120 muertos en accidentes de tránsito en la provincia en seis meses y controles escasos. Testimonios.
Así manejamos borrachos y matamos en Mendoza
Mendoza tiene, de enero a junio, 120 habitantes menos. Son 120 personas que murieron en incidentes viales, según los datos recopilados por Voluntarios en Red, una ONG dedicada a difundir y concienciar sobre la seguridad vial.
De los 120 muertos, 46 tenían entre 18 y 30 años y 32 tenían una edad entre 31 y 50. Doce de los muertos eran niños menores de 17 años.
Según la encuesta nacional sobre prevalencia de sustancias psicoactivas, del Ministerio de Salud de la Nación, Mendoza está primera en el país en consumo de alcohol en el último mes. Es decir, de todas las personas a quienes se les consultó, habían ingerido alcohol dentro de los 30 días anteriores el 63,3%, superando incluso a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, que registró un 62%. Además, la bebida con más prevalencia en nuestra provincia fue el vino.
Hugo Fiorens, integrante de Voluntarios en Red, señaló que el problema de los conductores ebrios crece día a día y los controles no son suficientes. “Hay pocos controles viales y encima los que hay se ponen en lugares obvios, por eso no sirven. Tengo entendido que en la provincia entera hay 18 alcoholímetros, uno por departamento, de los cuales incluso varios no funcionan. Acá hay que implementar leyes más estrictas, controles rigurosos y sanciones que sirvan. Plantean meter presos a los que conducen alcoholizados, pero ¿adónde los van a meter si no hay lugar? Nosotros creemos que sería mucho mejor implementar un servicio comunitario, que vayan a empujar camillas a un hospital y vean lo que es trabajar en una guardia donde llegan los heridos por accidentes”.
Desde hace unos días, la ONG Protectora planteó la posibilidad de hacer un “toque de queda” y cerrar los comercios de 2 a 6 para evitar la escalada de muertos y heridos viales. Fiorens opinó que “la idea es buena para poner el tema en debate, para que hablemos de cómo solucionar este problema, pero como solución no la veo muy factible”.
Mauricio Girolamo es psicólogo e integra el equipo del recientemente formado Observatorio de Consumo Problemático de Sustancias, dependiente de la facultad de medicina de la Uncuyo. Aseguró que “hay una gran permisividad de padres a hijos juntamente con una falta de ejemplos que se ve cada vez más”.
En este sentido cabe recordar que en abril echaron al titular de la subdirección de Diversión Nocturna por manejar borracho. Gonzalo Sánchez era justamente el encargado de regular y hacer cumplir las reglamentaciones sobre la diversión en boliches y fiestas. Además, mucho se habla de los jóvenes que manejan borrachos pero Reinaldo Coco, el conductor ebrio que iba a contramano por calle Perú y embistió a dos jóvenes que iban en una moto, matando a uno y dejando al otro en estado crítico, tiene 47 años. El pibe que mató había cumplido 28 el día anterior, y el que está internado, 23.
“Hay una cosa adolescente en muchos adultos que tienen esa sensación de impunidad, de que pueden manejar perfectamente aun cuando hubiesen tomado. Creen que no les va a pasar nada. Y esos ejemplos los reciben los hijos. Antes había un temor reverencial hacia los padres, eso ahora se ha perdido porque el acercamiento entre padres e hijos está bien y funciona para la comunicación, pero lo que se ve ahora es esto: actitudes adolescentes en los padres, falta de límites y excesiva permisividad”, enumeró Girolamo.
"Antes había un temor reverencial hacia los padres".
Agregó que “los padres le permiten a los hijos tomar alcohol desde muy chicos y hay un concepto tremendamente erróneo en la sociedad que es el de la cultura alcohólica. Cultura alcohólica tiene alguien que tiene conocimientos técnicos sobre las bebidas, no alguien que toma mucho, eso se llama tolerancia y es un mecanismo psíquico que constituye el principio del alcoholismo: el cuerpo tolera más para poder ingerir cada vez más.”
Para el psicólogo, además de la falta de controles en la familia, también deberían intensificarse los controles en la calle, hacerlos más intensivos y aplicar condenas mucho más severas. Además, hay una presión social para beber, en lugar de para no beber y “una banalización de la sociedad sobre el abuso, no sólo del alcohol, sino de la marihuana y otras sustancias".
"Un padre que permite tener plantitas permite todo".
“Para modificar una conducta, una persona necesita primero tomar conciencia. Un joven difícilmente pueda tomar conciencia si los padres no lo hacen”, advirtió, y recordé cuando un amigo me contó que su hijo había chocado el auto cero kilómetro a los dos días de que se lo comparan. El padre fue a buscar al hijo a la comisaría y, claro, le dijo de todo. El hijo no le habló durante todo el trayecto de regreso: “Cuando llegamos a la casa, me llevó a mi pieza, abrió mi mesa de luz y me señaló: había porros, Viagra, Clonazepán, forros y hasta un raviol. Después me preguntó si tenía algo más para decirle…”
Girolamo pidió más responsabilidad a los padres: “los chicos salen a bailar y cuando llegan, los padres duermen. Yo les digo que hagan un esfuerzo y se levanten, que los reciban, que charlen con ellos y vean en qué estado llegan. Eso sirve mucho”.
“Tuve más de 20 accidentes y seguía tomando”
“N” hace un año y medio que está sobrio. “Siempre fui un apasionado del volante, cuando era chico en las siestas le afanaba el auto a mi viejo y me iba a correr por ahí. El primer accidente lo tuve el día que me dieron el carnet. Volvía del boliche totalmente chupado y me llevé puesto un taxi”, recordó.
