Crónicas del subsuelo: Los audios de Monique

Crónicas del subsuelo: Los audios de Monique

Por:Marcelo Padilla

Monique no se ha comunicado anoche. Lo hace cada tanto sin esperar nada. Igual le contesto poco menos que ella sin esperar tampoco… nada. Hace unos días le propuse escucharnos la voz. Por guasap nos mandamos audios cortos, de 23, 25 segundos. No podemos entendernos por el idioma. Monique es holandesa pero vive al sur de Roma hace años luego de peregrinar por Tanzania, Kenia, Egipto y otros países africanos trabajando para diferentes organizaciones internacionales en el aprovechamiento del agua. Se sabe, los holandeses viven en un país del tamaño de Tucumán, pero fue Imperio con el puerto Rotterdam, en la ciudad los nazis bombardearon todas las casas. Rotterdam se tuvo que hacer de nuevo como muchas ciudades europeas. Pero como son parte de la nobleza del histórico Imperio… lo hicieron. Expertos en el uso del agua, construyendo sobre el agua. Una forma de expansión, un modelo específico de expansión y conquista.

Tucumán no. Cuanto menos Tucumán es el recuerdo de las fumigaciones en la selva durante la dictadura, después Palito y nada más trascendente que la pasión por el fútbol de los tucumanos. Hace años que no voy a Tucumán, debería ir. Pero basta de Tucumán que no viene a cuento. El cuento es que Monique me habla ahora a través de audios cortos y yo se los respondo en castellano, siempre, porque ya no recuerdo -ni quiero hacerlo- lo poco que aprendí cuando vivimos a fines del año 90 en Wageningen, un pueblito al sur de Ámsterdam, silencioso, con bares y refugios donde nos juntábamos con exiliados chilenos, venezolanos y peruanos a tomar whisky y ron hasta el amanecer, leyendo unas proclamas medio guerrilleras, digo medio porque ya estábamos en pedo festejando poder juntarnos al menos en algún escondite, luego de la caída del muro, y brindar por la Alemania Oriental.

De ahí a Ámsterdam era una hora y pico en auto. Y a dedo era gratis porque siempre te segundeaban los holandeses bajo la lluvia o la niebla para llevarte a la ciudad donde me las rebuscaba vendiéndoles baratijas a los punk y okupas en la calle. Si bien no nos entendemos con Monique por el idioma, igual nos comunicamos cada tanto. En la Plaza San Martín leíamos en voz alta. Recuerdo: “Relato de un náufrago” de García Márquez y un cuento de Bukowski “Animales hasta en la sopa”. Así Monique aprendía castellano. Pero lo ha olvidado todo. Como yo lo poco de lo que fue mucho. Tirados en el pasto. Rodando con las palabras.

Y en esto de andar enfermado los domingos es que recién me pongo con esto de la crónica de lunes, con la computadora que ya no da para más, pidiendo extinción, casi avisando que la implosión está por llegar en cualquier momento, en alguna mañana próxima donde todo se haya apagado y perdido. Como más o menos estamos, con todo roto a punto de trizarse. Quizá como anda la gente de por aquí, ya sin creencia, abúlica y electroshockeada. La cosa fiera, el olor pesado, el mundial. Los 23 de Sampaoli. El dólar. El agua. El gobernador en aprietos por todos lados. Enfrente una congregación de tribus dispersas. La maldita geografía. La mala señal de internet, la peor del mundo. El ahogo de los lunes después de las sombras de los domingos. Los audios de Monique.