AMIA: del periodismo operador a los sobres de la exSIDE

AMIA: del periodismo operador a los sobres de la exSIDE

Por:Christian Sanz
Secretario Gral. de Redacción (click en autor)

No hay peor cosa en periodismo que la falta de independencia. Se supone que el periodista antes de ponerse a escribir sobre el tema que sea, cuenta con la suficiente holgura como para no contaminarse de compromisos preexistentes ni de historias oficiales. Sobre todo cuando se trata de temas sensibles a la población general.

Uno de esos temas, quizás el más sensible de todos, es justamente el ataque a la AMIA, el peor atentado sufrido por nuestro país en su historia, ocurrido hace 21 años.

Y si a la fatalidad de lo sucedido le agregamos el pésimo manejo que dieron al tema muchos de los medios y periodistas “prestigiosos” vernáculos, la bronca se multiplica.

En estos días, por suerte, empieza a descorrerse el velo de la historia oficial y muchas de las mentiras enquistadas en la sociedad comienzan a ver la luz.

Ya casi no quedan argumentos para sostener la existencia de la —nunca vista— Trafic-Bomba y las pruebas contra Irán parecen no querer asomar por ningún lado. Asimismo, en estas últimas horas, se empieza a instalar la verdadera trama del asunto, la pista Siria, lo cual gratifica a quienes escriben estas líneas: significa que durante tantos años no se ha trabajado en vano.

En dicho marco, resulta pertinente terminar de "quitar la venda" a la sociedad sobre el último eslabón de la cadena de encubrimientos que permitió que el atentado a la AMIA permaneciera impune. Es el que tiene que ver con la "pata periodística", a través de aquellos ¿colegas? que le hicieron el juego a la desinformación y las pistas falsas. Se trata de personajes que, en lugar de actuar como hombres de prensa, fueron meros voceros de la historia oficial armada por el corruptísimo juez Juan José Galeano y algunos organismos de Inteligencia.

La trama comenzó en el mismo momento que tres de los diarios más importantes del país —Clarín, La Nación y Página/12— aceptaron adherir a la teoría de la inexistente Trafic-Bomba y la culpabilidad de Irán en el atentado.

Clarín, por caso, bajo la pluma del “inefable” Daniel Santoro habló desde un primer momento, no sólo de la fantasmal camioneta explosiva, sino del “detonador usado luego para hacer estallar los 300 kilos de amonal”. (!!)

Pero Santoro llegó más lejos aún al hablar puntualmente del “comando suicida que se inmoló en la Trafic que se incrustó contra la AMIA (que) era el libanés Ibrahim Hussein Berro”. De más está decir que la Traffic nunca ha sido vista por ningún testigo, sólo por Santoro.

Increíble, pero real...

Testigo de cargo

El periodista Gabriel Levinas en una casi inadvertida entrevista concedida al desaparecido periódico La Maga, el 26 de agosto de 1998, dio algunas pistas acerca de cómo se manejó el tema AMIA en los medios:

“Hay periodistas que hacen un pacto con Galeano. Hubo testigos del pacto y aparte se puede demostrar solamente leyendo el Clarín. El pacto es así: ‘Vos solamente mandás adelante la teoría de la Trafic, y tenés acceso irrestricto al expediente’. El pacto se cumplió.

El 20 (de julio de 1994), Clarín decía que, a juzgar por la forma en que se encontró el volquete, que estaba bajo los escombros, que estaba desflorado, desgastado en todas sus partes, eso era porque algo había explotado adentro. El 21 se olvidó de lo que había publicado el 20, se olvidó de lo del volquete y habló de la teoría de la Trafic. El 20 a la noche, en Clarín, fue la reunión con Galeano con un testigo que era amigo mío y que está dispuesto a declarar. Pero no hizo falta ya, porque un periodista de ese medio habló, en esos días, en el programa de Aliverti y le dijo que el pacto no lo hizo él, que lo hizo directamente Clarín.

La Nación, por ejemplo, durante un año y medio no pudo acceder al expediente porque no aceptó ese tipo de pacto. Al año y medio tuvieron que transar. La prensa funcionó mal, a favor del encubrimiento, a veces sin darse cuenta, otras veces sí”.

A la hora de hablar de Página/12, Levinas señala la figura de Román Lejtman, quien “es el tipo que hace el negocio con Telleldín y Galeano, para hacer el libro famoso, con el video de por medio y que también aceptó la versión oficial de la Trafic para tener acceso irrestricto al expediente.

Lejtman me llegó a decir que para él no tenía ninguna importancia que el juez no haya citado a los casi 300 heridos. Sólo se ha citado a 20. Si no es importante ¿para qué se citó a 20? A Román Lejtman le parecía que eso carecía de relevancia, porque para su hipótesis no era importante”.

El pésimo trabajo de Lejtman hoy puede ver su continuidad en la figura del “periodista-operador” Raúl Kollman, quien hace sobrados esfuerzos por desmarcarse de la figura de Galeano y sus propias contradicciones.

La cadena de la felicidad

Cuando se habla de “manipulación” de la causa AMIA a nivel periodístico comienza a aparecer un concepto que todos conocen pero nadie se atreve a mencionar en voz alta: la cadena de la felicidad.

Dicha denominación se refiere a fondos reservados que salen de dependencias de organismos como la exSIDE a efectos de “adornar” a diferentes comunicadores para que operen a favor de ciertos intereses.

Si bien el listado de los beneficiarios de dicha cadena es guardado bajo siete llaves y sólo es conocido por tres personas del estamento gubernamental —uno de ellos es el presidente de la Nación—, muchos de los nombres de los que cobran es conocido en el ambiente periodístico.

De hecho, un par de esos nombres fue pronunciado en voz alta por otro colega hace poco más de un mes en el marco de la causa AMIA: Román Lejtman (ex Página/12) y Gabriel Pasquini.

Dicha mención, que no fue reflejada por ningún medio importante, fue vociferada por el mismísimo Jorge Lanata, ex compañero de Lejtman en el programa radial Rompecabezas, quien frente al estupor de todos los presentes, aseguró que los citados periodistas eran "colaboradores de los servicios".

Dichos comentarios, que ya circulaban en los corrillos periodísticos desde hace años, lo único que hicieron fue blanquear una situación que se conoce sobradamente. Se sabe que muchos comunicadores reciben mensualmente suculentos sobres, no sólo por parte de dependencias de inteligencia, sino también del generoso bolsillo de algún importante empresario o de algún ignoto político con ansias de trascender.

El periodismo autodenominado “serio”, “independiente” y “confiable”, cayó por completo luego de conocida esta cadena de encubrimiento, que operó cual usina de información al servicio de la construcción de una realidad paralela.

Finalmente

Es grave que periodistas como Lejtman, Kollman, Santoro y otros —que mucha gente toma como referentes en temas de actualidad e investigación— sean finalmente operadores de historias urdidas desde las peores mentes de los conspiradores de turno.

Si bien no se puede afirmar enfáticamente que a los citados periodistas alguien les haya pagado para hacer semejante maniobra, la sospecha se torna demasiado elocuente cuando uno analiza la evolución de las notas escritas por sus plumas.

Y es que está probado hoy en día que todos estos comunicadores han sido sobradamente advertidos para que no sigan desinformando en el tema del atentado a la AMIA e igualmente lo siguieron haciendo deliberadamente.

Una gran mancha para el periodismo, pero más aún para los familiares de las víctimas del atentado a la AMIA.

No hay descanso para ellos... No aún.


(*) Extracto exclusivo del libro "AMIA, la gran mentira oficial", de Christian Sanz y Fernando Paolella.