“Creo que tuve como 20 accidentes por manejar borracho"
" Nunca maté a nadie, y nunca fui consciente de que podía llegar a matar a alguien, para mí, cada choque era pura mala suerte pero al mismo tiempo tuve la suerte de no sufrir nunca grandes lesiones.”
“El último choque fue para un Año Nuevo, yo en ese momento trabaja de remis trucho, y también trabajaba borracho. A la noche, cuando volvía de hacer un viaje y estaba yendo al camping donde iba a pasar la fiesta con mi familia, doble más en una curva y caí con el auto al río. Caí con las ruedas hacia arriba, el auto se hundía, el agua entraba y yo no hacía nada, ni siquiera intentaba salir. Fue como que me entregué, que dije ‘bueno, acá se termina todo’ pensaba que recién había empezado a pagar el auto, pero nunca pensé que tenía que dejar de tomar, y cuando el agua me empezó a tapar la nariz ahí reaccioné y rompí la luneta y salí. Cuando llegué y conté mi familia me decía que tenía que alegrarme de estar vivo. Es que la familia y los amigos apañan tu conducta y la minimizan como para cubrirte, yo me despertaba sin saber ni siquiera en qué o cómo me había vuelto y veía el auto estacionado y me quedaba tranquilo, y dos días después nos juntábamos con mis amigos a contar mis hazañas…” señaló con autocrítica.
“Ese Año Nuevo festejé estar vivo, sentía que había nacido de nuevo. Pero un par de días después, cuando pasó el efecto del alcohol y me di cuenta de lo que había pasado me sentí tan mal que seguí chupando para no pensar, pero esa sensación de haber querido morirme ahí me llevó a pedir ayuda y fui a Alcohólicos Anónimos”.
“Estuve 16 años recayendo, sin poder cumplir un año limpio… y ahora llevo un año y medio sobrio”.
Los alcohólicos, según cuenta él mismo, necesitan ser discriminados por el grupo para poder tomar conciencia, aseguró que de nada sirve hablar con un borracho para convencerlo de que no maneje porque bajo el efecto del alcohol se siente más seguro que nunca. “Hay que llamar a un policía y decirle que le saque el auto”, dijo categórico. Y también pidió que los padres controlen: “yo a mi hijo le siento el aliento cuando llega, reviso el auto a ver qué dejó por ahí y otra cosa que hay que hacer es calcular el alcohol de las previas. Es común que hagan las previas en la casa donde están los padres, pero ni se fijan si compraron cinco Fernet de litro y son cuatro, yo calculo siempre”.
La incalculable venta de alcohol
Consultados tres encargados de distintos boliches de Mendoza, coincidieron en que los clientes consumen de 4 a 6 tragos por persona. También coincidieron en que muchos ya llegan tomados de las previas y encima siguen en los afters.
Gustavo, que hace delivery de alcohol sólo en el radio de la Tercera Sección y Cuarta Este de Ciudad, calculó que entrega 200 litros de bebidas alcohólicas entre viernes y sábado, e incluso ofrece un descuento si lo llaman antes de las 3 de la mañana.
Desde que en 2007 el entonces gobernador Julio Cobos sancionó la Ley Seca que prohibió la venta de bebidas alcohólicas después de las 23, estos deliveries se multiplicaron y hasta ponen anuncios en Google. Los negocios de barrio siguen vendiendo como si nada porque los controles duraron lo que tarda en suceder el próximo choque.
Nadie controla la venta ilegal, ni las previas, ni los afters, ni las rutas, ni el aliento. Pero todo Mendoza se horroriza con las fotos de los muertos.
Desde hace unos días circula por Facebook esta carta, supuestamente escritas por un periodista que tomó nota de las palabras de una joven en un accidente. Tal vez haya sido mendocina…
“Fui a la fiesta y me acordé de lo que me dijiste. Me pediste que no bebiera alcohol. Por eso, bebí una Sprite. Sentí orgullo de mí misma, tal como me dijiste que sentiría.
Me dijiste que no debería beber y conducir, al contrario de lo que algunos amigos me dijeron. Hice una elección saludable y tu consejo fue correcto, como todos los que me das siempre.
Cuando la fiesta finalmente se acabó, la gente empezó a conducir sin estar en condiciones de hacerlo. Fui hasta mi auto con la certeza de que volvería a casa en paz.
Nunca me imaginé lo que me esperaba, mamá. Ahora estoy tirada en la calle y oigo a un policía decir: "El chico que provocó este accidente iba borracho".
Mamá, su voz parece tan distante. Mi sangre está derramada por todos lados y estoy intentando con todas mis fuerzas no llorar.
Puedo oír a los médicos decir: "Esta chica va a morir". Tengo la certeza de que el joven, que manejaba a toda velocidad, decidió beber y conducir; y ahora yo tengo que morir.
¿Por qué las personas hacen esto, mamá? Sabiendo que esto va a arruinar muchas vidas. El dolor me está cortando como un centenar de cuchillos afilados.
Alguien debería haberle enseñado a aquel chico que está mal beber y conducir.
Tal vez si sus padres se lo hubieran dicho, yo ahora no estaría muriendo.
Mi respiración se está debilitando, cada vez más. Mamá, estos son mis últimos momentos y me siento tan desesperada.
Me gustaría que me pudieras abrazar mamá, mientras estoy tirada aquí muriendo. Me gustaría poder decirte lo mucho que te quiero, mamá. Por eso... Te quiero... y... adiós..."
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ALCOHÓLICOS ANÓNIMOS: info@al-anon.org.ar
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