Diego Genoud para el Post: Sindicatos fuertes, la herencia K para el próximo gobierno

El kirchnerismo le dejará al próximo presidente un sindicalismo fuerte con el que deberá sentarse a negociar.

Diego Genoud para el Post: Sindicatos fuertes, la herencia K para el próximo gobierno

Por:Diego Genoud
Periodista

 La herencia política y económica de los 12 años del gobierno que terminan en diciembre será discutida por mucho tiempo. Pero habrá algo difícil de contrastar para el oficialismo y la oposición: el kirchnerismo le dejará al próximo presidente un sindicalismo fuerte con el que deberá sentarse a negociar aumentos de sueldo, condiciones de trabajo y conquistas sociales. 

La recuperación económica y la creación de millones de puestos de trabajo –sobre todo en el gobierno de Néstor Kirchner- le devolvieron a los sindicatos el poder político que habían perdido durante los años menemistas en los que paradójicamente muchos dirigentes se enriquecieron. 

Más allá de la chatura y la obsecuencia pública de figuras como Antonio Caló y Ricardo Pignanelli, la UOM y el SMATA son el exponente más claro de ese fortalecimiento porque incorporaron a decenas de miles de trabajadores a su estructura y se volvieron en actores imposibles de ignorar a la hora de discutir paritarias. Entre 2003 y 2014, el gremio que condujo Lorenzo Miguel pasó de 90 mil afiliados a 250 mil y el SMATA de 50 mil a 100 mil.

Los candidatos a presidente que quieren suceder a Cristina Fernández parecen no registrarlo, pero hoy existe una nueva clase trabajadora que nació sin el miedo a perder el trabajo ni la veneración por los viejos caciques sindicales y que además se acostumbró a tener un altísimo nivel de consumo. Mecánicos, metalúrgicos, petroleros, camioneros y mineros son en muchos casos trabajadores que tienen mejores sueldos que la mayoría de la clase media de profesionales. Con sólo ver a dónde se van de vacaciones bastaría para advertir el cambio en el poder adquisitivo, la cultura y las aspiraciones de los nuevos obreros.

Héctor Recalde supo ser abogado de Hugo Moyano

Sin embargo, el mapa laboral está fragmentado como nunca. La contracara de los asalariados afectados por el Impuesto a las Ganancias está en la cifra enorme de trabajadores en negro que el kirchnerismo no quiso, no pudo o no supo incorporar a la formalidad. 

El 33,5 por ciento de acuerdo a los datos del INDEC, casi cinco millones de personas. El número es mayor aún de acuerdo a las estimaciones de las centrales sindicales opositoras. 2014 fue el peor año no sólo para ellos sino también y por primera vez para los trabajadores registrados del sector privado que perdieron entre 5 y 10 puntos de poder adquisitivo en la carrera contra la inflación. Según los datos del tercer trimestre de 2014 que difundió el INDEC y pone de relieve el periodista especializado en temas sindicales Jorge Duarte, el 75 % de la población ocupada de la Argentina gana menos de 8 mil pesos mensuales y apenas un 10 por ciento gana más de 12 mil pesos.

Son muy pocos y de alcance reducido los estudios sobre la composición, la sensibilidad, el pensamiento y la ideología de la clase obrera que deja el kirchnerismo. Entre esos millones de nuevos asalariados surgieron nuevos delegados, comisiones internas y dirigentes sindicales que sobrevivirán al kirchnerismo y discutirán con las gerentes de recursos humanos de las empresas más grandes de la Argentina. 

Aunque todavía no los conozcamos, de adentro de esa camada de laburantes está naciendo el nuevo Hugo Moyano que pretenderá liderar en los próximos 20 años a los trabajadores argentinos. Están surgiendo además delegados de izquierda más o menos conocidos que en algunos casos confluyen con el peronismo y en otros casos se enfrentan fuertemente como sucedió en 2014 ante los despidos en el sector autopartista.

Aunque los inoxidables burócratas sindicales como Andrés Rodríguez, Gerardo Martínez, Armando Cavalieri, José Luis Lingieri, Omar Viviani también se vieron fortalecidos y recibieron un trato preferencial de los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, el límite a esos dirigentes surge de tres factores que se conjugan en su contra: el paso del tiempo –en 2014, murió Oscar Lescano después de 30 años al frente de Luz y Fuerza-, los fallos de la Corte Suprema a favor de la libertad sindical y los reclamos de participación y democracia sindical que se multiplican en distintas empresas y sectores. 

La posibilidad de permitir la participación y la elección de dirigentes en elecciones transparentes sin padrones truchos y la creación de nuevos sindicatos no sólo es una bandera de las comisiones internas combativas sino que tiene voceros dentro del propio gremialismo como Facundo Moyano. El diputado que hoy está alienado con Sergio Massa es uno de los pocos que advierte que el sindicalismo peronista viene perdiendo terreno por lo bajo a manos de los delegados de izquierda que ganaron protagonismo en fábricas y lugares de trabajo en los últimos años.

El kirchnerismo fue votado masivamente hasta 2013 por los trabajadores pero nunca logró tener dirigentes de peso propios: se alió durante 8 años con Moyano, alquiló a Los Gordos que habían sido ultramenemistas y sumó a la CTA de Hugo Yasky que tiene escasa influencia en el sector industrial.

Durante sus gobiernos, Cristina se cansó de apelar a un discurso anti-sindical y buscó enfrentar a los trabajadores mejor pagos con los sectores más postergados. Sin embargo, los paros nacionales de 2014 demostraron que ningún candidato a presidente quiere darle aire a los sindicatos, aunque tengan razón en sus reclamos. Aún los presidenciables del PJ los ven como una amenaza y la dirigencia gremial lo sabe. Como me dijo uno de los nuevos sindicalistas, Jorge “Loma” Ávila, el poderoso secretario general del Sindicato de Petróleo y Gas de Chubut: “Creo que todos los políticos están en contra de los sindicatos. El enemigo siempre está ahí, no es que se va, por más peronistas que se digan, siempre estamos en esta pelea”. Gobernar esa tensión será una de los desafíos que el próximo presidente no podrá ignorar si quiere arrancar su mandato con el pie derecho.