Escaleras sin fin y otras historias mínimas del Parque San Martín

El paseo más importante de los mendocinos esconde una jugosa historia detrás de sus llamativas edificaciones inconclusas y abandonadas.

Escaleras sin fin y otras historias mínimas del Parque San Martín

Por:Florencia Silva
Secretaria de redacción

La historia del parque San Martín es un rompecabezas compuesto de un montón de historias más chicas que empiezan y terminan en si mismas. En conjunto, encastradas en sus propias congruencias muestra un paisaje terminado que arranca en la avenida Emilio Civit  y finaliza en el contraste entre el sueño europeo del siglo XX y los vicios de nuestra mendocinidad (y argentinidad) con la cual hicimos lo que pudimos. 

Luego de consultar el Archivo Histórico de Mendoza, sacamos a la luz algunas historias desconocidas del famoso espacio verde.

Escalera al cielo

En ciento veinte años de historia, en el Parque convive la vigencia con la nostalgia. En medio de los “runners”, las familias y las parejas que buscan una sombra aislada para la intimidad con poco presupuesto, están las “joyas de la abuela”, restos del esplendor de otras épocas que ahora se resignifican a merced de la fantasía.

Si uno pasea por la avenida Las Tipas, puede darse el gusto de toparse con una figura borgeana, inconclusa, infinita si se quiere: la escalera al cielo. Se trata de una estructura que supo ser sinónimo de victoria. Emplazada en el viejo laberinto, llegar a la cima de la escalera era el triunfo de haber sorteado los obstáculos del paseo. En su breve cumbre, el premio era apreciar la vista del lugar.

Hoy el actual laberinto se encuentra a 50 metros del original, ya que este tenía problemas de irrigación. Como postal del pasado, quedó la escalera desnuda, hacia la nada.

La escalera al infinito.

Los restos del laberinto.

Pulgarcito

El arquitecto Daniel Ramos Correas pensó en diseñar un espacio dentro del Parque en el cual los niños pudiesen sentirse como dentro de un cuento. Puso manos a la obra y en 1941 se inauguró el Teatro Pulgarcito, el cual se encontraba dentro de un sector conocido como El Bosque Encantado, ubicado en el terreno donde antes estuvo el antiguo zoológico de Mendoza. 

El teatro Pulgarcito está en el sitio de la jaula de los osos.

En el diseño original, Carlos Thays imaginó la zona de El Bosque Encantado con un estilo art noveau, con bancos que siguieran esa línea artística, cascadas y senderos bordeados con flores. Sin embargo, en la actualidad, esta zona del parque está abandonada, sin iluminación y  propicia para la inseguridad.

Viejo cartel del teatro Pulgarcito.

El lugar hoy luce abandonado.

En este sitio supo estar la jaula de los osos a principio de siglo.

Una cárcel a escala

Sobre avenida Libertador, antes de llegar a Uriburu, puede verse a la derecha una antigua construcción que parece sacada de una vieja película de maleantes. Roída por el tiempo, esa estructura fue el torreón modelo de la cárcel de Mendoza, una de las primeras edificaciones que se hizo en el Parque del Oeste, como se conocía en ese entonces. Esto se debe a que el proyecto original  incluía el traslado de la cárcel que estaba en el terreno donde actualmente está el Hotel Hyatt.

Cabe destacar que el traslado de la cárcel, y todo lo referido a proyecto del Parque, se produjo en medio de una intensa pugna política de la época. Por entonces, la oposición consideraba la creación del Parque, y todo lo que involucraba, como un proyecto elitista, innecesario, con el cual se desperdiciaba el dinero que podía usarse para hospitales u escuelas.

La cárcel finalmente fue construida sobre la avenida Boulogne Sur Mer.

El modelo de la cárcel.

Algo de historia

Después del terremoto de 1861 Mendoza enfrentaba una severa crisis sanitaria y de infraestructura. Epidemia de difteria, cólera y sarampión eran las enfermedades más graves. Por otro lado, existía en la provincia un constante riesgo aluvional.

Algunos sectores del Parque hoy están casi abandonados.

Es así que en 1895 el ministro de Obras y Servicios Públicos, Emilio Civit, promueve la ley N°3 para poblar el oeste de la provincia con el objetivo de aumentar la forestación para contener los aluviones y desarrollar medidas sanitarias.

El gobernador Cornelio Moyano convocó entonces al médico higienista Emilio Coni, por entonces Director de Salubridad de la provincia, para desarrollar medidas que mejoraran la calidad de vida de los mendocinos del siglo XIX. Coni era correntino, de familia francesa y había vivido algunos años en París. Es así que, a partir de la experiencia europea en materia de salud pública, propone la creación de un parque que funcione como “pulmón verde”de la ciudad, un lugar que sirva para purificar el aire de la ciudad y, al mismo, sirva de esparcimiento y ejercicio.

Finalmente, el 6 de noviembre de 1896 se aprueba la Ley N°19 que establece la creación del Parque del Oeste. Para desarrollar el proyecto se contrata al arquitecto y paisajista francés, Carlos Thays, quien desarrolló algunos de los mejores parques de la Argentina: el Parque 9 de julio, Parque Sarmiento, Jardín Botánico y el Parque Nahuel Huapi.