Los trabajadores del ladrillo viven en condiciones de vulnerabilidad. Los chicos que heredan la pobreza.
La vida en los hornos mendocinos
Calles de tierra, arbustos secos por el sol mendocino, perros flacos, adobes desparramados donde antes hubo paredes. Imágenes que indican la llegada a la zona de los hornos de El Algarrobal, ubicada al norte del departamento de Las Heras.
La zona autorizada por la Municipalidad de Las Heras para el emplazamiento de hornos de ladrillo comprende: al norte calle Lavalle; al sur el canal Cacique Guaymallén; por el oeste calle Aristóbulo del Valle y finalizando al este en calle San Esteban.
La modalidad de trabajo varía de un horno a otro. Mientras en algunos los terrenos son “alquilados”, en otros, los mismos trabajadores son propietarios de las tierras. El factor común que se repite en la mayoría de los casos es la existencia de un núcleo familiar que se encarga de la explotación del horno, sin la presencia de empleados.
Según datos de la Municipalidad de Las Heras, existen en la zona unos 250 hornos familiares en los distritos de El Borbollón, El Algarrobal, El Pastal y Capdevilla, en los que la cantidad de trabajadores no supera las tres o cuatro personas.
De acuerdo a lo informado por la Municipalidad de Las Heras, el noventa por ciento de los horneros posee un contrato de alquiler en pesos, pero en la práctica esto no se cumple, y el pago se realiza en especias, es decir, con ladrillos.
Los ojos de Daniel lo dicen todo, reflejan toda una vida de trabajo y sacrificio en los hornos de ladrillo. El dueño de la tierra se lleva el veinte por ciento de la producción, y es el hornero quien debe afrontar los gastos para la fabricación de los ladrillos, entre los que se encuentran leña, carbonilla y viruta.
Esa mirada se repite en cada uno de los trabajadores, que cumplen jornadas de sol a sol para brindar un mejor futuro a sus niños. “Pago un colegio privado para mis hijos, quiero que tengan un mejor futuro y que no tengan que trabajar toda la vida en los hornos”, dice Daniel.
La situación que viven los niños está directamente relacionada con la realidad social que sufren las familias, que se refleja en la precariedad habitacional, que no encuentra una solución desde hace varios años.
El daño que sufren los niños
“El chico colabora por la precarización de las familias”, estas palabras, manifestadas por una maestra de un colegio de la zona, sintetizan la realidad que se vive en los hornos; y agregó que las inasistencias a la escuela no son frecuentes y que se dan principalmente por dificultades con el transporte los días de lluvia o en casos de enfermedad.
A su vez, recalcó la gravedad de los casos de desnutrición infantil, consecuencia directa de la realidad social que azota a los hogares. “Vemos casos de niños con muy bajo peso y con problemas de aprendizaje debido a la mala alimentación”. Así mismo, agregó que los dibujos de los niños son tristes y tienen poco color, reflejo de las condiciones del espacio en el que viven.
Por su parte, desde el área de inspecciones de la Subsecretaría de Trabajo, indicaron que se realizan controles, ya sean de oficio o bien por medio de denuncias anónimas, para fiscalizar que no exista trabajo infantil.
Desde el organismo indicaron que se trabaja junto a otras instituciones del estado, como Desarrollo Social, para afrontar esta problemática y que se le da un seguimiento a los casos.
Las mismas fuentes de la Subsecretaría de Trabajo señalaron que en muchos casos no existe una delimitación entre el espacio del horno y la vivienda de los horneros, y que esto provoca que el niño se encuentre muy próximo al área de trabajo de los padres, generando un potencial riesgo para la salud de los niños.
Los inspectores agregaron: “existen más niños en situación de trabajo que en trabajo en sí”, pero se manifestaron en contra de la naturalización de esta realidad, ya que “no es un ambiente óptimo para que el chico aprenda”, y que “se deben cambiar las condiciones para que el niño acceda a un trabajo de calidad en el futuro”.
La vida en los hornos, marcada por la pobreza y necesidades insatisfechas, es una realidad ignorada por gran cantidad de mendocinos. Sufrimiento de niños “invisibles” ante los ojos de la sociedad y que ocurre a escasos kilómetros de nuestros hogares.



