminales. A veces entraba en capitales de provincias para buscar más pasajeros o para que se bajaran los que llegaban a destino. Pero, otras veces, no solo a las capitales entraba el bondi, sino además lo hacía en las cabeceras importantes de provincias. Por ejemplo, salimos de Santiago del Estero -como te decía- a las 0.20 del viernes, y por la hora yo ahí nomás me quedé dormido en el asiento que me correspondía, 64 al final del pasillo recuerdo. Y para matar el tiempo yo tenía abierto un libro que leía sobre mis faldas que te quiero mostrar cuando nos veamos. Se trata de la narrativa completa (sin "los ñaupas") de una narradora santiagueña que se llama Clementina Rosa Quenel, y escribe como Borges; si se me permite la comparación, que para algunos puede sonar algo exagerada. En fin, me quedé mosca de tristeza y ya de madrugada había sollozado con el cuento La luna negra, de dicha autora, y se me fueron cerrando los ojos y entré en la ensoñación. De ahí en más no sé dónde paramos. Pero, me desperté, yo lo recuerdo por el cartel, en la terminal de Río Cuarto. Después paró en Córdoba Capital y luego paró en Sampacho. Paró en Villa Mercedes y paró en San Luis y paró en La Paz y se metió a La Paz y salió de La Paz y se metió a San Martín y salió de San Martín. Finalmente debió encarar para la terminal de ómnibus de Mendoza Capital.
2/Ese hubiera sido el recorrido normal de un viajazo en bondi de 18 horas de Santiago del Estero a la provincia, porque no hay tren y tampoco hay avión directo. En el caso de avión solo se puede hacer combinación con Capital Federal, y de ahí hacer una escala para salir en otro vuelo a Santiago del Estero desde Aeroparque. En fin, que no queda otra ¡porque no hay otra! Pero, en San Luis -te la resumo, ahora sí- a la hora 13 o a la hora 15 -no lo sé bien porque había mucho sol y hacía calor y el aire estaba espeso- se rompió el bondi. En plena serranía de San Luis levantó temperatura el motor y no hubo caso. El bondi nos traía sin problemas desde Santiago del Estero y nos faltaban apenas unas horas para llegar. Y la unidad no funcionó más. Qué sé yo, estaba hasta la pija de gente la unidad; y entre que el chofer y el otro chofer acompañante se comunicaban con un mecánico por teléfono para resolver el problema de la unidad, la gente del bondi ya estaba re caliente. Podrida por el calor y la falta de agua. Entonces me puse a calmar los ánimos como si fuera un preceptor de escuela secundaria. Y hasta di cortos sermones que trataron sobre la paciencia y la comprensión. Podría decir que me dediqué a calmar las bravuras y decirles a los demorados bravucones que esto que nos había ocurrido representaba tan solo un accidente menor, y que pensaran que podríamos haber chocado contra una camioneta u otro bondi de frente y que podría haber muertos tirados en la ruta y ensangrentados estaríamos esperando al mecánico y a las ambulancias. Pero no, ¡estamos vivos! Les dije con la vehemencia de un resucitado. Yo aplacaba los ánimos. Pero al rato oí que ingresaban en una locura de ansiedad espiralada que aumentaba segundo a segundo y que íbamos a entrar todos en esa, porque se sabe: la ansiedad es contagiosa.
3/Todo se hacía lento y había que tener mucha, pero muchísima paciencia. Primero, paciencia para que llegase el mecánico y viera lo que fuera le hubiese sucedido al motor del colectivo, y de ahí ver si lo arreglaría y luego si funcionaría. Y, en caso negativo, dijo el chofer, buscar otra unidad disponible que nos debería proveer la empresa de colectivos. Así nos dijo el chofer que rezaba el protocolo. Pero, nos dijo también, que justo, nos había tocado día viernes, y que los viernes las rutas del país saben estar al palo de bondis llenos. Entonces pensé, con esas aclaraciones que hizo el chofer tan bien detalladas y que casi no requerían repregunta, que otra unidad vacía iba a ser muy difícil de conseguir. Los hechos estaban dados, el mazo de cartas repartido y la perinola dando vueltas infinitas. El tiempo era el gran tema de ese quedo y por qué no decir el gran tema que toca este relato, el tiempo de espera, o la espera infinita en una ruta en el desierto. Pensé lo peor (no llegaríamos jamás de los jamases) aunque así rezara el protocolo y el pobre hombre que conducía repitiera y repitiera la normativa ante los reclamos de los pasajeros furiosos por el calor y por la sed. Yo, me quería ir de esa alucinación en la ruta.
