He mirado anoche el cielo desarmándose sobre los árboles mientras pitaba de un pucho escuálido. Los chicos habían cenado y estaban en sus camas con sus teléfonos, comunicándose con sus amigos y esas cosas de pibes. El cielo desarmado se caía, la calle despoblada a las doce de la noche con su perfume pavoneante. Son las plantas del barrio que han parido. “Hay cadáveres”… reza el infinito poema de Perlongher. Hay cadáveres en el camino. Cayendo la tarde charlamos con mi hijo, la tele apagada, hartos ya del bombardeo nos pusimos a charlar de música. “Escucháte este tema”- me dice. Una bandita noruega de unos pibes muy jovencitos llamada “boy pablo”, el tema: “everytime”. Una de esas canciones livianas y suaves, frescas. Los pibes en el video están parados tocando en un bloque de cemento metido en un río o lago, parecido a un muelle, calculo que en Noruega, no sé bien. Vestidos de pibes de entre casa y entre barrio. Después pasamos a “Clairo”, una pibita que canta solita y lo hace a mi gusto muy bien. La pereza para levantar la mesa y las sillas me dejó ahí, a las doce de la noche mirando al cielo desarmado escuchando a los pibes noruegos, “everytime”. En esa frescura. Un toque para ahuyentar las malas vibras de este país donde la lobotomía podría decirse se ha realizado exitosamente en muchas cabezas. No voy a hablar de Santiago Maldonado, solo decir que la piña todavía duele. Y que falta la segunda. Veo el cielo desarmado a las doce de la noche, ya los chicos duermen, pasa el camión recolector de nuestras basuras… y adentro.
El domingo se vota. No sé si habrá una elección más crucial, por más que sea legislativa, para el destino de este país a la deriva endeudado a 100 años. Todos vamos a morir pagando esa deuda. Y los que queden tendrán que arreglárselas para transitar su vida haciendo lo mismo. El cinismo. Nosotros tenemos cínicos adentro pero el peor de los nuestros siempre será mejor que el más presentable de ellos. Siento que hay una lucecita en la huella, es el reflejo de la luna sobre las piedras que rebota y lo deja a uno lince en la oscuridad. Me encanta cuando se corta la luz en todo el mundo. Es como si una sábana cayera sobre un cuerpo desprotegido en medio del desamparo social en el que se vive. La sabana cae sobre un pibe que duerme sobre la puerta de un banco extranjero. Esa podría ser la postal de esta argentina vomitada por el asco y el odio: un pibe durmiendo en la noche en la puerta de un banco extranjero. En este caso el extranjero es el pibe y el banco no. Pero bueno, se entiende, así funciona la ideología y la construcción de hegemonía. Esa postal es la represión simbólica más patética que todos ven y no pueden discriminar. O sí, el discriminado es el extranjero, el pibe que duerme en la puerta del banco inversor, con la sabana imaginaria que le cae suavemente para protegerlo. Lo de la sábana es una ficción, claro está, pero escribirlo es una forma de resolverlo imaginariamente, como salir a la doce de la noche a la puerta y mirar el cielo desarmado, escuchando a los pibes noruegos.



