La mano dura de Átomo

Las historias de maltrato a los empleados y beneficencia a los pobres se mezclan en la cadena de precios populares.

La mano dura de Átomo

Por:Ana Montes de Oca
Periodista

 Trabajar en Átomo fue la peor experiencia que tuve en mi vida”, aseguró la mayoría de los empleados y ex empleados consultados.

Es que la cadena de supermercados, no sólo les roba parte del sueldo a sus empleados, sino que los someten a una política de humillación y maltrato que internamente se conoce como “la Ley Millán”. Esta norma dice “o maltratás o te pasan por encima”, y así se adoctrina a jefes, subjefes y supervisores y cada empleado que quiere ascender debe demostrar ser un maltratador. Y chupar las medias.

La implementadora de esta política es la esposa de José Millán, quien fundó el primer almacén en Las Heras y luego extendió la cadena por todo Cuyo. “Elodia de Millán, era por aquellos años empleada de la madre de José y luego, cuando se casó, es como que tener todo ese poder la hizo volverse así. En los locales se la conoce como ‘la señora’ y que ni se te ocurra hacerle algún reclamo porque te despiden a vos y a tu supervisor por no haber atajado la queja”, contó Rosana, que trabajó un par de años en una de las sucursales.

(Video 1: incidente entre empleados y un supervisor, por el desayuno)

La semana pasada, Jonathan Neira, delegado sindical del supermercado, filmó a la señora Millán impidiéndole el paso con un guardia de seguridad cuando él iba a hablar con sus compañeros por francos no otorgados. Elodia lo mandó a “darles trabajo y de comer a los compañeros”.

“La Señora se la pasa recorriendo los locales y maltratando gente, da tanto miedo que cuando la ven venir todo el mundo corre a esconderse en algún lado, se te acelera el pulso y todos saben que o tenés todo en orden o te despide al instante. Es peor que en la dictadura, nadie se anima a decir nada, si empieza a cagar a gritos a alguien al lado tuyo y te ve un mínimo gesto también te echa, así que todo el mundo mira al piso”, señaló un empleado que empezó hace un par de meses y quiere renunciar cuanto antes.

“La empresa se maneja con una política de miedo, la amenaza de echarte está en todo y en todos, a los encargados o supervisores les hacen creer que si no tienen cagados a los empleados los que van a cagar son ellos” aclaró Gastón, que fue supervisor hasta que renunció el año pasado. “Y como nunca te hacés amigo de nadie, no te cuesta nada maltratar al otro”.

(Video 2: El inicidente entre Elodia Millán y el delegado Jonathan Neira)

Las amistades son imposibles porque otra de las tareas de los que tienen algún cargo se trata de impedir que se formen amistades. “Divide y reinarás” es otro de los pilares de la Ley Millán. “En cuanto se forma un grupito empiezan los traslados, y el problema es que nadie quiere que lo trasladen porque si te cambian de sucursal perdés las vacaciones”, explicó un supervisor.

“Con las vacaciones siempre es un tema porque ellos te trasladan en diciembre y te dicen que no podés tomarte licencia si recién empezaste en esa sucursal. O te las dan cuando a ellos les conviene y vos no podés hacer nada y te tenés que quedar mudito”, denunció.

“Gracias a los reclamos del sindicato hay algunas cosas que cambiaron, por ejemplo, antes te suspendían por cualquier cosa pero te obligaban a ir a trabajar igual y no te pagaban el día. Siempre te están tocando el sueldo. Las horas extras no se pagan nunca”.

Otra empleada contó que el año pasado, antes de una fecha de gran venta como el día del niño o de reyes, tenían que quedarse varios repositores para ordenar la mercadería. “A la hora de salida nos hicieron firmar el libro como que nos íbamos pero teníamos que seguir un montón de horas, y si te negabas a colaborar te sancionaban o te despedían”.

Otra de las colaboraciones que suelen pedir son los “vales”. Si falta plata en una caja, el empleado tiene que firmar un vale por esa cantidad de dinero y a fin de mes, se le descuenta del sueldo.

Prohibido enfermarse, permitido morirse

Bajo la misma premisa de infundir terror, la empresa se encarga de hacerle saber a los empleados que, si se enferman, están siendo malos empleados y eso tendrá algún castigo.

