Crónicas del subsuelo: Rigor Mortis

Crónicas del subsuelo: Rigor Mortis

Por:Marcelo Padilla

Si las olas iban o venían era un problema del mar, no mío. Las olas iban a mil quinientos kilómetros por hora, pegaron la vuelta arrastrando todo a su paso. En su obligado retorno demolieron casas y canales, torres y construcciones arquitectónicas de diversas tradiciones artísticas de por lo menos cinco civilizaciones conocidas.

Colosales columnas góticas estiradas hacia el cielo tapaban, hasta ayer, el titilar de las pocas estrellas que la noche dejaba. Cementerios de finísimas piedras flamencas desaparecieron por completo luego la arena cediera. Con gravedad pasmosa caerían hasta el fondo del océano y, seguramente -es lo que pretendería cualquier cálculo humano- en su hallazgo milenario: testimonios de nuestras últimas ruinas.

Tampoco resistió el Pantocrátor erguido en la duna ciega donde se veneraba al kratos superior, gobernante del cielo y de los mares; y a la diosa de las piedras marinas en el Ábside abovedado del presbiterio. Un minón según los oráculos que pude consultar. Excelentes tetas verdemar, culo regordete moldeado a mano en mármol blanco velado por pinceladas espasmódicas en túnicas ocres.

La diosa era un minón. Pero, a nadie le estaba permitido mirarla fijo ni decirle ni mu. ¡Quién sabe! Uno intentando comprender la catástrofe por la física y la meteorología. No vaya a ser que porque alguien le estuvo mirando el mármol a la diosa... en fin.

Si el Leviatán no hubiera recaído la noche anterior ¡quién te dice! Tal vez las cortinas le habrían servido de auxilio para amarrarse a toda esa familia que voló impulsada por el viento.

El agua, por los aires

A mí lo que me afectó fue perder el encendedor. Ahora prendo mis puchos con fosforitos y de la caja de 222 patitos me quedan 7, pero no en fila. Y no pienso dejar de fumar por más que haya desaparecido de la faz de la tierra toda la ciudad con sus tachitos ecológicos.

Yo me salvé... ¡pechito brodaaa! Lo siento, llegó el momento tan ansiado para la frase: "........................" ¡Me salvé por vivir en la pensión! ¡La gente de los balcones la tiene adentro! Al agua digo. No vayan a pensar mal. No quedó nada, ni siquiera una palita o un tachito, ni un rastrillo incrustado en la arena, ¡nada! Ni tan siquiera los balcones.

No da preguntar por el paradero de Horacio Matusalén ¿se entiende?

A lo que tuvo vida, a todo lo que asumiera un rasgo humano se lo llevó el agua. Los tiritamientos apenas bajó la temperatura estuvieron a la orden del día. "Al que tirita dios lo ayuda", dije pa mis adentros.

Los ventiladores quedaron de pie vaya a saber por qué razón de la física, o de la suerte, si es que razón alguna tiene la suerte ¡Seguían moviendo sus aspas como si no hubiera ocurrido nada! La Casa del Puente apareció en Costa de Marfil, informaron medios africanos. Lo que empezó como un problemita local de una cloaca taponadísima terminó en la boca del mundo entero. Por cierto ¡la cloaca no daba más! Su depósito había acumulado cien millones de kilos de mierda.

¡Es muchísimo!

Yo no sé cómo lo tipos del hospedaje no lo pudieron prever. Si tenés tu propia cloaca con la boca abierta las 24 horas no podés esperar sucedan cosas buenas. Y ojo que lo digo sin ver. Pero sobre todo sin saber absolutamente nada de plomería, ni de caños, ni de cloacas. Un poco de sentido común nomás ¿O no?

Seguramente me equivoque y este cataclismo haya estado en la mente de un dios maligno, un tumor enquistado en el vientre de la especie. Y sea de ese dios que ocurriese lo que aquí se cuenta: manchas en el cielo, mendrugos músculos rosados, carnada para que piquen los infelices bajo el agua, desesperadamente espumosa en el tembladeral del acontecimiento climático.

Ciertas teorías escatológicas se podrán elucubrar donde estudian estos temas: las universidades, las pagodas, los conventos. Habrá que estar atento al comunicado n° 1. Tengo papel y lápiz. Las manos listas para empezar cuando digan, así tomo nota de todo lo que se dice sin ser visto.

Practico con la mano derecha tirar en una bolsita de nylon el paquetito de puchos arrugado. Además, también con la derecha tiro la yerba vieja, para tener yerba seca si sale el sol. Me encanta tirar con la derecha para tener. Así entreno mis quehaceres de pensión. El pensionado tiene que saber tirar con las dos manos, escuché una vez. En casa de pensión yo nací, pero después me enteré de otras cosas y decidí nacer en un manicomio, por segunda vez. Por lo cual, se habrán dado cuenta a esta altura, quien escribe, está muerto. Se los vengo diciendo hace rato.

