El desierto escondido de Mendoza que sorprende a sus visitantes

A 180 kilómetros de la capital provincial, la primera área natural protegida de Mendoza ofrece una inmersión única en el Monte argentino: algarrobales, aves difíciles de ver en otros rincones del país y senderos que revelan cómo vive la naturaleza en el secano.

El desierto escondido de Mendoza que sorprende a sus visitantes

Por: Figueroa

En el departamento de Santa Rosa, en la zona este de Mendoza, se encuentra la Reserva de la Biósfera Ñacuñán, un territorio clave para entender el ambiente árido de Mendoza. Fue creada por la ley provincial 2821 en 1961, y en 1986 la UNESCO la incorporó al programa El Hombre y la Biósfera.

Visitar Ñacuñán es asomarse al ecosistema del Monte central argentino, dominado por bosques de algarrobo y jarillales. El paisaje es abierto, silencioso y ofrece una de las mejores oportunidades de la provincia para el avistaje de aves, con más de 150 especies registradas. 

Entre ellas aparece el yal carbonero, un endemismo de este ambiente, además de carpinteros, sietecuchillos, calandritas y choiques. En tierra firme se mueven piches, vizcachas, maras, zorrinos y gatos monteses.

Ñacuñán cuenta con circuitos breves, pensados para entender la vida en el desierto:

-Un bosque en el desierto (0,6 km): muestra cómo las plantas se adaptan a la sequía.

-Habitantes del monte (1 km): ideal para identificar huellas y rastros de fauna.

-Mirador de los médanos: acceso vehicular parcial y caminata final de 600 metros para obtener vistas panorámicas del monte y -si el día está despejado- de la cordillera.

-También dispone de un área para acampe de bajo impacto, con baños y duchas. La reserva exige reservar previamente y recuerda que el agua de las instalaciones no es potable, por lo que conviene llevar suficiente cantidad.

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Qué esperar del paisaje

Los suelos arenosos y arcillosos dan lugar a dos comunidades principales:

-Algarrobales: con algarrobo dulce, chañar y otras especies clave del monte.

-Jarillales y pastizales: jarilla, llaullines, verbena áspera, zampa, piquillín y atamisque.

Una caminata revela cómo cada planta regula su consumo de agua, resiste heladas nocturnas y soporta veranos extremos. Las temperaturas pueden ser altas entre octubre y marzo, por lo que la temporada más amigable va de mayo a septiembre, según las recomendaciones oficiales.

La reserva se ubica a unos 180 km al sureste de la ciudad de Mendoza. Se llega por ruta 7 hasta Las Catitas, Santa Rosa, y luego por ruta provincial 153 hasta el control de Ñacuñán.

Un área protegida con historia

El nombre Ñacuñán proviene del pehuenche Neyku-ñan o del cacique homónimo, asociado al significado de "águila blanca". Su creación tuvo un motivo urgente: rescatar los algarrobales, que a principios del siglo XX habían sido talados masivamente para producir carbón y abastecer al ferrocarril. 

Desde entonces, el lugar se convirtió en un laboratorio a cielo abierto para científicos del CONICET y en un espacio de educación ambiental para escuelas de todo el país.

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