Todo comenzó en San Justo hace 62 años. El 21 de junio de 1953 nacía Aldo Stiles en un barrio popular de la zona oeste del conurbano bonaerense. Stiuso, tal su nombre de guerra, llegaría a dirigir la Contrainteligencia de los servicios de inteligencia argentina durante 34 años. Hoy el gobierno kirchnerista que le dio más poder que la dictadura, el alfonsinismo y el menemismo juntos, intenta meterlo preso y sepultar los secretos que este hombre conoce del poder.
Su caída en desgracia se debió, según el periodista Carlos Pagni, al acecho judicial que Claudio Bonadío comenzó a ejercer sobre el hijo de la Presidenta, Máximo, en la causa Hotesur. Los operadores de la ex SIDE en la justicia, tarea que el propio Director de Análisis Alberto Mazzino, y mano derecha de Stiuso, reconoció ante la fiscal Viviana Fein en el marco de la investigación sobre la muerte de Alberto Nisman, cambiaron de nombre. Stiuso conocía como pocos ese mundo en el que el apriete se confunde con la negociación y en que se cumple a rajatabla una máxima de la política argentina: “Pase lo que pase, ningún funcionario termina preso”.
Para garantizar la impunidad en el ejercicio del poder, Néstor Kirchner cooptó a “los buenos” de la sociedad –artistas, grupos piqueteros, intelectuales y organismos de derechos humanos”, vacío de recursos e independencia a los organismos de control, convirtió al Congreso en una escribanía y maniató a la justicia federal encarpetándola. Cuando tuvo que elegir entre el denunciante, el ministro Gustavo Béliz, y el denunciado, se quedó con Stiuso.
Según la periodista belga radicada en la Argentina, Teresita Dussart, “la causa Amia es la universidad del crimen. En ella se revelan todas las ignominias de una sociedad labrada a tolerar un nivel altísimo de corrupción por parte de su clase política, de sus fuerzas de seguridad, del estamento judicial y de la sociedad civil”. Allí el rol de Jaime fue predominante. Una década después volvería a reaparecer para orientar en su trabajo al fiscal especial en la causa AMIA, Alberto Nisman.
En julio del 2013, el legislador Gustavo Vera presentó una denuncia judicial acompañada de un video en la que buscaba probar la participación de Stiuso en los negocios de prostitución y trata de personas vinculado a Raúl Martins. Su propia hija, Lorena, exiliada en España, reconoció ese vínculo. El nexo habría sido el agente conocido como “El Lauchón” Viale acribillado a fines del 2012 en medio de la supuesta interna de la ex SIDE. El asesinato de su coequiper no fue el comienzo de la guerra entre espías, usados y dotados de más poder por el oficialismo, sino su punto más álgido. Stiuso sintió esa muerte como propia. Dicen los periodistas que lo investigaron como Dussart que el actual enemigo público Nº1 de CFK, ayudó a “colaborar en ciertas investigaciones periodísticas como la ruta del dinero K”. Sólo él sabe si fue así. El gobierno durmió las investigaciones de Vera hasta que Nisman apareció muerto y la Presidenta se encargó, a través de las redes sociales, de culpar a Stiuso por el deceso del fiscal.
Aníbal Fernández, casualmente controlando nuevamente las fuerzas de la policía federal que liberaron la zona del edificio Le Parc en el que mataron a Nisman, se encargó de relacionar a Stiuso con Elisa Carrió, dirigente que denunciaba desde hacía una década las relaciones carnales del oficialismo con el submundo de los espías. El recientemente famoso espía, Allan Bogado, ignorado por Oscar Parrilli, sería espía de la Federal.
Fernández y compañía insistieron en que la denuncia de Nisman por encubrimiento había sido escrita por Stiuso como si el fiscal fuese un títere.
El ingeniero en electrónica y experto en informática que había ingresado en la SIDE en 1972, en tiempos en que la Argentina era gobernada por Lanusse, parece acorralado.
La citación a declarar ante Parrilli por la causa AMIA, resulta una utopía y otra señal de que el pacto entre Stiuso y el gobierno, fracasó. Según algunos medios, el ex agente habría vinculado la muerte de Nisman con el creciente poder de César Milani, virtualmente a cargo del espionaje interno desde las Fuerzas Armadas. Federico Martelli, asesor especial para la Participación Social –una especie de “embajador militante”- admitió en “Intratables” que el error de Kirchner fue “no haber echado a Stiuso el 25 de mayo del 2003”.
Cuando le pregunté por Fernando Pocino o por qué el gobierno defendía con capa y espada a Milani, miró para otro lado. Sobre el “general de CFK” sólo dijo que si la justicia lo procesa, sería apartado. El problema no son los hechos ni las conductas, sino el rol de la justicia.
Un ex empleado de la financiera Propyme de Guillermo Greppi, otro intocable del poder kirchnerista, pasaba música en el boliche swinger Anchorena. “Los vi a todos” recuerda el hombre que conoció a la familia Martins, políticos y funcionarios que deambulaban por el boliche que fue clausurado, abruptamente, tras la muerte de Nisman. “Lo que se discute es quién se queda con el negocio de la prostitución vip y de los carpetazos sexuales” me comentó una fuente que investiga el tema. La caída en desgracia de los viejos espías sería una buena noticia si lo que asomase no sería más de lo mismo. En la flamante AFI, “los monos con navaja son más peligrosos que el viejo Jaime” explica un periodista de Perfil que investigó el listado de nuevos agentes de la institución publicada por la revista Noticias.
Para los servicios de inteligencia británicos, Stiuso es el único que sabe realmente qué pasó con Nisman y qué sabía el fiscal exactamente sobre el encubrimiento del gobierno argentino en la voladura de la AMIA. Por esa razón, el gobierno va contra él. Sin Nisman entre los mortales, sólo le preocupa callar a Jaime. Es el hombre que conoce si Nilda Garré, como publicó la periodista Silvia Mercado, era o no agente encubierta de Irán desde los años ´70.
Es el hombre que, como recuerda Dussart, tenía “encarpetado a Kirchner sobre su pasado en los setenta y su rol en la desaparición de su amigo Carlos Labolita”. Uno de los graves problemas que tiene Stiuso para hablar es la red de empresas off shore que manejaba para lavar plata sucia de la ex SIDE con la complicidad absoluta de los gobiernos de turno. “Es la caja que nadie toca” explica la legisladora de la Coalición Cívica Paula Oliveto Lago. Las empresas privadas que nacieron y crecieron con fondos de la SIDE, mañana de la AFI.
American Tape es sólo una de ellas. También lo es American Rental LLC en la que aparece Juan Carlos Molinari, el empresario inmobiliario vinculado con Leonardo Fariña en la compra de unos campos en la provincia de Mendoza. El caso demuestra que los intermediarios pueden caer en desgracia; no así sus patrones. Stiuso lo sabe y se debate hasta dónde librar la más dura de sus batallas.
(*) Especial para Mendoza Post