Solo para recordarle al lector desprevenido que un muerto cuenta lo que un vivo no puede o no se anima. Solo al muerto le queda lengua. Deriva de la lengua un filoso encantamiento, el del panteón siniestro enterrado a mil millas dentro del mar.

En pensión y soledad se aprende a morir, pero también a vivir. A desarrollar habilidades que jamás hubieras imaginado en la mansión de tu familia. Las habilidades heredadas tampoco sirven en estos casos. Entonces, te haces de abajo de vuelta.

Viviendo de arriba las cosas son más fáciles por un tiempo, unos años, tal vez 50 años. Pero llega un día. El día mismo en diferentes pliegues les llega a todos. ¡No saben lo que se pierden!

Los quisiera ver con la mano cambiada tirar algo en una bolsita de nylon a ver si la embocan. Tal vez por la suerte del principiante metan una, pero es la vida misma de probar y embocar 24 de 100 intentos. Esa es mi marca. Me hice experto y de abajo. Tiro con las dos manos a la hora que se me da la lengua. No tengo que pedirle opinión ni parecer a nadie sobre cómo uso la lengua y para qué. Tampoco es bueno para el pensionado que se sepa. Sobre la vida del pensionado se han tejido ya, demasiadas teorías, atropelladas hipótesis, aburridísimas y cofrádicas argumentaciones. Explican, sentencian.

Por las dudas al pensionado no se lo deja participar en nada, no vaya a ser...

...es que el pensionado ha nacido para constituirse en depósito de toda la mierda social que salpican los que se muestran como se muestran. No es más que una gran fantasía. Les sirve de telón para justificarse. Eran mejores con sus máscaras.

Por favor, vuelvan a las máscaras, esto es una obra de teatro de Bizancio.

¡Al pensionado se lo respeta! A su silencio y a las formas que crea para con la lengua hacer lo que se le dé en gana.

Para exigirme, a veces apago la luz y en plena oscuridad emboco. La oscuridad puede ser un buen ámbito de aprendizaje. Son pasitos para llegar al meollo del mausoleo. A medida que uno está a oscuras se ve mejor. Agudiza la vista. Huele con los ojos que no ven y emboca anillos, collares, cerbatanas. Chucherías de camposanto nomás.

¡Mirá lo que se pierden los que no pueden vivir en la pensión!

Aquí, mal que mal la pasamos bien. Por lo menos un par de paredes de block jesuita nos separan a los pensionados de los que van camino a la putrefacción sin saberlo. A nosotros no nos jode nadie en verdad. La de la habitación 5 se cruza a la habitación 7 donde vive el mozo del bar. Cuando ella gime, y él le pega cachetadas en las nalgas, se escucha todo. Yo, levanto el volumen de mis tangos.

"Turbio fondeadero donde van a recalar", tarareo, en Nieblas del Riachuelo.

Un verdadero asco es el baño. Pero, si al menos tenés un baño cuando nadie lo tiene porque desapareció la ciudad y con ella todos los baños, empezás a valorarlo como si fueras un príncipe. Y dado lo ocurrido ¡me siento el príncipe de la pensión! Porque en esta piecita gobierno yo, y nadie más que yo. Sea pensión incompleta y todo ¡mando yo! Y donde etcétera, se escribe como se le antoje al que quiera escribir lo que se le de la real lengua.

De todas maneras lo he conversado con los tipos del diccionario. Conviene que siga en la piecita. No vaya a ser que vengan los desesperados ahora pidiendo un lugarcito. Aunque tengo para costear lo que me sale por día la pensión, raleo las monedas. Es fácil la cuenta. Tengo yunques, y aquí el yunque vale doble.

De la pieza del mozo del bar, no le conozco su nombre, lo bautizaré sobre esta piedra Rigor Mortis, se filtra una canción que no termina nunca. Es la misma canción que suena una y otra vez en tirabuzón. Es una canción romanticona. El tema no es la canción sino su persistente infiltramiento en mis oídos. Me siento infiltrado por el tirabuzón de Rigor Mortis: preferiría sentirme infiltrado por la jovencita de la 5, que no pone canciones. Al menos cuando yo estoy en mi habitación y ella está en la suya no escucho me llegue tonalidad alguna de la habitación 5. Solo recuerdo su rostro: una vez me la crucé en las escaleras alemanas y tenía el pelo rojo, la cara blanca, mustia.

Rigor Mortis más morochón, tirando a indio de conglomerado E. Yo ¿lo que es yo? Supongo, ojo, yo supongo: el indio se la come. Pero ese es otro cantar que solo alimenta al mundillo del espectáculo de las pensiones. Esa ya la conozco, no quiero enviborarme, tenemos bastante con la catástrofe. Ahora, vienen a visitarnos a cada rato. Toda una señal, un indicador.