Es preferible la película de los besos y las caricias censurados

Si algo ha desarrollado la sociedad argentina a medida que se empobrece con años y años de gobiernos populistas es una marcada tendencia a no querer ver y aceptar la realidad.

Es preferible la película de los besos y las caricias censurados

Por:Jaime Correas

"El cine es mejor que la vida: con cada película se nace de nuevo".

Giuseppe Tornatore

Hay escenas de cine inolvidables. Una, sin dudas, es la del final de "Cinema Paradiso", el film de Giuseppe Tornatore. Salvatore, el protagonista ya adulto contempla a solas y con los ojos húmedos una entrañable sucesión de besos cinematográficos. Alfredo, su mentor en las lides de la vida durante su infancia, es el proyeccionista de la sala del pueblo. El entrañable maestro en las cosas del vivir ha conservado los fragmentos rescatados de la censura ejercida por un cura. En esa hoguera se intentaron quemar sin éxito las escenas reprobadas por sus prejuicios morales: besos, caricias y algún desnudo. Esa sucesión de instantes prohibidos regresa a través de la nueva proyección y completa el sentido de su existencia. Cada vez que había un beso el cura lo hacía cortar, pero ese ser sensible y sensato, como una forma de rebelión, había ido guardando y ensamblando esos tramos para dejarlos a su discípulo. Con melancolía, quien fuera el niño que se había deslumbrado con el cine en sus primeros años, comprueba en esa sala solitaria de su adultez que, a pesar de las mutilaciones, su mentor había logrado transmitirle los besos que daban sentido a las películas retenidas en su memoria. Y así logra completar todos los relatos truncos y los enriquece. Los filmes vistos en la infancia lo habían alimentado y estaban en la trama más profunda del adulto que era, entrelazos con los sabores y sinsabores que la existencia le había deparado.

Como en aquel cine de pueblo, los gobiernos populistas van mutilando las películas y las van modelando a su gusto, para satisfacer sus prejuicios. En pocos meses la configuración política del país va a cambiar y en muchos municipios, en muchas provincias y en la Nación habrá nuevas autoridades. Será el momento de ver si quienes llegan a los lugares de decisión están dispuestos a ir a ver la película de los besos ocultados o prefieren seguir con las versiones donde se disimulan los huecos.

Esta semana se conoció un fallo adverso por la estatización más que dudosa de YPF que fue votada de un modo masivo que muestra que el virus populista se reproduce y que son portadores asintomáticos de él incluso muchos de los que en la práctica lo combaten o dicen combatirlo. El futuro inmediato develará si llegan dirigentes que están dispuestos a cambiar de rumbo y no seguir enfermando más un cuerpo que está estragado por la enfermedad. O los que vienen prefieren seguir con los simulacros y fingir que se cambia sin hacerlo.

Ver: Quincho: Dilemas de Cambia Mendoza y el PJ, y una "pesadilla" mapuche

En el presente contexto, con el país sumido en la mayor crisis de pobreza de su historia mientras es gobernado por quienes se arrogan representar a los pobres, surge el tema de los consensos y de qué acuerdos se necesitan para avanzar en la dirección correcta. Por eso es tan importante la masa crítica que logre reunir el próximo gobierno nacional, cómo quede la conformación política de las provincias, sobre todo la de Buenos Aires, y cuánto sea el poder político acumulado por quien se siente en la Casa Rosada.

Si algo ha desarrollado la sociedad argentina a medida que se empobrece con años y años de gobiernos populistas es una marcada tendencia a no querer ver y aceptar la realidad. Por eso se buscan atajos y se elaboran explicaciones estrambóticas a lo evidente. Cuando habría que hacer cirugía mayor se termina acordando tomar una aspirina y la aplicación de una curita. Y lo peor es que se crea la ilusión de que realmente se está encarando una solución. Este modo de enfrentar la realidad exige un debate imperioso: ¿cuál es el punto de inflexión para acordar sin que se pierda el efecto de cambio buscado? Es decir, cuando se propone una resolución de fondo de un tema, ¿cuál es el punto de flexibilización al que se puede llegar sin que la solución deje de serlo? Buenos ejemplos son esas leyes que empiezan por ser una pieza que aborda y resuelve una dificultad y cuando empiezan los acuerdos para poder sacarla se llega a algo tan lavado que la norma de "consenso" ya no es remedio de nada. Sino, más bien, pasa a ser parte de la enfermedad. Y muchas veces, lo que es peor, la agrava porque crea una falsa sensación de bienestar.