4/El baño del bondi a los quince minutos de pararse ya era una inmundicia. El calor licuaba la hediondez. El bondi venía a pleno de viejas y de viejos y minas con sus hijos chicos moqueando globos verdes; y algunos hombres del norte que iban a trabajar de golondrinas a lejanos sitios de su residencia, esperaban incaicos al costado de la ruta con sus cuerpos inmutables. Los que se quejaban eran blancos y gente de bien, pero venida muy a menos, y por cierto con muy malos modales y muchísima falta de educación, y de paciencia, le agregaría. Estábamos en el medio de la nada y parecía Arabia Saudita esa serranía puntana. Me hice el choto como a perro que se lo están culiando y puse la aplicación del teléfono. Le clavé el dedo y salió el número 87 mil pesos argentinos. El precio del viaje de esa nada hasta mi propia nada salía eso, 87 mil pesos argentinos, en nuestra moneda nacional. Ahora la gente está en su peor momento en la ruta. Y ven alejarme del bondi hacia el coche que paró en mi rescate. Se me prendieron como garrapatas un peruano y una vieja para que los llevara. Te pagamos lo que sea, dijeron. Querían compartir el gasto y yo acepté, pero, con la única condición que nadie se quejara. Que a partir de este momento -Usted señora está secuestrada por un peruano y dos sanjuaninos- le dije cuando se comunicaba en el viaje con la sobrina.
5/Nuri, así dijo la señora que se llamaba, emitió unos comentarios despectivos y se rió. Íbamos los cuatro en el auto por la ruta y me di vuelta, porque yo estaba en el asiento del acompañante del conductor; y ella, Nuri, iba atrás mío con el peruano comiendo unas galletitas de coco. La miraba por el espejo retrovisor a la vieja. El viaje fue hermoso con ella y el peruano y el sanjuanino conductor. De la rotura del bondi la vieja le echó la culpa al Papa anterior y se mostró con sus dichos una antiperonista típica que sacaba temas que nadie le había preguntado, endilgándole no sé qué cosas a no sé quién, de ese pensamiento, de esa filosofía.
"Usted señora quédese calladita que acá el que le salvó la vida es un sanjuanino peronista", le dijo el conductor, volcando su cabeza hacia atrás.
6/La vieja desde ahí lo empezó a amar (me amó a mí también) "Amar al peronismo es lo que yo quería en mi vida desde chica", largó la vieja pícara, viuda de un húngaro, que según nos relató por el camino había sido echado de su trabajo por el mismísimo Perón. ¡No se lo creyó ni ella! Y dijo que ella venía de una familia antiperonista, y que por eso la teníamos que entender. ¡Mentirosa la vieja de ochenta y pico de años! ¿Y el peruano? Cagándose de risa. El peruano vivía en Córdoba y venía a pasar el fin de semana con unos peruanos amigos, y le escuché decir que laburaba en la construcción. Bueno: hablamos de Perú y hablamos de novias y hablamos de Trujillo, de donde era originario el hombre. Y también conversamos en el viaje de la importancia de Trujillo en el Perú y de su vinculación con el mar. Sendero Luminoso, el Tahuantinsuyo, Fujimori y la selva amazónica peruana de Iquitos, de donde afirmó el peruano que procedía su esposa de nacimiento. Perú, nuestro tótem virreinal. ¿Estuve tres horas hablando con gente que me mentía?
