Una entrevista inédita, que el Papa concedió con la promesa de que se mostrara cuando hubiera partido. Miedos, sueños y pesares del hombre que se convirtió en Sumo Pontífice.
La entrevista al Papa que sólo podía difundirse cuando muriese
Una entrevista que el Papa Francisco concedió a Nelson Castro y que pidió que se hiciera pública recién después de su muerte, fue transmitida este martes. Allí se pudo ver un lado íntimo de Jorge Mario Bergoglio: un hombre de fe, pero también de neurosis, miedos, sueños y silencios pesados.
Sobre su elección como Sumo Pontífice, relató un momento de serenidad inesperada. "No sentí ansiedad, sino paz", aseguró Francisco. Durante el cónclave, la primera votación fue "muy dispersa", pero tras el almuerzo, varios cardenales se acercaron a él y empezó a intuir el rumbo. "Rezaba el rosario tranquilo", recordó. Fue su amigo, el cardenal brasileño Cláudio Hummes, quien le susurró al oído: "No te preocupes, el Espíritu Santo actúa así". Al ser elegido, el consejo fue tan contundente como fundacional: "No te olvides de los pobres". Así nació Francisco, el Papa.
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El reportaje también aborda el costado más humano del Pontífice. Francisco habló con una honestidad desarmante sobre su salud mental. Reconoció haber lidiado con neurosis desde joven y que, durante la última dictadura militar en Argentina, buscó ayuda de una psiquiatra. "Fueron seis meses con la doctora Rubel, una gran mujer", dijo. Lo hizo, explicó, para poder sobrellevar el peso de "rescatar gente" perseguida por el régimen. "Imagínese; llevar escondido en el auto a uno, tapado con una frazada y pasar tres controles de Campo de Mayo", rememoró. Fue la única vez que acudió a terapia, pero aquella experiencia le dejó una enseñanza que repitió más de una vez: "Hay que cebarle mate a la neurosis, acariciarla".
Francisco, que siempre combinó sabiduría teológica con una visión profundamente humana, defendió la importancia de entender las emociones en la tarea pastoral. "Todo sacerdote debe saber algo de psicología humana", afirmó. Reflexionó también sobre el dolor ajeno: los niños que mueren de hambre, los ancianos olvidados, las guerras. "Esos dolores me tocan mucho", confesó.
También contó que dormía poco, se levantaba a las 4 de la mañana y leía antes de dormir: "Tengo un reloj especial en el cerebro, me despierto tres minutos antes del despertador", dijo con una sonrisa. Soñaba, pero no con tormentos, sino con recuerdos. "A veces me arrabio, como dicen acá, pero no guardo rencores", aclaró.
Jorge Bergoglio no solo cambió el rumbo de la Iglesia, también rompió con el protocolo desde lo más íntimo. En lugar de dejar un testamento político, dejó una conversación honesta. Un legado de humanidad, con neurosis, dolores, dudas y ternura. Un testimonio que ahora, con su voz silenciada, resuena más fuerte que nunca.
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