El historiador Pablo Lacoste advierte que la vitivinicultura atraviesa un cambio de época a nivel global. Caída del consumo, sobrestock mundial y un modelo que dejó de tener mercado ponen en jaque a la principal industria de Mendoza. Entrevista en Radio Post.
El vino como una máquina de escribir: la metáfora de una crisis estructural
La industria del vino enfrenta una crisis profunda que ya no puede explicarse en una mala temporada. Así lo planteó el historiador Pablo Lacoste, uno de los principales especialistas en historia vitivinícola del Cono Sur, al analizar el presente y el futuro del sector en una entrevista con "A pesar de las llamas", con Marcelo Arce y equipo, en Radio Post (92.1 en Gran Mendoza y San Martín, 96.9 en Luján y 96.7 en La Paz).
"Esto no es una fluctuación anual de precios. Es un cambio de mercado radical", enfatizó Lacoste, y explicó, que el problema excede largamente a la Argentina y se replica en los principales países productores del mundo. La caída del consumo, especialmente entre millennials y generación Z, alteró de forma irreversible la lógica histórica del vino. "El vino ya no es una bebida de consumo cotidiano. Quedó reservado para momentos especiales", señaló.
Ese cambio cultural generó un sobrestock global sin precedentes. "Hay muchísima más oferta que demanda. El músculo industrial vitivinícola del mundo supera ampliamente lo que el mercado puede absorber", explicó Lacoste, quien participó recientemente de un congreso internacional del vino en la Universidad de Toulouse, Francia.
Para graficar el fenómeno, el historiador recurrió a una imagen tan simple como brutal: "Buena parte de la industria del vino se ha convertido en fábricas de máquinas de escribir. No hay quién te compre máquinas de escribir ya". La metáfora resume la dimensión del problema: no se trata de producir mejor lo mismo, sino de aceptar que el producto perdió centralidad en el mercado.
"En Burdeos se están suicidando los herederos de bodegas históricas. Ven cómo se derrite el prestigio familiar construido durante siglos", afirmó, al describir el impacto social del derrumbe con un hecho puntual.
En ese contexto, la Argentina no es una excepción. La producción anual ronda entre 10 y 12 millones de hectolitros, pero hoy existe una cosecha entera sin vender en stock. "La inmensa mayoría de las bodegas tiene una cosecha completa adentro. Por eso no pueden comprar uva", explicó. Y aclaró: "No es mala voluntad ni deslealtad con el productor. No tienen dónde meter más vino".
El efecto directo ya se siente en Mendoza. Muchos viñateros no encuentran comprador para su producción y todavía persiste la expectativa de que se trata de un mal año que se revertirá. Lacoste fue categórico: "Esto no es como el tomate que un año vale poco y al otro se recupera. Es estructural".
El escenario que proyecta es drástico. De las 200 mil hectáreas de viñedos que tiene hoy la Argentina, podrían quedar 100 mil. "Esto ya pasó en los años 80. Teníamos 350 mil hectáreas y bajamos a 170 mil cuando se derrumbó el consumo interno", recordó. La diferencia es que aquella vez hubo una reconversión exitosa; ahora, el mercado global está saturado.
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Las exportaciones reflejan el retroceso: Chile pasó de exportar 2.000 millones de dólares a 1.400; Argentina, de 1.000 millones a apenas 600. Al mismo tiempo, el consumo interno también cae. "Es la tormenta perfecta: crisis mundial del vino y crisis estructural argentina", resumió.
Para Lacoste, sostener artificialmente el modelo solo prolonga el problema. "Si ponemos a una persona enferma en respiración artificial, podemos prolongar la agonía, pero también la crisis", advirtió. Y anticipó que el proceso de arranque de viñedos será inevitable, comenzando por las zonas más frágiles, aunque ni siquiera regiones de alta gama como el Valle de Uco están exentas por sus altos costos.
Frente a ese panorama, planteó la urgencia de reconvertir la economía mendocina. La minería aparece como una apuesta del Gobierno provincial, pero insuficiente. "No alcanza para una provincia de dos millones de habitantes. Se necesitan muchas pymes y mucha actividad", dijo, y destacó el potencial del turismo ecocultural como alternativa complementaria.
También señaló un problema cultural de fondo: "Durante 80 años, la lógica fue hacer lobby, conseguir subsidios y sostener artificialmente actividades que ya no funcionaban". Para Lacoste, ese modelo se agotó definitivamente. "No funciona ponerse a llorar, cortar rutas o pedir subsidios para salvar fábricas de máquinas de escribir".
Aunque reconoció que existen nichos con mayor proyección -como los vinos naturales, donde hoy hay más demanda que oferta-, advirtió que incluso esas oportunidades requieren un cambio profundo de mentalidad productiva.



