El reino del revés: los docentes que cometen errores

Todos los critican pero nadie se detiene a darles una ayuda. ¿De quién es la responsabilidad?

El reino del revés: los docentes que cometen errores

Por:Ana Montes de Oca
Periodista

Directivos y padres se quejan de que los docentes son cada vez más brutos. Que tienen faltas de ortografía, que no saben explicar, que tienen malos tratos. Sin embargo, nadie hace algo por ayudarlos o por cambiar esta situación.

Hace tiempo corría en las redes sociales una foto de una docente que había corregido a una mamá escribiéndole que no “corriga” a su hija. Las faltas de ortografía entre docentes parece ser una moneda cada vez más común y sobran las muestras. Las mamás se quejan pero también lo hacen las directoras y, como siempre, es más fácil echarle la culpa al docente y cortar el hilo por lo más fino.

Distintas directoras consultadas por Mendoza Post coinciden en que el nivel de los docentes baja cada año y cada vez es más difícil encontrar docentes “realmente preparados”. Sin embargo, a la pregunta de cuándo un docente está realmente preparado responden vagamente. Que la ortografía, que la vocación, que una buena base de cultura general. Ni los propios directores saben certeramente qué buscan en un docente, salvo ocupar las horas.

Por otro lado están los padres, en su mayoría madres, que se quejan principalmente de la ortografía pero poniéndola en el lugar del ejemplo. ¿Qué puedo esperar de una maestra que no sabe escribir como corresponde?, alegan. Pero al mismo tiempo confiesan que ellas tampoco escriben muy bien y que tienen faltas. Claro, al docente, eso no se le perdona.

Obviamente los padres queremos que nuestros hijos tengan la mejor educación, y nos enojamos cuando vemos en los cuadernos o carpetas que el maestro no corrigió errores que nos saltan a la vista, pero mucho más nos enojamos cuando vemos notas de las maestras mal escritas. Para esas mamás, la maestra tiene la obligación de hacer lo que ellas no pueden.

“Yo tengo muy mala ortografía pero no quiero que mis hijos tengan errores, para eso van a la escuela, para eso los mando, para que no terminen como yo”, dijo Luciana, mamá de una nena de tercer grado de una escuela pública. Ahora bien, Luciana fue al primario y también al secundario, pero cuando se le pregunta por qué ella tiene mala ortografía no tiene problema en aceptar que “nunca le di demasiada bola”. ¿pero que tu hija tenga mala ortografía es culpa de la maestra?, le pregunto. Y se queda pensativa.

La capacitación docente

En Mendoza existen distintos institutos, públicos y privados, donde se estudia para ser maestro y ponerse al frente de la clase. Desde la carrera universitaria de la UNCuyo, hasta terciarios privados como la Fundación Rayuela, los maestros estudian mucho pero coinciden en que nada los prepara para pararse frente al pizarrón.

“En las carreras docentes hay muchas cosas que se dan por supuestas, como por ejemplo que tengas buena ortografía o que tengas una buena cultura general de base. No tenés obviamente, una materia que te enseñe de nuevo las normas ortográficas porque se supone que eso lo aprendiste en la escuela. No tenés materias que ahonden en la historia o en ciencias sociales como para que después no te mandes cualquiera en el aula confundiendo algún concepto. Tenés buenas materias de didáctica o de pedagogía, pero todo parte de la base de que vos ya sabés lo que tenés que enseñar”, explicó María Teresa Marini, docente de nivel primario con muchos años de experiencia en escuelas de Las Heras.

Y es claro, las carreras docentes no se basan en los contenidos específicos de cada área docente, sino en el cómo enseñar, Y es válido. Claramente, de eso se trata enseñar: de saber cómo transmitir los conocimientos.

Sin embargo, parece ser que la falla empieza ahí. “El problema comienza en la gestión, acá hace falta liderazgo educativo, y cuando falta ese liderazgo obviamente no sale nada bueno de ahí”, aclaró Alejandro Castro Santander, asesor en temas de educación, conferencista internacional y palabra más que válida en el tema.

