Esta región de Rusia es la que los escépticos y negacionistas del cambio climático ponen como ejemplo para bajar la importancia del cambio climático.
Los ríos de Siberia tienen un grave mensaje sobre el cambio climático
El cambio climático no es una realidad para todos los habitantes del mundo, por más evidentes que sean sus manifestaciones.
Una de las zonas más características para ejemplificar la postura de los negacionistas y adaptacionistas del cambio climático es Siberia. Ellos consideran que existe una alteración en el clima –de origen humano o natural- que conlleva un paulatino ascenso de las temperaturas en el planeta, se debe entender como un cambio a mejor del que conviene aprovecharse.
En contraparte, el investigador David Vieites, investigador del Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid, junto a otros expertos de la Universidad de Vigo y la Universidad de California, ha realizado estudios sobre la adaptación de las especies a este nuevo y caluroso clima. Ellos consideran que defender esa adaptación como positiva cuando afecta a personas es “egoísta e inhumano”.
Mientras que los países desarrollados consideran que con reconvertir la agricultura –como cuando se plantea plantar vides en Inglaterra- ya se ha solucionado el problema, en otras partes del mundo las sequías y las crecidas marítimas anegan tierras y casas.
Ante esta realidad, los adaptacionistas deciden mirar para otro lado. Se basan en que habrá zonas más habitadas y fértiles en latitudes septentrionales de Canadá y Rusia, especialmente Siberia y hacen oídos sordos a las advertencias de la Organización Mundial de la Salud. Ese vasto territorio podría dejar de ser una planicie deshabitada para convertirse en una zona productiva gracias al ascenso de las temperaturas, un promedio de 3ºC desde 1960.
Pero no todo es color de rosa, si se libera el metano atrapado bajo la capa helada del permafrost, la zona podría convertirse en una bomba. De hecho, en 2014 se descubrieron muchos cráteres que según los arquéologos están provocados por ese gas de deshielo. Esta información la dio a conocer la revista Nature, que constataba que las concentraciones de metano en el aire superaban el 9,6 %, cuando lo habitual es el 0,000179 %, y se asocian con veranos anormalmente cálidos en 2012 y 2013.



