Una exageración creciente y peligrosa que saltó del acampe docente a la Legislatura y los foros.
Esto no es el Mendozazo
“¡Paso, paso, paso, se viene el Mendozazo!” gritaron en más de una oportunidad los sindicalistas y dirigentes del SUTE y de otros gremios, parapetados contra el vallado que protegió a la Legislatura provincial durante los acalorados debates por el ítem aula, y el aumento por decreto tras la caída de la paritaria. El cántico venía precedido de algunos insultos (aislados) a los legisladores, al gobernador Alfredo Cornejo o al Director de Escuelas Jaime Correas. El pedido de “Mendozazo” fue coreado a viva voz y a grito pelado por el secretario general del SUTE, Adrián Mateluna; tal vez para tapar otros gritos, los de miembros de seccionales más radicalizadas de su propio gremio que no querían esperar ni cinco minutos para armar un “¡Plan de lucha ya!” sin esperar a los plenarios de la semana que viene.
Ayer, en la Legislatura, el diputado del FPV Lucas Ilardo, militante de La Cámpora, recreó las condiciones de distintas protestas sociales en la Argentina, y destacó especialmente el Mendozazo, porque se produjo en medio de una protesta docente y de un ajuste tarifario de casi el 300 %. “¿Les suena?” calentó Ilardo a la audiencia. El bloque lo aplaudió y afuera los docentes se venían abajo de puro entusiasmo.
Pero... ¿Mendozazo?
¿Están seguros de lo que piden?
Decir que en Mendoza hay condiciones para un Mendozazo o aun llamar a la sedición, es mucho peor que cuando a alguien se le ocurría comparar el gobierno de Cristina con una “dictadura”. Aquella fue una administración de rasgos autoritarios en algunos aspectos, pero de ningún modo fue una dictadura. Como tampoco lo son el gobierno de Macri, ni el de Alfredo Cornejo. Son gobiernos elegidos por la gente, muchos de ellos maestros, hace apenas unos meses.
El Mendozazo fue una explosión ocurrida en abril de 1972, en un contexto muy caliente por la destrucción económica y contra una dictadura militar.
Cuando ocurrió el Mendozazo, gobernaba un presidente de facto y había una Junta Militar que tenía a su cargo a todas las policías provinciales. Era gobernador Francisco “Pancho” Gabrielli, como interventor federal. Antes, había sido un gobernador de la democracia, dos veces derrocado.
El “tarifazo” que los medios de la época describen de un 300 % de suba de la luz, produjo un movimiento social importante, y no hubo forma de canalizarlo. A la vez, las maestras de aquel entonces –hablamos de 1972, con docentes mucho más formadas y expertas en la enseñanza, que ahora- reclamaban un aumento salarial. Pero lo hacían con el apoyo de toda una comunidad que comenzaba a organizarse en coordinadoras, asociaciones vecinales, movimientos de “No pague la luz” y los sindicatos establecidos. El clima era de protesta creciente contra un régimen militar e ilegal. Para el 4 de abril había anunciada una marcha, que el jefe militar local –Luis Gómez Centurión- no quería autorizar, y Gabrielli sí. El gobernador terminó renunciando, el militar tomó el comando de la policía y hubo una represión salvaje, con carros hidrantes que usaron agua teñida de azul para “marcar” a los manifestantes, entre ellos a cientos de maestras de guardapolvo blanco.
El ataque a las maestras fue un escándalo y la reacción de la gente fue volcánica. Algunas maestras se fueron y otras se reagruparon con los demás gremios y cargaron contra la Casa de Gobierno. Hubo casi tres horas de enfrentamientos e incidentes, más de cien vehículos quemados, negocios destrozados, troles incendiados… Pasó de todo. Más de cien heridos, también, y un muerto. El régimen militar declaró a Mendoza como “zona de emergencia” y extendió el Toque de Queda.
¿Qué tiene que ver aquello con la situación actual?
El SUTE perdió la pelea por el aumento y el “ítem aula” con las reglas que existen para todos. Paritarias primero, y decreto ratificado por la Legislatura después con los diputados y senadores y el equilibrio de fuerzas que votaron los mendocinos, y que asignó a unos la responsabilidad de gobernar, y a otros, de controlar.
Que se sepa, en las elecciones del año pasado, al SUTE y a Adrián Mateluna no se les dio ningún mandato popular para comandar una revolución, ni para reemplazar la Legislatura por sus delegados, ni por ningún otro grupo de los que andan por allí proclamando una sedición que atrasa, exactamente, 44 años.
El SUTE y quien sea pueden no estar de acuerdo con este gobierno o con cualquier otro, como muchos no estuvieron de acuerdo con Cristina y votaron a un conjunto de fuerzas que se llamó, justamente, Cambiemos. Llamar a la revuelta popular o a un Mendozazo, pretendiendo que vivimos una dictadura de 40 años atrás, es totalitario y peligroso. Y absolutamente desubicado. No hay proporción entre lo ocurrido hace 44 años y el panorama actual.
Finalmente, pueden pensar que el aumento dado por Cornejo es "amarrete", y otros seguramente dirán que Mendoza está fundida. Igual, no hace falta recordar que el gobierno anterior se fue sin completar pagos de sueldos ni de proveedores, con meses de angustia en miles de estatales mendocinos que no sabían cuándo se les completaba el sueldo. Y nadie se le ocurrió derrocar a nadie ni pedir un “Mendozazo”. ¿Por qué apenas meses después, hay semejante brote autoritario?
Seguramente Mendoza merece un programa de inversión educativa que cambie radicalmente las aulas donde estudian nuestros chicos, la tecnología que usan y la capacitación y profesionalización de los docentes. Es fácil notar la brutal diferencia entre la educación que recibe un chico coreano, finlandés o norteamericano, comparado con lo que tristemente recibe uno mendocino. En esto, posiblemente Alfredo Cornejo esté en falta, como lo estuvieron antes otros gobernadores. El debate no puede ser solamente el salario o el ítem aula. Hay que debatir la calidad y la inversión.
Fue muy aleccionador ver a dirigentes insultando y sacudiendo las vallas cuando la Legislatura aprobaba el ítem aula, mientras por detrás de ellos pasaban chicos de la escuela Normal, asombrados del nivel “educativo” de los “maestros”. No nos lo contaron. Lo vimos y escuchamos.
Por eso, el llamado del SUTE a una revuelta civil como aquella contra una dictadura militar, en otro contexto, otra historia, y otros motivos; es de una inmadurez llamativa, propia de dirigentes que están absolutamente desenfocados de la realidad.
Es muy difícil, casi imposible, que la gente común preocupada de su vida de todos los días, como la que se amotinó contra la dictadura hace 42 años, acompañe en una aventura “revolucionaria” a quienes piden un “mendozazo” porque no han estado de acuerdo con un aumento y unas condiciones de trabajo, que seguramente deberían ser mejores.