“El ejemplo a seguir es el de Finlandia. Allá la docencia no es una salida laboral sino una carrera verdadera y compleja. No cualquiera da clases sino que hay una selección muy rigurosa de quiénes son los que van a dar clases. Acá es necesario preguntarse quién y cómo se forma al formador”, aseguró.

Sin embargo, Castro Santander hizo hincapié en que “también hay una desvalorización de la sociedad sobre el docente, comenzando por el sueldo bajísimo que se les paga, como si su función no fuera importante”. Claro está, que entonces tampoco se le puede exigir demasiado.

“Las críticas siempre caen en el docente, pero no en el sistema educativo”, aseguró el experto en educación a la vez que agregó que “hay gente que no debería estar en educación pero también hay mucha gente valiosa que no es para nada reconocida”.

Alejandro Castro Santander

Finalmente, recordó que es imposible tener un sistema educativo de calidad sin docentes de calidad y remarcó que la atención hay que ponerla en quiénes son los que forman a los docentes y cómo se los evalúa.

¿Quién ayuda?

Tanto los docentes recibidos como algunos maestros de docentes que dan clases en distintos institutos (muchos incluso trabajan en ámbitos públicos y privados formando futuros maestros), coinciden en que las carreras de formación docente se centran en darle al futuro maestro herramientas pedagógicas. “No se supone que tengas que enseñar conceptos básicos porque se trata de una carrera de grado o un terciario. Es como si en arquitectura te tuvieran que enseñar qué es una recta”, acotó una docente del terciario del Tomás Godoy Cruz, uno de los que más maestros arroja al sistema educativo luego de la carrera de la Facultad de Educación Elemental de la UNCuyo.

“El tema es que si vos no tenés buena ortografía desde el secundario, nadie se va a sentar con vos a enseñarte”, reclamó una docente que acepta tener fallas en la escritura y no encontrar ayuda. “Se te quejan los padres, la directora y hasta la supervisora, pero nadie te ayuda. Si vos aceptás que tenés errores y pedís ayuda te dicen que te pongas a leer, ¡como si tuvieras tiempo! Entonces te cansás y seguís dando clase con culpa, sabiendo que tenés errores que no deberías porque sos la maestra, pero bueno, ¿quién no tiene un error de ortografía? Al final, te acostumbrás a la queja y se acostumbran los padres y los directivos, porque en el fondo, tenés que enseñarles cosas más importantes como a cuidarse de que no les peguen o no los violen. Nosotras somos las que tratamos día a día con los chicos, y tenemos que adaptar lo que enseñamos a la realidad que ellos viven. Si vos tenés una alumna de 7 años que te cuenta que el abuelo o el tío la manosea, te aseguro que no te preocupa enseñarle ortografía”, sentenció Mabel Pirañés, maestra jubilada de segundo y tercer grado de distintas escuelas públicas rurales.

“Yo soy bruta, soy una docente bruta, escribo con faltas de ortografía porque nunca leí demasiado. Pero’ ¿sabés qué? He vivido mucho y he vivido en lugares donde las prioridades no son las de las escuelas de la Ciudad. Es muy fácil pensar en errores ortográficos cuando no tenés que lidiar con nenas de 9 o 10 años embarazadas por el propio padre. A esas nenas no les hablas con ortografía, no les sirve una mierda la ortografía, lo único que les sirve, es un abrazo tardío”.

Mabel nos ubica y pregunta: “A los padres, directores y todos los que se quejan de los maestros brutos, a mí me gustaría preguntarles dos cosas. ¿Qué hacen para ayudar además de quejarse? ¿Se ofrecen a pasar tiempo con el docente para enseñarle a escribir bien? Te aseguro que no. Y por otro lado les diría que revean bien su concepto de ‘bruto’ porque escribir con ge lo que va con jota es una reverenda idiotez en estos tiempos. Tenemos que ocuparnos de cosas mucho más importantes ¿o son tan brutos que no se dan cuenta?”