La irresistible tentación de acomodar a la familia en el Estado

Dar trabajo a la familia, para muchos funcionarios, es lo primero. Hay casos, y “casos”. Pero siempre está mal.

La irresistible tentación de acomodar a la familia en el Estado

Por: Mendoza Post

Era muy común, en las familias de inmigrantes del siglo XIX que fundaron las bases de la Argentina que conocemos, atender entre todos “el negocio familiar”. Almacenes, ferreterías, farmacias, verdulerías, kioscos de barrio… Qué decir del campo, al día de hoy, familias enteras  viven trabajando y sufriendo los vaivenes del mercado, el clima y la economía de sol a sol, año tras año.

Con el correr de los gobiernos de la democracia y del trabajo en el Estado, aquella costumbre pasó a las oficinas públicas, y los funcionarios políticos empezaron a darles “trabajo” a sus familiares. Muy distinto de aquello que ocurría desde los cincuenta en adelante, cuando para un petrolero de YPF no había nada mejor que tener hijos petroleros, por ejemplo. Eran herencias de trabajo y conocimiento, de un medio de vida. No se parece mucho a lo que sucede hoy. Aquella cultura del trabajo fue reemplazada por el “acomodo”, la cuña, la influencia, y sobre todo, el amiguismo. Esto es cuando grupos de “amigos” funcionarios o legisladores de cualquier nivel, dan trabajo “cruzado” a las esposas, novias, hijos, suegros, o lo que fuere, de sus amigos, recibiendo a cambio un refugio similar para la propia familia. Hay decenas de esos casos.

Delfina Rossi fue el paradigma del acomodo.

En las últimas semanas, a raíz de la renuncia –forzada- del yerno del director de escuelas, Jaime Correas, comenzaron a aparecer distintos casos de nepotismo, tanto a nivel provincial como nacional. Esto, si entendemos como “nepotismo” otorgar preferencia a un familiar a la hora de dar trabajo en el Estado. En Mendoza –y en el país- el agregado es que ello ocurre casi siempre con salarios importantes.

El público, las audiencias, no ha prestado mucha atención al nepotismo en los últimos años. Pensemos que vivimos en un país donde en 2007 un presidente le dejó el puesto a su esposa, y habría vuelto en 2011 si la muerte no le hubiese sorprendido antes. Con la hermana Alicia primero ministra y ahora gobernadora y Máximo, diputado nacional, los Kirchner ignoraron las acusaciones de nepotismo. Pero hubo un “click” con la designación de Delfina Rossi, hija del entonces ministro de Defensa Agustín Rossi, en el directorio del Banco Nación. Fue el año pasado, y duró seis meses. Renunció en noviembre ante el inminente cambio de gobierno y reconoció que no estaba preparada para el cargo. A Marcos Peña, los medios kirchneristas lo critican porque uno de sus hermanos está en un puesto importante en el Estado nacional. Entre las casi 3.000 personas que ya echaron del Congreso en la nueva gestión, había cientos de parientes de senadores y diputados nacionales, entre los ñoquis, y los que efectivamente tenían un trabajito seguro, no muy exigente, con buenos sueldos y todos los beneficios sociales.

La pasó mal por la designación de su yerno.

En nuestro “pago chico” los casos abundan. Y los hay “cruzados”, que sería una variante del nepotismo con disimulo. Hijos de miembros del Tribunal de Cuentas, por ejemplo, están adscriptos a la justicia, y viceversa. Y en sectores y puestos que todos quieren. Nada de ir a atender la mesa de entradas, con el enorme trabajo que ello significa.

Los funcionarios, tal vez por presión familiar o política, o por lo que fuere, siempre atinan a defender los nombramientos de la familia propia. Cuando Luis Lobos era intendente, Guaymallén era el reinado del nepotismo. Hemos hecho muchas publicaciones sobre la veintena de familiares de los Lobos-Sgró en la Municipalidad, con favores cruzados. No hay que olvidar que la suegra de Lobos María Elena Fernández, que tenía una empleada “ñoqui” sin saberlo, además era ñoqui ella misma del diputado demócrata Jesús Riesco. “No es nepotismo” dijo una vez Claudia Sgró.

Jaime Correas explicó muchas veces que la designación de su yerno no era nepotismo. Lo mismo hizo el presidente de la Cámara de Diputados Néstor Parés respecto de su esposa Ángela Floridia, a quien nombró secretaria legislativa. 

