Crónicas del Subsuelo: “El macrismo indie o la orgía perfecta”

Crónicas del Subsuelo: “El macrismo indie o la orgía perfecta”

Por:Marcelo Padilla

Baila, baila, baila y baila con el golpeteo de los bajos en el pecho. La música llega desde afuera, de los patios favelizados por el diseño conventillo, un viaje arquitectónico al estómago donde conviven canas con chorizos, dealears y testigos de jehová. A la espalda el de Maluma con “traicionera” y enfrente jevi metal variadito. En el centro de la mesa, la nuestra, en nuestro patio, una botella de Gin. Celebramos el ranking del dólar a 24, celebramos la decadencia indie del macrismo en un patio de Dorrego. El macrismo cultural es una construcción del mercado de bienes culturales que deja hacer y deja pasar. Este nuevo lunes de mayo nos tendrá contando los pesos, haciéndole paro al bienestar para no prender estufas, llevando el foco de la entrada a los sitios donde no hay luz, con la misma luz que nos dejan alumbrarnos en el baño y la cocina. Ahorramos por odio al principado. Es el martes 15 el día para la prueba.

El golpeteo de los bajos le dan en el pecho a la señora que vive en el fondo de la casa de al lado, la anciana de casi noventa que viene a pedirme puchos a escondidas de su hijo y su nuera. Le convido uno y rechazo los dos pesos que me ofrece por la atención. “No hay problema abuela, es un regalo”, le digo para que no insista. El golpeteo de los bajos la expulsa de su casa cuando queda sola y… con su andador gira. Escapa en su locura 80 metros y vuelve como si nada. “¿Me ayuda abrir la puerta?”, me dice su mirada ensartada en la mía, mostrándome la llave que, supuestamente, corresponde a mi puerta vecina. Son las memorias perdidas que emigran lentamente al matadero con el matarife acompañándolas como un diablo, la misma imagen de la enfermera que se llevó al diego de la mano al antidoping en EEUU, al hundimiento del Belgrano, por las dudas. Nuestro Titánic, el Belgrano asediado por ingleses. Son los síntomas de la caída. La anciana esquiva las balas desde una épica inconsciente. Las hojas acumuladas del otoño, los no-cantos de los pájaros que enmudecen, los niños y las niñas que juegan en la puerta del purgatorio a lo básico. El jevi metal en la noche anterior vino de la oscuridad del fondo vecino que tiene un perro hambriento y asoma para los huesos cuando no hay más que una botella de Gin. Fin del recorrido cambiario.

El puente de los candados designa ese culto al amor posesivo que si llega a la fase de los candados es porque ya es olvido. Los candados ciegos bajo el agua mugrienta de nuestro canal ancestral. El canal de las noticias: autos que caen, suicidas, perros ahogados, inmolaciones acuáticas en el divisadero ciudad/periferia. Para este lado nos quedamos en ese desamparo que ofrecen las calles emparchadas y los almacenes deteriorados. Se achican los refugios. En las iglesias del barrio se reza y se canta el réquiem para las últimas casas de adobe que anidan a las cucarachas, la peste. La lluvia hizo lo suyo con el polvo. La música de los patios, desde un drone por todo el Dorrego bajo, graba la hibridez de la que “estamos nacidos” para la convivencia.

No puedo pensar desde otro lugar, no puedo ficcionar más que desde la cueva alquilada, por eso acá los esperamos como uruguayos en Plata Quemada en el último depto montevideano para resistir el asedio. Nos han venido a buscar a todos en cada barrio para darnos en donde más nos duele: la esperación. Plata Quemada en La Ciudad Ausente a Respiración Artificial. El mismo odio inscripto, la misma ira de la dietética de los placeres. El placer es revolucionario, dicen. Es tu éxito a costa de esas viejas en andadores, o de esos niños correteando sin importancia. El gasto energético y la Plata Quemada en la cara descargando balazos al aire por un bicampeonato de garpe sin empalme. Es el descontento sin conducción en el subsuelo oscuro como una cloaca llena de mierda que nos une a todos por los pozos. En la jeroglífica tarifaria de los electrocardiogramas cambiamos por la boleta del agua envenenada. El kamasutra del fracking con su reglamento, los pagos chicos con su patriarcal demonio que escupen a sus gobernantes. Sí, los escupe, porque no pueden volver después de haber dicho lo contrario. Y…por los privilegios a los que acceden algunos, la sentencia de un viernes por la noche para el sobreseimiento. La orgía perfecta de la sumisión en la distópica ciudad de las balas en las veredas, nutrida de colaboracionistas de espectáculos.