La feria mendocina que vive al borde del delito

La feria del Usado de Guaymallén es un centro de compraventa de objetos presumidos de ser robados. ¿La facturación? Bien, gracias.

La feria mendocina que vive al borde del delito

Por:Ana Montes de Oca
Periodista

A pesar de que en el año 2005 el municipio de Guaymallén la clausuró, de la mano de una sociedad anónima y en un enorme predio, a pocos metros de donde estaba antes, la Feria del Usado sigue recibiendo cada domingo cientos de personas que compran sin preguntar de dónde sale lo que se vende.

“¿Me podés dar factura?”, es la pregunta que nadie debe hacer en la feria, porque la respuesta es obvia y la acompaña una cara de pocos amigos. Hay incluso quien se anima, depende de cómo se encare la charla, a no negar que ahí se venden muchos artículos robados.

La feria tiene más de 100 puestos de los más diversos rubros: zapatos y zapatillas, ropa, herramientas, antigüedades, artefactos del hogar, muebles, plantas, pájaros, comestibles secos al por mayor y menor, juguetes, estéreos de auto, gomas de auto de todos los tamaños, cuadros de bicicletas, bicicletas enteras, motos, bombas de agua, faroles de gas, y un sinfín de partes de auto, desde asientos hasta micas. Y todo está mezclado en mesones o en el piso.

Los precios no son una ganga: una cubierta 16 sale unos 400 pesos, lo mismo o más de lo que se puede conseguir por Mercado Libre. Quienes venden, aseguran que no son robadas aunque no den ninguna boleta de compra. 

“Acá tenemos palabra, si tenés algún problema venís y me decís, yo estoy todos los domingos así que me encontrás”, aseguró uno de los puesteros.

Un hombre que vende bicicletas (o más bien lo que queda de ellas) fue un poco más franco. Buscando una bici de niño entre montañas de cuadros, ruedas, pedales y asientos, confesó entre risas que no conseguía de niño “porque los chicos están bravos, no te dejan chorearles la bici”.

Las camionetas con bártulos para la venta llegan todo el tiempo y familias enteras comienzan a bajar un espejo con marco de madera, un paragolpes, dos butacas de auto, una plancha, una lámpara con la tulipa despegada, algunos pares de zapatillas… todo está bastante sucio, salvo las zapatillas.

Pajaritos de pelea

Sorprende la cantidad de puestos donde venden pájaros de distintos colores y tamaños. Antes del mediodía (hora en que aún no están todos los puestos ocupados) hay cerca de siete, y otros tantos que venden cualquier otra cosa también tienen alguna jaulita con dos o tres pichones.

Saben que la venta de aves silvestres está prohibida, pero ríen al respecto aunque aclaran que “no traemos reptiles porque si ya estamos con el corazón en la boca con los pajaritos ahí sí que se nos arma gorda”.

En una camioneta, dos jóvenes de unos 20 años improvisaron su “local” y pusieron algunas cosas arriba del capó: una notebook, una plancha, algunas partes de auto del tamaño de una mano, algunos adornos. Tienen también unas 4 jaulas con pájaros, pero a diferencia de otros, donde se pueden ver hasta 8 aves en la misma jaulita, éstos están solos. “Es que son pájaros de pelea”, explicó uno de los muchachos. 

“Ahora se hacen las peleas de aves, ponen en un círculo cuatro o cinco y les tiran algún pichoncito, no sabés, los hacen pelota. ¡Y la gente apuesta y mucho!”.

El insólito negocio de los pájaros de pelea

Según dicen, cuanto más peleador sea el pájaro, más se paga y un buen luchador puede salir hasta, lea bien, diez mil pesos. En una de las jaulas un ave de unos 25 centímetros picoteaba con furia los metales de la jaula, el pibe le acercó un espejo y el pájaro, al verse, comenzó a chillar picotear y aletear como si realmente quisiera asesinar al reflejo. “Este es bueno, a este lo vendo en dos lucas”.

Es evidente que la venta de aves silvestres funciona y muy bien. “De los peleadores podemos vender hasta diez por domingo”, aseguraron los muchachos,” y los otros se venden mucho también, la gente los compra por el canto pero la mayoría de estos pájaros no canta nada”.

Seguridad privada y patio de comidas

Más allá de la clandestinidad de lo que se comercia en la feria, el predio en sí poco tiene de clandestino. Un enorme cartel que se ve desde el carril Godoy Cruz antes de Tirasso, donde está el enorme lote, da la bienvenida a LA GRAN FERIA DEL USADO. También hay una garita donde se paga la entrada de $20 por familia, justo al lado de un local de chapa que reza “Asesor de Seguros”, mismo rubro con el que figura la feria en Facebook.

También hay un estacionamiento perimetrado con red plástica naranja “Para motos y bicicletas” donde hay un cuidador que cobra a voluntad.

Y por si el sol es abrasador, hay un “patio de comidas” techado, con unas mesas y sillas donde uno se puede sentar a tomar un licuado, una cerveza y comer un choripán.

Otro de los procedimientos contra la feria del Usado

La connivencia con el municipio se nota de entrada y el patrullero en la puerta no la disimula, ni el par de policías uniformados que caminan por el predio. 

Sin embargo, hay muchos guardias más caminando entre la gente o apoyados en algún árbol, por más “de civil” que estén se notan sus miradas y sus armas puestas en la espaldas, debajo del cinturón.

Ir a vender a la feria sale, según la encargada, $110 por domingo, y todo lo que hay que hacer es llevar la plata, el tablón “y la lona si querés techo”, lo único que no se permite es repetir rubro y hay un cartel en la entrada que detalla todo lo que ya se vende ahí. Apenas saliendo, otro cartel indica dónde alquilan los tablones y lonas “para feria”.

La lista de lo que se vende es larguísima, así que no queda mucha posibilidad. Pero se nota que se vende mucho porque más de un puestero, cuando se le pregunta por algún producto, asegura “recién llegado, está calentito todavía”.

(Fotos meramente ilustrativas)