Días atrás, el senador lasherino Raúl Ferrer tuvo que pasar una vergüenza mayúscula, al explicar que sus hijos tenían puestos en la municipalidad de Las Heras porque los había designado el intendente Daniel Orozco.

 Parecido sería el caso del senador radical Héctor Quevedo. Sus hijos y una ex pareja trabajan en la Municipalidad lasherina y se la pasado dando explicaciones y asegurando que "no hay nepotismo". "Mi hija es magister en Trabajo Social" dijo en declaraciones reproducidas por medios locales. ¿Y? ¿No había otros?

Parés defendió la designación de su esposa.

En todos lados se cuecen habas. En las gestiones peronistas que pasaron, hubo muchos casos. Pero es distinto cuando las familias pasan por el cedazo del voto. No hubo grandes cuestionamientos al entonces vicegobernador Carlos Ciurca cuando su esposa Verónica Valverde  asumió como concejal en Las Heras. Los hermanos Miranda en el propio Las Heras, los Bermejo en Maipú, los Félix en San Rafael, tienen cada uno su peso político propio. A Francisco Pérez la UCR lo criticaba con saña cuando su esposa Celina Sánchez daba órdenes en el Cuarto Piso y en distintas áreas del gobierno. Pero la mujer del ex gobernador no tuvo un cargo. Y si de esposas hablamos, Marisa Garnica -esposa de Omar Parisi- siempre tuvo un rol destacado ya sea cuando el diputado era intendente de Luján, o después ella misma a cargo de la Agencia Vial. ¿Es nepotismo? ¿Está en la frontera? ¿Es cuestionable?

Algunos casos, hay que admitirlo, son vidriosos. Pero hay que entender también que la gente usa sus armas de comunicación para manifestar sus opiniones. Al yerno de Correas, Paulo Belloso, no lo hizo renunciar el SUTE, sino la enorme presión pública a través de las redes sociales y los medios online. El “termómetro” de la política marcó en rojo. Sobre todo porque Alfredo Cornejo había prometido austeridad, transformación, y el fin del nepotismo y los acomodos.

Ferrer debió dar explicaciones por sus hijos empleados de Las Heras, y militantes.

Se viven épocas de una economía muy difícil. El achique inicial del déficit fiscal implicó suba de tarifas de luz, de gas y transporte. El ministro de Economía de la Nación Alfonso Prat Gay dijo hace poco que están tratando de “no hacer un ajuste”, pero la verdad es que una inmensa mayoría de la población que no vive de ser empleado estatal sino de trabajos en empresas privadas o de sus propios emprendimientos, sufrió este año un ajuste brutal por la devaluación, cuando su plata empezó a valer menos, y por inflación mes a mes. Y no hay paritaria que la empate, menos aún en el sector privado. Por eso, ver el festival de acomodados de parientes y amigos en municipalidades, en la Justicia, en el Estado provincial; enoja. Ofende. Y hace dudar de la clase política. ¿Tienen en verdad la voluntad de un cambio?

Podría considerarse cuando un legislador, por ejemplo, tiene en su secretaría privada a alguien de extrema confianza, que se familiar. Y aun así es dudoso.

No hay ninguna razón basada en competencias laborales, capacidad, conocimientos, desempeño, para ubicar en puestos en el Estado a familiares de los dirigentes políticos, por encima de otras personas. ¿Cuántos mendocinos hay con la capacidad e idoneidad suficiente como para ocupar el puesto de Paulo Belloso, o de la enorme cantidad de “hijos, sobrinos, nueras, yernos…” que pueblan los escaños en el Estado provincial.

Esta discusión sobre los acomodos podría tener un final sencillo. En el Congreso de la Nación hay una media docena de proyectos que contemplan modificaciones a la ley de Ética Pública. Hay provincias que tienen su propia ley. Bastaría con un artículo que prohibiese la contratación de familiares hasta el tercer grado de consanguinidad, alcanzando esa prohibición a un grado similar de los parentescos políticos en cada familia. Y poner en marcha de una vez los concursos.

Sólo así, la política ganará en credibilidad. Nada ofende más que ver a señores legisladores, funcionarios, algunos de muy alta responsabilidad, derruirse como un muñeco de arena tratando de explicar las fantásticas capacidades de sus familiares para hacer trabajos que muchas otras personas podrían hacer, sin ninguna prerrogativa de apellido.