El monstruo y la virgen

El monstruo y la virgen

Por:Marcelo Padilla

... y como ya no poseo nada -lo que tuve a mi alcance, devoré- rebusco pasadizos y fortines abandonados, algún que otro castillo ¡debo salvaguardar a la cortesana! que por barrunto del príncipe es perseguida. jugado y sin cédulas tanteo a manotazos, vadeando la ciudad, sus luces ¡a los zarpes por la bruma de la noche! apenas firuletes de arena de un desierto, veo.

... yo te lo iba a decir, claro, porque ¡cómo! no te lo iba a decir.

... sin embargo, al arrastrar mi osamenta en el emporio, yo te iba a decir que algo extraño sentí al ver torres y edificios, casuchas de madera y las de sentido gusto por la arquitectura ornamentada.

...¿debí alucinar? ¿y los baldíos con su nada? yo te iba a decir, hacia las afueras del centro rodean, ejércitos enemigos que a toda clientela moral, la ciudad impone.

... ¡oh! ¡qué horror! los niños en sus burbujas que no se sabe qué, ni cómo, acercarles algo arcaico, última dádiva de los restos que han quedado.

... un estremecimiento vitriólico mareó mis arrastres de tullido, y me arrodillé cabeza gacha ante semáforos que tintineaban sus últimos verdes, rojos y amarillos, alocados. Entonces, yo te iba a decir, -pensé-, si no era la ciudad el Gran Desierto "antes" del desierto, sede trepanada, en abundante y periférico despoblado.

... y refregué mis ojos ante la imagen de La Virgen y su Cóndor: a ella le ofrecí plegarias iracundas, y unas quintas de silencio a él...

... que si bien decapitado por aquellos guascazos del céfiro, su pico ha sido restaurado por gentes que persiste en objetos del pasado. yo te iba a decir a vos, Cóndor, testimonio de las alturas, ¿fueras organismo que debiera ser bien presentado y no ruin estatua como eras, brillándole al sol negro, alelado, toda tu bravura congelada?

... y bajo esa atmósfera de destrucción aproveché para contarle, romances metafísicos a ella. entonces a La Virgen confesé, puñados de pensamientos blasfemos he tenido con ella. además de reconocer en tal sinceramiento el deseo de cogerla entre mis brazos, y caminar hasta perdernos, ser difuntos en el viento, matriz telúrica de la especie despidiéndose, de todo albur de entenados...

... ¡oh! Virgen mía, a ti hablarte con franqueza puedo, porque con ellos no, hombres y mujeres rumiando de una sola oreja. que si le llegase a confesar a tan solo uno mi perturbador deseo, seguramente luego, con el correr de los malos rumores, endilgarían el mote de loco y místico, o enfermo mental, ¡de solo pensarlo amedrentaba!

... y decidido a asumir sentencias, que de sus bocas cuchicheras, tal vecinos entongados, han disparado, ¡soy monstruo tallado por sus manos! y de sus maleables y frágiles pensamientos se han vengado. por tanto, lánguido he sido, bufón y mequetrefe de sus gracias.

... alejándose de a poco fueron, y lentamente diéronme cuenta de tales abandonos. ¡oh! amigos míos, dios quiera los tenga en la gloria, al menos por aquellos momentos de elegancia que por mi boca les he entretenido.

... envilecida mi boca por lo que le suministraban, mi lengua ¡suelta a la desgracia! por el polvo las palabras adormiladas, y a la deriva fui violado, ¡yo te iba a decir! para tareas de limpieza ¡usado! y sin ganancia más que un plato de guiso y dos vasos de agua por día, hube de escapar desapareciendo. yo te iba a decir, juro que yo, te lo iba a decir.

... también preguntarte Virgen mía: si voy en dirección al desierto, ¿no es acaso infinito camposanto de difuntos ¡amada mía!, inmersión en la arena y advertir, la lenta muerte en el resistero?

... si no es mar, es el río que le nutre, y el desierto indiferente a sus aguas como espía, yo te iba a decir ¿cómo puede ser, Virgen mía, no haya sajadura que les una? ¡últimas jugarretas en la sangre!

... y ella dijo:

... "si eres un buen piadoso, debes pasar por todas las fases de lo profano. así en la ciudad fuiste fundado, orando la novena junto a tías y viejas muertas en adusto cristiandado"

... mi oración se hizo canto, y del canto un decir de muyahidines en la sabana, que por muerte transa su peaje, a menos uno se mudara a su religión, venerando a sus dioses. y como lánguido fui en esas sultanerías, hube de creer, y mi fe intacta e iconoclasta húbose adaptado a todas las practicas milenarias de tales cofradías.

... fui ayudante de camellos y transporte humano en las arenas. que para sortear calamidades, anticipadamente me alisté a sus ejércitos en soldado. y combatí a ingleses y franceses, alemanes y holandeses, y en todas las batallas mil medallas he logrado...

... en la Grecia Antigua quedé varado, luego de presenciar Las Termopilas y las Guerras Médicas. Te iba a decir que, hasta a Pericles en su Oración Fúnebre, en el cementerio del cerámico he escuchado, luego del Peloponeso, pasado por pisado.

...¿Con Tucídides? Unos buenos y recios tragos ¡y Griego fui! no sin antes admirar la tenacidad de los espartanos, ¡me miraban extasiados! los imagino preguntándose, ¿cómo un lánguido y desfalleciente intruso ha venido de otro pasado, a retar a nuestros combatientes y apuntarle a nuestro legado?

Y también te iba a decir...

... que agosto no ha llegado, y al cielo de los cuellos torcidos al sol, te iba a decir que aquí, uno que otro camello, a su suerte ha quedado, varado. y ahora sí ,digo bien, ¡alelado!

... en el torcimiento, en el escarmiento, en la fila infinita de sargentos ¿habrá más? tenue alfil en un reflejo vidrio, mientras siga el sol, una mano de soldada reina, mariscala de la tropa de arquería ha disparado, en plena conversación de lo mentado.

... porque siempre a las ruinas, y no por desprecio sino más bien por admiración, he auscultado; siembro la sospecha de la muerte, en cada uno de los fortines donde yo, a aquella cortesana perseguida, he buscado. no sin antes retraerme en las cantinas, aquiescencia torva, maldecir provechoso para las angustias de los sobrados, ¡supe decir y gritar mi gracia! cuando las palmas duras chicotearon.

... hete aquí que hete allá, la ciudad empieza donde termina, y dando vueltas a su figura en plena geometría he quedado, ruin y devastado.

... y qué decir, Virgen mía, Cóndor de las nieves, que tan solo de escultura su alma quieta y funé, no recuerdo bien si me has mostrado, o tan solo con la lluvia y su vastenda en x circunstancias, impuesta por la cima, balada de bichos acuernados, que al vacilar marea toda métrica en sextina, en el desierto la espina, tu canto que nunca oí, esta vez, te iba a decir, en sagrado silencio he musitado.

... y vi en las calles laterales a unos poetas rezar, glosas de mala caballería, denunciando a los cuatro vientos, yoicas potestades; y en el ulular de grillos tras un árbol, yo me hube escondido, porque en la ciudad, los poetas lloran lo que denuncian haber sido, dando muestras de nuevas veleidades, sumidos en causas ajenas al arte de la palabra y devenir en imitadores de sí mismos ¡gran alevosía! que por sus bocas engendran, la supuesta poesía.