De hecho, en el primer piso del Átomo central de San Martín e Independencia tiene su oficina la auditoría médica a cargo de la doctora Salas. Ella es la que se encarga de aplicar la ley Millán y rebaja cualquier licencia dada por médico de cabecera y obra social a uno o dos días. A veces, revisa al paciente. Generalmente, sólo pregunta los síntomas e invalida el certificado médico.

Y así murió Cristian Agüero, a los 28 años. Cristian tenía un severo cuadro de neumonía y el médico de la obra social le había dado 12 días de licencia. Sin embargo, Salas consideró que era demasiado y sólo le dio dos días de reposo. Cristian se reincorporó a trabajar el 18 de septiembre de 2013, cuando llegó a su casa empeoró y murió en la madrugada del 19.

“De la muerte del pibe no se podía hablar”, reconoció el supervisor, “nunca supimos si la familia hizo juicio, pero los Millán arreglan todos los juicios que les hacen”.

El tema es que además, las mismas políticas explotadoras son las que enferman a los empleados: no les dan los descansos necesarios, no cumplen con los francos enteros que deben dar sino que dan medio francos y tampoco les dan los implementos necesarios para su propio cuidado como guantes o barbijos.

“Una vez me mandaron al depósito a acomodar fideos, las ratas que había eran impresionantes, y yo fui a ver quién me podía dar unos guantes porque tenía miedo de que me mordieran. El supervisor me trató re mal, me basureó a los gritos y me dijo que si quería guantes buscara en limpieza y los pagara”, relató Rosana.

“El trato es inhumano, a un compañero mío que llegó a trabajar llorando porque se le murió el hijo con días de nacido, le contó a La Señora y ella le dio un par de días de licencia, pero después le hicieron devolver las horas”.

El lado bueno

Los trabajadores aseguraron que ese trato deshumanizado y explotador viene sin dudas de la mano de Elodia Villareal, pero que a veces, si se le plantea algún problema personal de buena manera “en general te resuelve”.

“Yo he visto señoras que han venido a pedirle trabajo para algún hijo y ella siempre les da algún laburo”, dijo Rosana. Al mismo tiempo, se sabe que su marido José siempre ha colaborado en distintos planes para dar trabajo a ex presos o jóvenes sin estudios.

(Video 3: perfil publicado por sindicalistas)

Rosana aseguró que colaboraba muchísimo con el comedor brazos abiertos, y también se pedía que no se dijera una sola palabra.

El año pasado hubo rumores de que él había donado mil palmeras que se ubicaron sobre el Acceso Este, pero el empresario lo negó rotundamente.

Lo cierto es que desde el Sindicato de Empleados de Comercio aseguran que son innumerables las multas que paga la empresa por el maltrato. Hay incluso denuncias de golpes por parte de los guardias de seguridad en varias sucursales tanto de Mendoza como de San Juan y el año pasado un tribunal laboral de san Rafael condenó a la firma a pagar el despido de un empleado que demostró que lo habían hecho desnudar en el baño a la fuerza acusándolo de haberse quedado con un faltante de cien pesos.

Guzmán reveló qué le dijo Elodia Millán

En ese contexto, Mauricio Guzmán, subsecretario de Trabajo de la provincia, confirmó que "son millones de pesos que Átomo ha tenido que pagar en multas". Agregó que el sindicato de Empleados de Comercio siempre está pidiendo inspecciones y que "los motivos son de lo más diversos, pero el más recurrente es por el control del ausentismo", haciendo referencia a la auditora médica que baja los días de licencia.

Guzmán reconoció que los Millán tienen incluso varias de estas multas recurridas en la justicia y que esto alarga todos los trámites. "Elodia ha venido personalmente a hablar conmigo, ella sostiene que la perseguimos", concluyó.

Finalmente...

Este diario intentó contactarse con los dueños de Átomo para conocer su versión de la historia, pero nunca respondieron.

Parece ser que los Millán se creen dueños de las personas que trabajan para ellos, pero a pesar del fallo judicial que consideró una vejación desnudar al empleado, la humillación sigue siendo la política laboral.