Hubo una perdida de liquido en el ala y los sistemas de monitoreo del avión no la detectaron.
La increíble historia de vuelo LA 4282 de Aeroparque a San Juan
A primera vista, parecería una película de comedia. Sin embargo, ocurrió y no tiene nada de gracioso. Pudo ser una catástrofe.
Empezó cuando un mendocino decidió tomar un vuelo para volar a San Juan desde Buenos Aires. Llegó a horario y abordó, como todos los pasajeros.
Embarcaron, el avión empezó a moverse y todo parecía encaminarse al despegue… pero no.
Repentinamente, con el avión en movimiento para ocupar la cabecera de la pista, un hombre de la fila 24 comenzó a gritar: “¡ Azafata, azafata...algo está saliendo del ala del avión!”. Los demás pasajeros de las últimas filas miraron por la ventana y advirtieron que era así nomás.
¿Agua? ¿Nafta? ¿Qué era lo que salía de allí? Nadie lo sabía. Pero había algo más inquietante: ¿Por qué no sonaron las alarmas?
Surge una pregunta que quizá sería mejor no hacerse:
¿qué hubiera pasado si el pasajero no miraba el ala y el avión despegaba con la perdida de líquidos?
Las azafatas no sabían qué decir, ni tampoco ninguno de los tripulantes de a bordo. Hasta que el hombre que descubrió la pérdida volvió a la carga: “Este avión no puede despegar así”, advirtió.
Era una obviedad, pero no para Latam, por lo visto. Finalmente, todos los pasajeron fueron descendidos de la aeronave y se los hizo embarcar en otro vuelo, donde no hubo pérdida de líquido alguno.
Mientras tanto ocurrieron cosas que sería risueñas sino estuvieran relacionadas con la seguridad del avión y de sus 150 pasajeros. Entre ellas que 20 minutos después del aviso y con los empleados de mantenimiento en el avión, la azafata le preguntó al mismo pasajero si seguía viendo la perdida o no. Otros pasajeros le contestaron entre divertidos y preocupados si no era la empresa y no los clientes quien debía saber e informar lo que estaba pasando.
El aviso del piloto fue memorable: informó que volvían para cambiar de avión porque para ellos lo mas importante era la seguridad y el control de la aeronave.
El Post, como siempre, estuvo allí para contarlo.



