Entre enero y julio, Argentina importó casi 13 mil toneladas de pollo desde Brasil, la cifra más alta del siglo. El consumo interno crece y los productores locales sienten la presión.
Por qué el pollo de Brasil "inunda" el mercado argentino
El pollo brasileño está ganando cada vez más lugar en las mesas argentinas. Entre enero y julio de 2025, Argentina importó 12.950 toneladas de carne de pollo, una cifra que superó el récord de 2022 y se convirtió en el volumen más alto en lo que va del siglo.
El dato refleja dos tendencias claras: un consumo interno en crecimiento y la creciente dependencia del país vecino para cubrir la demanda de esta proteína, que hoy ronda los 50 kilos por persona al año.
El impulso más fuerte llegó en julio, cuando Brasil levantó la veda que había aplicado por casos de influenza aviar. Ese mes ingresaron 2.500 toneladas de pollo, un número que solo había sido superado en abril, con 2.700. Aunque todavía no se publicaron los datos de agosto, se estima que se mantuvo la misma tendencia.
¿Qué cortes llegan al país?
La mayor parte de las importaciones son pechugas, que representan entre el 7% y el 10% de la producción nacional de ese corte. Para los productores locales, este ingreso masivo compite directamente con su trabajo, en un escenario en el que además deben enfrentar un 5% de retenciones sobre lo que exportan.
El consumo de pollo en Argentina ronda los 50 kilos por persona al año.
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En paralelo, Argentina exportó en lo que va del año 99 mil toneladas de pollo, que generaron ingresos por u$s132 millones. Sin embargo, solo u$s5 millones se recaudaron en derechos de exportación. Mientras tanto, la importación de pechugas brasileñas significó un gasto de u$s33 millones, que reforzó las ganancias de la industria del país vecino sin aportar beneficios directos a la producción nacional.
Brasil, el gigante avícola
Brasil no solo abastece a Argentina: es el mayor exportador mundial de pollo. En 2024 produjo 15 millones de toneladas y exportó más de 5,2 millones, con ingresos cercanos a los 10 mil millones de dólares. Su competitividad se apoya en costos bajos, gran escala y una moneda depreciada que le da ventaja en el comercio internacional.
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Por otro lado, el escenario argentino combina consumo en alza, competencia externa y una política económica que impacta en la rentabilidad de los productores. El acceso a maíz y soja a precios competitivos les da cierto respaldo, pero reclaman que las reglas de juego no están diseñadas para proteger ni potenciar la producción nacional.



