Quiénes y por qué volaron la AMIA

A 23 años del peor atentado en la historia argentina, aún hay elementos que se desconocen y tergiversaciones interesadas.

Quiénes y por qué volaron la AMIA

Por:Christian Sanz
Secretario Gral. de Redacción (click en autor)

A 23 años del peor atentado de la historia argentina, ocurrido a las 9.53 de la mañana del 18 de julio de 1994, los "nuevos" fiscales del caso AMIA admitieron lo obvio: que no hubo una buena investigación de lo sucedido.

Por caso, en un informe oficial, Roberto Salum y Leonardo Filippini admiten que existen miles de documentos mal conservados y sin mirar, un cuerpo sin dedos y testigos que nadie escuchó. 

Ello obliga a revisar una cuestión fundamental —entre otras, claro—: ¿Es correcto lo que se dijo hasta ahora? ¿Son los que se mencionan los culpables del atentado a la AMIA? ¿Por qué jamás se investigó la "pista siria" habiendo tantos elementos para hacerlo?

A principios de 2015, la entonces fiscal Sabrina Namer (foto) aseguró que el nuevo equipo a cargo de la investigación del atentado evaluaría "por qué se había descartado la pista siria, si hay alguna explicación, fundamentación o dictamen de eso. Ver bien el alcance de esta pista, definirla; saber por qué se dejó de lado, qué alcance podía tener", indicó.

Y agregó: "Tenemos que ver qué está estancado, si lo estancado se puede cerrar, qué es lo que se puede seguir".

En el contexto mencionado, la pregunta que surge es inevitable: ¿Qué es la pista siria? ¿Tiene asidero? ¿Qué ocurrirá con los sospechados iraníes?

Los sospechosos de siempre

Aunque hoy en día parezca que se han agotado todas las líneas de investigación, la verdad es que jamás se profundizó sobre la pista en la que parecen haberse originado los atentados, tanto a la embajada de Israel como la mutual de la AMIA.

Para entenderlo hay que trasladarse en el tiempo y recordar los días en que Carlos Menem viajó a Siria en 1988 para entrevistarse con el dictador Hafezz Al Assad en el marco de la interna justicialista para las elecciones presidenciales de nuestro país y a efectos de solicitar fondos frescos para su campaña.

Menem viajó a Siria en 1988 en busca de fondos frescos

Nadie apostaba en esos días a que el riojano pudiera ganar las elecciones internas y eso provocó que este último no pudiera conseguir financistas que apoyaran su candidatura.

Al Assad, presidente de un país que sobrevive gracias al tráfico de drogas producidas en el sur del Líbano, pidió a Menem dos favores: que lavara parte del gran caudal de dinero que producía por la venta de estupefacientes y que le consiguiera tecnología nuclear.

Menem, en ese momento obnubilado por los millones de dólares que estaba recibiendo por parte de Siria, dijo a todo que sí. 

Estaba tan feliz que incluso prometió visitar Siria ni bien asumiera como presidente, como primer destino oficial.

Al Kassar estuvo en Buenos Aires el día que explotó la embajada de Israel

Cuando Menem se hizo cargo finalmente del Gobierno en el año 1989, el narcoterrorista Monzer Al Kassar selló con su presencia el pacto que el riojano había acordado con Siria, al tiempo que aplaudía al lado de funcionarios y legisladores de la Nación en el marco del pase de mando presidencial.

Con el poder en sus manos, Menem comenzó a abrir las fronteras a una sospechosa y cuantiosa inmigración siria y colocó a Ibrahim Al Ibrahim -un coronel de Inteligencia de esa nacionalidad íntimamente relacionado con Al Assad- en un alto puesto de la Aduana para permitir el ingreso de valijas con narcodólares tal cual había pedido Siria.

Pero no todo sería color de rosa. Los primeros meses de Gobierno menemista traerían de su mano las decepciones más inesperadas. Por presiones políticas varias, el reactor nuclear prometido a Siria nunca llegaría a destino y las valijas repletas de dólares esperando ser blanqueados serían descubiertas por investigadores españoles. Al mismo tiempo, Menem viajaba a Israel como presidente -enemigo declarado de Siria-, a pesar de lo que había asegurado a Al Assad.

Menem pidió perdón cuando fue el atentado a la AMIA

Ante lo sucedido y a pesar de sus elocuentes promesas, Menem sólo atinó a soltar la mano de los sirios para proteger su propia imagen. Al Assad, quien finalmente tuvo que comprar pésima tecnología nuclear a China, estaba furioso. Al Ibrahim había sido procesado y Al Kassar escapaba de Argentina debido al comienzo de un largo proceso por radicación irregular en nuestro país.

Era el comienzo de una venganza personal.

Venganza perseguirás...

El 17 de marzo de 1992 estallaba la Embajada de Israel, mientras el entonces ministro del Interior, José Luis Manzano, recibía un documento de la SIDE que aseguraba que Al Kassar estaba en Buenos Aires y que podría estar relacionado con el atentado.

Manzano sólo afirmó atinó a afirmar,  erróneamente,  que la explosión había sido producto de un coche bomba: una Ford F-100 cargada con Exógeno C-4. Lo único real era el explosivo, la camioneta no existía.

Menem, por su parte, denunció algo insólito: “este atentado me lo hicieron a mí”. Nunca explicó estas palabras y sólo dedicó su esfuerzo a tapar todos los indicios que conducían a los sirios en la investigación.

El tiempo borraría las huellas y la memoria.

La no investigación del atentado a la embajada de Israel envalentonó a los sirios, quienes empezaron a pergeñar un segundo mensaje que culminó el 18 de julio de 1994 cuando explotó la sede de la AMIA.

Otra vez las primeras pistas conducían a Siria y Menem fue más lejos que antes: ordenó que no se investigara a ningún ciudadano sirio y nuevamente habló crípticamente: “Les pido perdón”, aseguró ante el asombro de la gente. