Amantes y desprecio, la biografía más polémica sobre San Martín

El periodista e historiador José Ignacio García Hamilton escribió “Don José” hace 15 años. Un bombazo al bronce de los próceres. Asomate.

Amantes y desprecio, la biografía más polémica sobre San Martín

Por: Mendoza Post

Cuando el periodista, escritor e historiador tucumano José Ignacio García Hamilton publicó en el año 2000 su biografía sobre San Martín, "Don José", fue un escándalo. El texto nos mostró a un San Martín pleno de vicios y defectos humanos, promonárquico, con ciertos rasgos autoritarios, y de una compleja relación con su mujer Remedios, a quien no fue a ver en su lecho de muerte ni siquiera cuando ella se lo pidió. Estuvo cuatro años sin verla y recién varios meses después de su fallecimiento, fue a buscar a su hija.

El libro Don José, que se puede bajar gratis de varios sitios y aún se consigue en algunas librerías, rompió con el militarismo del siglo XIX y XX con el que se estudiaba a San Martín. García Hamilton murió a los 65 años en el año 2009, y muchas veces contó lo problemático que fue presentar su libro “Don José”, una obra potente y de lectura sencilla.

El libro revela cómo la sociedad rioplatense de entonces le despreciaba a San Martín, le llamaban “soldadote” cuando aparecía en algún evento, y no le tenían el más mínimo respeto. Su carrera política fue muy compleja también.

Criticado por los historiadores clásicos, el autor soportó en la presentación de su libro en varias provincias todo tipo de incidentes, insultos, abucheos, de quienes no toleran otro San Martín que no fuere el del caballo blanco. Incluso hubo problemas en Mendoza, cuna de la acción de San Martín.

Los capítulos más jugosos del libro, además de los políticos y los de la gesta sanmartiniana, tienen que ver con los orígenes de San Martín y son su relación con la peruana Rosa Campusano, a quien la sociedad limeño llamaba “la protectora” en modo despectivo.

Nueva réplica del sable corvo que reemplazó a la robada este año.

Aquí, reproducimos un fragmento del libro.

“…A San Martín lo apodaron como "El Cholo" o el "Tape de las Misiones", por su apariencia de mestizo. Cuando José fue designado gobernador de Mendoza, se insubordinó contra el director supremo, Carlos de Alvear, y contribuyó a precipitar su caída. Al iniciar el cruce de los Andes, San Martín envió a su esposa y a su pequeña hija a Buenos Aires, a casa de sus padres. En Santiago de Chile tuvo un romance con una dama y una noche, al visitarla en su casa, advirtió que estaba compartiendo sus favores con un oficial bisoño, el hermano menor de Manuel Olazábal. Prudentemente, Olazábal dejó el campo libre a su general. Desobedeciendo las instrucciones del gobierno de Buenos Aires, que le había ordenado volver al Rio de la Plata para impedir las invasiones de los caudillos federales del litoral, San Martín inició su expedición a Perú con el grado de brigadier general de Chile, bajo la bandera de este país y con su apoyo económico. Desembarcó en Huaura, donde estableció su cuartel general por varios meses. Por las noches solía visitar la estancia azucarera de San Nicolás de Supe, donde sostuvo una relación con su propietaria, Fermina González Lobatón. Una tradición peruana afirma que el hijo que esta mujer tuvo nueve meses después, había sido engendrado por Don José. Al llegar a Lima asumió el protectorado (pese a que el mandato chileno lo había desaconsejado) y allí mantuvo un "affaire" con Rosa Campusano, una guayaquileña que había actuado como espía a favor del bando patriota. Cubierta su cabeza con un velo y vestida con manto, Rosa había distribuido más de una vez panfletos subversivos y había ocultado en una casa a varios oficiales españoles que habían desertado para pasarse a las fuerzas revolucionarias. Don José se instaló en una residencia en el pueblo de la Magdalena y allí solía atender el despacho diario, que uno de sus ministros le llevaba desde Lima. Rosa, que era soltera, lo acompañaba con frecuencia y, los sábados a la noche, partían en lujosa carroza rumbo a las fiestas de la capital, ella con vestido y zapatos de seda y él con su nuevo uniforme de general, con abundantes hilos de oro. Cuando el Protector incluyó a Rosa entre las ciento doce mujeres condecoradas con la Orden del Sol, la sociedad tradicional limeña lo consideró una afrenta. Resistido por los realistas por sus exacciones, y rechazado por los republicanos por sus planes monárquicos, San Martín no tenía tropas suficientes para vencer a los españoles acantonados en la sierras. Viajó entonces a Guayaquil a solicitar refuerzos a Simón Bolívar, que vivía momentos de victoria. Bolívar se los prometió pero en número muy insuficiente, y Don José se deprimió al comprender que su hora había llegado. Esa noche y a la mañana siguiente, pareció consolarse con la compañía de una joven viuda, Carmen Mirón y Alayón, cuyos descendientes llevan hasta hoy el apellido San Martín. Don José renunció al Protectorado y viajó hacia su chacra de Mendoza, donde recibió una carta de su esposa, a quien no veía desde hacía cuatro años. Moribunda de tisis en plena juventud (tenía apenas 25 años), Remedios le pedía que fuera a Buenos Aires a darle su último adiós. San Martín, sin embargo, optó por quedarse en Mendoza y recién partió varios meses después de su fallecimiento, a buscar a su hija de siete años. Le costó sacar a su chiquilla de la casa de su abuela y marchó con ella a Europa, donde habría de vivir casi tres décadas. Allí murió viudo y ya abuelo, el 17 de agosto de 1850”.

Foto de portada: Entrega de la réplica del sable corvo de San Martín, en la Junta de Estudios Históricos de Mendoza, la semana pasada.