Los "Trapitos", postal del deterioro del lenguaje: ¿Quién tiene la culpa?

Se apunta a políticas neoliberales, a la calidad de la enseñanza o a la situación económica. Sin embargo, hay aspectos que no todos conocen.

Los "Trapitos", postal del deterioro del lenguaje: ¿Quién tiene la culpa?

Por: Mendoza Post

Los Los tiempos cambian y las diferentes generaciones de jóvenes hacen lo mismo, incluyendo algo tan cotidiano como es la forma de hablar y expresarse. 

Un ejemplo de ello es el intento de diálogo con los denominados "trapitos" —escuchar el diálogo más abajo—, aquellos que cuidan autos en la calle y que han sido postergados en su avance cultural-social. No es una cuestión valorativa, sino más bien descriptiva, sin ánimo de estigmatización alguna.

De hecho, contrario a lo que muchos puedan creer, la dificultad para hilvanar ideas coherentemente muchas veces no es exclusiva de personas que están excluidas del sistema, sino también de cualquier "hijo de vecino". 

Basta con consultarle a cualquier maestra o profesor de secundaria cómo se expresan sus alumnos al tomarles lección oral. "Tienen mucha dificultad para expresar las ideas sin recurrir a un lenguaje informal. Es algo que tienen muy presente y eso les entorpece a la hora de explicarse", contó al Post una profesora de Lengua de Tercer Año.  

De hecho, el último informe PISA 2015, sobre 64 naciones de todo el mundo indicó que Argentina está entre entre los diez países con resultados más bajos en matemáticas, lectura y ciencia. Ese informe aseguró que los estudiantes tienen más probabilidades de mostrar bajo rendimiento si proceden de una familia de bajos recursos, si son hijos de inmigrantes, si solo tienen un progenitor y si asisten a una escuela rural. 

En realidad, no todo es como lo pintan: el debate se centra en descubrir los orígenes de esta "involución" idiomática y si es igualmente efectiva para la comunicación con otros y el desenvolvimiento en sociedad.  

El análisis

"Los jóvenes tienen un léxico acotado. Los especialistas dicen que se debe a la disminución de la lectura y la simplificación del lenguaje oral, usando frases cortas sin conectores ni nexos", comentó a este diario Nancy Caballero, Psicopedagoga (Mat. 191) y Psicóloga (Mat. 1908).

Y es que esta conducta preocupa mucho, ya que refleja el pobre nivel educativo de un país. "Es algo general en la sociedad y tiene que ver con el nivel educativo. En los chicos que reciben una educación de poca calidad se nota más, mientras que el acceso a otro tipo de educación o productos culturales lo subsana", agregó Caballero.

Pasándolo en limpio: hablar y expresarse mal no es exclusivo de los adolescentes y jóvenes que no tuvieron acceso a la escuela pública y que se encuentran en riesgo social, sino también de aquellos que asisten a clases pero que no reciben la calidad adecuada de estudios.

¿Cuándo empezó esta debacle?

Para Caballero, la simplificación del lenguaje no es un un fenómeno exclusivo de la era de la comunicación y las redes sociales, sino que comenzó muchos años atrás. 

"Esto empezó cuando las personas dejaron de usar sinónimos, adjetivaciones y conectores. Entonces se fue naturalizando esa forma de no reflexionar antes de hablar y por eso ahora las comunicaciones largas se han ido acortando", enfatizó y agregó que en la escritura también pasa lo mismo.

Ya no es lo mismo decir "hice la tarea lo más rápido que pude", sino que es más común oír "hice la tarea al toque ". Si bien el lunfardo siempre fue parte de la vida de los argentinos, en los últimos años ganó un amplio terreno en el vocabulario de chicos y grandes, contribuyendo a la deformación y simplificación del pensamiento.

¿Tiene algo que ver el nivel social y económico?

Contrariamente a lo que se puede pensar, el nivel socioeconómico de una persona no determina en última instancia que sea "más o menos bruto". La dificultad que experimentan los adolescentes  para expresarse no se limita solo a este factor y no pertenece a un sector social determinado, sino que atraviesa (y sin escalas) a todos los demás. 

En Argentina, a los adolescentes nada les parece "genial", sino "alto/a": alta fiesta, altas llantas (zapatillas) o alta piba, por nombrar solo unos ejemplos. También "es un gato"  aquel que busca sacar ventaja de una situación. La lista de burradas usadas en oraciones cotidianas es interminable.

Si bien es cierto que en los sectores más vulnerables, esta práctica idiomática se acentúa más, es un fénomeno exclusivo y propia de la adolescencia y está totalmente justificado. "Los adolescentes siempre tuvieron un lenguaje propio. El problema de hoy es que no tiene un límite y los adultos terminamos copiándolo muchas veces", concluyó Nancy Caballero.

De esta manera, encontramos que cada vez más personas grandes tienen las dificultades para expresarse de forma clara y concisa. Y ni hablar si tienen que redactar un texto simple, porque en ese momento el problema se hace más evidente.

Conclusión

En 2014, la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner lanzó un plan de incentivos estudiantiles para cerca de un millón de jóvenes.

En su habitual discurso, al referirse a sus beneficiarios, dijo: "Estos chicos son los hijos del neoliberalismo. Son los chicos cuyos padres no tenían trabajo o lo perdieron, o no fueron educados en la cultura del trabajo, y necesitan de la presencia del Estado para salir adelante. ¿Cuál es la contraprestación? Estudiar".

Esta declaración se tomó durante la era K como una realidad indiscutible, pero esconde algo que es más que analizable: un chico que hoy termina el secundario no conoció jamás el neoliberalismo de los 90. Sin embargo, sigue teniendo las mismas dificultades que aquellos que si lo padecieron. Y estudiaron durante "la década ganada".

La preocupación, entonces, es detectar cuáles son las causas por las que ese chico -a pesar de haber recibido escolarización- continúe hablando como un "trapito", por ejemplo. Hay que poner el foco en el rol del sistema educativo de los últimos años y en el actual para hallar la respuesta.