7/El sanjuanino que manejaba era un gordo moreno muy pero muy parecido a mi tío de cuando mi tío era joven y gordo y moreno, hasta que se murió canoso. Y yo les dije a los de atrás que no se preocuparan porque adelante iban dos sanjuaninos al volante. Los vi sosegados a los tres, pero el sanjuanino que conducía no daba más de risa. Y tal vez el conductor por respeto se contuvo varias veces porque noté que se tragó sus carcajadas. El viaje duró tres horas y llegamos a destino y el peruano por gratitud extendió su mano y me metió un porro armado al bolsillo de mi campera en señal de agradecimiento. La vieja no cazaba una, pero, se la invitó a bajarse un rato a fumar el porro luego de la travesía. La vieja no quiso, haciendo un "no no no" con el dedo índice, pero agradeció la atención que tuve de invitarla, y se fueron: el sanjuanino al volante con el peruano atrás y la vieja sentada al lado del peruano hasta la terminal de ómnibus de la ciudad capital de Mendoza.
8/Entré a mi departamento cansado pero contento. Me hice unos mates. Y pasaron los días. Una semana exactamente. Yo decidí venirme a la montaña a pasarla con un amigo y su familia, religiosos ellos y de buen corazón, y compartir el fin de semana largo. Las moscas revolotean sobre las migas del pan. Hay restos de comida en el tablón. Todos se han ido a caminar para bajar la comilona y hacer la digestión. Los cuchillos han quedado al sol. Se derrite la grasa de la carne. Se hace gota viscosa blanca amarillenta; y las moscas sobrevuelan los tres chorizos que quedaron de sobra como si fueran veinte helicópteros. Estamos en la post bacanal del último día. La obra de la iglesia se muestra en el pueblo esta tarde, porque hay un evento para sus fieles, y estos, han hecho un gran muñeco de papel que irán a quemar. El muñeco me han dicho tiene la cara de un monstruo de dos cabezas pero con una sola cara. Allá se han ido todos los comensales a meter. Resbalosa la grasa en los tenedores ha quedado al sol. El mantel ha sido tomado por insectos y miles de hormigas peregrinan hacia el pan duro. Los pájaros cantan. A cualquier hora son de cantar las calandrias y otros pájaros sin nombre que yo ahora mismo desconozco.
9/Como hombre de la ciudad veo costumbres que no son las que practicamos en la ciudad. Por el momento, con el golondrina tucumano que vino a ralear duraznos a la finca de Bruschetti, no he vuelto a tener contacto. El tipo quería llegar a la finca donde había sido empleado. Allí iría a hacer la temporada hasta marzo. El tucumano no habla con claridad pero logré entender que hacia la zafra, la caña de azúcar y que ahora en Tucumán no había trabajo. Tiene evidentes problemas en la dicción y cierta tara que le impide hacerse entender. Nos conocimos en la puerta de la terminal de ómnibus de Tunuyán, en la calle. Sin saberlo, los dos íbamos al mismo sitio en la montaña: Agua Amarga, pero él iba a una finca y yo a otra contigua a 5 kilómetros de la de él. En medio de todo esto que cuento, le avisan al escribiente que se le ha muerto su madre. Hace dos meses le dicen que está muerta, definitivamente, y es cierto, porque ya había muerto en otro texto que se supo escribir con mucha melancolía sobre ella, para ir despidiéndola. El escribiente deja de escribir y se hunde. Recuerda. Revisa algunas fotos donde sale él con ella cuando niño y en sus brazos apretado. Y se olvida de todo. Y de todos. Y se hunde en el duelo de la ruta. Recordó "Teoría de la novela" de Rodolfo Fogwill y se hundió otra vez en el relato, y luego vio la película de Luchino Visconti, "el extranjero", basada en la novela de Camus. Y todo todo coincidía, como si aquello leído en Fogwill y visto en Luchino Visconti hubiera sido profetizado por un tucumano y un peruano.



