Crónicas del Subsuelo: "Cucarachas"

Crónicas del Subsuelo: "Cucarachas"

Por:Marcelo Padilla

El fondo que se escucha es de una banda de niños en una pelopincho. Es sábado a la tarde y el sol ha salido de una buena vez. Enero suelta sus maldiciones y desata los nudos de la soga por la fuerza del arrastre. La soga se corta y enero ahoga ojos cerrados debajo de un auto solapando su muerte por la escafandra. Por esa cuestión de la escafandra los humos flotan en las casas dando piruetas borrachas que viven segundos, casi casi como las mariposas. Nadie las persigue. Solo se siente el bullicio del montón de guachos en la pelopincho. Me asomo por la medianera… y sí, es una pelopincho. Pintada no está. Es cuanto menos digna agua de ríos imaginarios por la lejanía de los humedales. Descolocados de lo que les toca en otra dimensión flotan además de los humos las cucarachas ancestrales de la zona. Un día más que todavía no termina. Un sábado. El último de enero de 2018. Los equipos están atrás, en el baldío habitar de una familia silenciosa y a tres metros bajo tierra los antepasados no europeos de nadie que haya dormido y amanecido por estos caseríos. Es la mejor época para las cucarachas. Vivas, muertas, secas. Las engañeras son de otro cantar porque se muestran panza pa arriba en una performance de la muerte que no es. Ya ni las corro con el pie para saber si se mueven, simplemente las piso y luego las barro.

Los niños siguen gritando en su fosa de agua descuidados de las nubes que se llevan malas noches de sueño. Entubadas ensombrecen tramos en la extenuante caída de la tarde. En estos lugares donde no es bueno edificar en los barrios con renombre malandra y antepasados celosos, la luz se aprovecha mientras los equipos enterrados en el baldío habitar de aquella familia silenciosa son herrumbre. No se cosecha lo que se siembra. Existe un equívoco ahí, en esa actitud. En ese pensar. Es como intentar ocupar y poseer –casi una versión religiosa del capitalismo- mirando las noticias, reproduciendo las noticias, creyendo en las noticias. Creer se ha vuelto la tarea más frívola en este verano de ungüentos. Igual la fe es la que vale. Nos mantiene más la fe que la creencia. La creencia es una mercancía habilitante. Y el Papa puede tener miles de gestos para celebrar pero la fe tuerce los eneros por las noches a puro ventilador en sueños de verano interrumpidos por gastroenteritis indicadas. El canto que nadie canta se nota más por su ausencia. Después del ruido el merecido rumiar del mutilado cruzando los accesos en las siestas suena a epifanía anticipada.

Los dólares mueven montañas. He visto tipos de cambio… pero como éste jamás. Cucarachas de dólares salen de los huecos de las paredes descalzas. Fratachos de alquiler, hechos sin ganas. Sin embargo la noticia es (el lector que ponga la que quiera) el romance entre esos pibes de la pelopincho que gritan alegres y las nubes entubadas que los han dejado. Bajo el agua y también sobre el agua el romance evidente no es más que lo obvio. Corrijo: las montañas de dólares son las que mueven la especulación veraniega. Es un rito sexual el que tenemos con los dólares. Un rito donde nadie nada. A los avisados les va mejor sin enterarse. Es la celebración de la diplomacia en La Media Luna porque en el Canal Cacique Guaymallén no hay guerra hace rato. Ni cuerpos que auscultar. Por eso las autopsias imaginarias en las puertas de las casas donde venden dólares. Cucarachas.

La tapa del disco de Nirvana con el bebé bajo el agua con el anzuelo del dólar. Eso pensé con el anuncio. En la tapa de un disco. Cucarachas en los kioscos, almacenes, panaderías, peluquerías, ferreterías, casas de comidas y de masajes, casas de prostitución financiera. Por David Harvey sabemos que “el nuevo imperialismo acumula por desposesión”, y no solo por la clásica ocupación. Ver ahí con más detalle en el gugleo (texto en pdf). Suena paródico. En fin, la tapa del disco de Nirvana y la acumulación por desposesión tienen como resultado único a las cucarachas en los caseríos. Aunque toquen las bocinas a las 6 de la mañana para informar a toda la población que puede dactilarmente sentir un dólar, el resultado es el mismo: cucarachas.