Productores advierten daños crecientes en los cultivos y reclaman estrategias regionales para frenar una plaga que avanza con rapidez y afecta la rentabilidad.
El impacto de las cotorras en la producción también afecta a otras provincias
La expansión de las cotorras se transformó en un problema serio para la fruticultura del Alto Valle de Río Negro y Neuquén, donde los productores registran pérdidas significativas en peras, manzanas, frutales de carozo y frutos secos.
Lejos de ser un fenómeno aislado, la situación también a encendido algunas alertas en Mendoza, donde técnicos y productores ya observan comportamientos similares en algunas zonas productivas.
Según diversos medios locales, lo que preocupa no es solo la presencia del ave, sino la velocidad y la forma en que actúa. Las bandadas ingresan a los montes frutales, se concentran en sectores puntuales y destruyen hileras completas en cuestión de minutos. A diferencia de otras especies, no dan margen de reacción: cuando el productor detecta el ataque, el daño ya está hecho.
El impacto económico va más allá del volumen consumido. Las picaduras en la fruta generan heridas que aceleran la pudrición y obligan al descarte inmediato, tanto para mercado fresco como para industria. En las zonas más afectadas, los productores estiman pérdidas que pueden alcanzar hasta el 30% del rendimiento, una cifra difícil de absorber en un contexto de altos costos y márgenes ajustados.
Este escenario abre un debate que excede a cada productor en particular y pone sobre la mesa un problema de escala regional, donde la falta de respuestas coordinadas agrava lo que muchos ya consideran, el avance de una plaga.
Defensas eficaces, pero fuera del alcance de muchos
Las mallas antigranizo con cierre total se posicionan como la herramienta más efectiva para evitar el ingreso de cotorras. Funcionan como una barrera física que protege completamente el cultivo, pero su alto costo -que puede superar los 12.000 dólares por hectárea- las vuelve inaccesibles para gran parte de los pequeños y medianos productores. Además, su uso aislado no reduce la población general, sino que desplaza el problema hacia las zonas sin protección.
Ante esta realidad, técnicos y entidades del sector coinciden en que las soluciones individuales no alcanzan y que el desafío requiere políticas de financiamiento, subsidios o créditos que permitan ampliar el acceso a estas tecnologías sin generar nuevas desigualdades productivas.
Control poblacional y tecnología
El consenso apunta a la necesidad de un manejo integrado de plagas, con monitoreo sistemático, control de nidos fuera de la temporada reproductiva y acciones coordinadas en áreas rurales y periurbanas. En ese marco, comienzan a evaluarse herramientas innovadoras como la poda asistida por láser, que permitiría remover nidos en árboles altos de forma precisa y segura.
Si bien esta tecnología requiere inversiones elevadas y personal especializado, su aplicación por parte de municipios o consorcios podría convertirse en una pieza clave dentro de una estrategia preventiva. El avance de las cotorras ya dejó de ser un problema puntual: hoy interpela a numerosas regionesy obliga a pensar respuestas de largo plazo para proteger diversas áreas productivas del país.
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