Las almas bellas y biempensantes reclaman evitar los conflictos. Pero hay temas que es imposible abordar sin que los haya. Porque grupos intensos defienden intereses corporativos que van contra el bien común y no están dispuestos a ceder sus posiciones. Por eso estamos como estamos. Una cosa es el conflicto inútil propuesto por el populismo como telón de fondo de su vocación conservadora en nombre del progresismo y otra cosa es el conflicto necesario, programado y medido para modificar virtuosamente algo que funciona mal. Muy distinto es inventar un enemigo para confrontar como hace doctrinariamente el populismo para auto afirmarse que enfrentar programadamente la resistencia que despierta un cambio necesario para defender el bien común.

Para el nuevo período que llega en pocos meses se impone, entre muchos otras batallas, retomar el debate de la historia argentina y su enseñanza escolar. La razón es que lo sucedido en ese ámbito educativo ha permeado en muchos ámbitos sociales a través de la escuela. Donde a esta altura del siglo XXI debería haber diversidad y complejidad se ha arribado a un relato único y hegemónico de enorme empobrecimiento cultural. No sería exagerado apuntar que ha debilitado la comprensión de los procesos actuales que vive la sociedad argentina y lo ha llenado de mentiras y visiones simplificadas y falsas aceptadas por muchos. De allí la importancia de una discusión que parece peregrina. En el texto "La historia en la escuela, entre el civismo y la militancia" (2022) que se puede consultar a partir de la página 276 en el link que se reproduce en esta página, el historiador Luis Alberto Romero desgrana una visión sobre lo sucedido.

Vale la pena repasar el texto de Romero para ubicar de dónde venimos y dónde estamos. Pero quizás el ejercicio más productivo sea ver hacia qué destino sería bueno ir. ¿Será un futuro con afán de síntesis, conflictivo quizás, pero de superación del estancamiento o se cristalizará un presente de decadencia en el deseo de adoptar un relato tranquilizador pero falso? La pregunta cabe para todas las áreas de la vida pública, como la economía, la seguridad y la educación, con las derivaciones de cada una. Para la enseñanza de la historia el pensador sostiene: "Uno de los usos más antiguos de la historia fue su función ejemplar, y particularmente la de los personajes destacados. En nuestra historia republicana cumplieron esa función los próceres de la Independencia. A ellos se restringió el panteón patrio indiscutido, no contaminado por el largo período de luchas facciosas. Colocados en lo alto, a distancia de las miserias de su tiempo, estos personajes ideales que en su vida terrena se llamaron Belgrano o San Martín sólo pueden transmitirnos mensajes generales, cuya traducción a los problemas actuales no es fácil. Sobre el resto de nuestro pasado, la mirada militante, y la reacción que generó, lo convirtieron en el campo de confrontacióon de grandes líneas históricas, representadas por versiones esquemáticas y hasta caricaturescas de sus protagonistas.

Nuestro tiempo no es el de los héroes de bronce sino, más simplemente, el de los ciudadanos destacados, que en algún aspecto de su vida pública puedan darnos ejemplos valiosos para nuestra convivencia democráatica. Necesitamos hombres y mujeres que, sin ser extraordinarios, sean ejemplares en algun aspecto...

En las escuelas, al menos, necesitamos que ese plantel de personas destacadas de nuestra patria sea numeroso, para cubrir distintas épocas y distintas esferas de la vida pública, y que los seleccionemos con criterio plural, para que todos se sientan representados. Sobre todo, que lo hagamos mirando, desde una perspectiva amplia, aquellas cosas que los unieron, y no sólo las que los separaron.

Daré un ejemplo. Durante décadas, los conflictos por el pasado se concentraron en dos personas, Rivadavia y Rosas. En ellos los distintos grupos ideológicos o partidos proyectaron sus pasiones, potenciando sus diferencias. Hoy, cualquier historiador informado señalará que entre 1820 y 1824 ambos coincidieron en muchas cosas, particularmente cuando Rosas comenzaba a crecer como hacendado y jefe de milicias rurales y Rivadavia, junto con Martín Rodríguez y Manuel J. García, construían, luego del derrumbe del Directorio, el estado de la provincia de Buenos Aires, ordenado, sobrio en su administración, y con sus mejores esfuerzos concentrados en favorecer la expansión de la ganadería. Si Rivadavia ofrece un modelo de administración y progreso que hoy podríamos imitar, Rosas contribuyó con su estilo, que era el de su tiempo, a consolidar el orden en la provincia y a defender su soberanía en tiempos en que algunas potencias imaginaban una posible aventura colonial rioplatense."

Parece rara en nuestro contexto una historia que sintetice a Rivadavia con Rosas. Quizás el futuro requiera de quienes estén dispuestos a hacerlo. Hasta hoy dominaron el escenario quienes niegan esa posibilidad para armar su relato mentiroso. Para ello nos cortaron las escenas de besos y caricias, que esperan a los que se animen a ver la película entera.