Una investigación de la Universidad de Standford identificó patrones moleculares que dividen la vida adulta en segmentos precisos. Qué pasa en cada fase y cómo se transforma el cuerpo sin notarlo.
Cuándo comienza realmente la vejez según la ciencia
¿La vejez comienza cuando aparecen las canas, cuando uno se jubila o cuando la sociedad lo decide? Un estudio de la Universidad de Stanford propone una mirada distinta y, esta vez, con respaldo molecular: la vejez empieza a los 78 años, según los cambios detectados en las proteínas del cuerpo humano.
La investigación, publicada en Nature Medicine el 25 de junio de 2025, analizó el plasma sanguíneo de más de 4.200 personas entre 18 y 95 años. El objetivo: dejar de lado las percepciones culturales sobre el envejecimiento y establecer una cronología biológica del deterioro físico. Para eso, el equipo de Stanford examinó más de 3.000 proteínas por individuo y descubrió que 1.379 de ellas muestran variaciones clave con la edad.
Este enfoque permitió delimitar tres etapas de la vida adulta:
Edad adulta: de los 34 a los 60 años
Madurez tardía: entre los 60 y los 78
Vejez: a partir de los 78 años
Uno de los datos más reveladores del estudio es que los primeros signos biológicos de envejecimiento aparecen desde los 34 años, mucho antes de lo que comúnmente se cree. Es allí donde comienzan a producirse cambios sutiles en la expresión proteica que, si bien no son visibles de inmediato, marcan el inicio de un lento proceso de transformación celular.
En la etapa de madurez tardía, que va de los 60 a los 78 años, estos cambios se intensifican y se hacen más evidentes a nivel físico. Finalmente, tras superar esa barrera, los investigadores detectaron un quiebre más pronunciado en los marcadores moleculares, lo que llevó a establecer los 78 años como el inicio de la tercera edad desde una perspectiva biológica.
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Aunque factores externos como el estrés pueden acelerar o modificar el ritmo del deterioro, los científicos señalan que la secuencia molecular de las etapas permanece estable entre individuos. Es decir, el entorno afecta, pero no altera el orden natural del envejecimiento trazado por la biología.
Esta redefinición despierta nuevas preguntas sociales y políticas: ¿Hay que replantear la edad de jubilación? ¿Cómo se reorganizan los sistemas de salud? ¿Es útil seguir midiendo la vejez solo por la edad cronológica?
Más allá de los números, el equipo de Stanford aclara que no busca imponer una frontera rígida, sino brindar una herramienta objetiva para comprender y anticipar los cambios del cuerpo humano. La clave está en el uso de biomarcadores moleculares, que podrían derivar en nuevas pruebas clínicas para diagnosticar precozmente problemas de salud asociados al envejecimiento.
En definitiva, el estudio cambia el foco: la vejez no empieza cuando se lo siente, ni cuando lo dictan las costumbres, sino cuando el cuerpo lo demuestra. Y, según los datos, eso sucede recién a los 78 años.
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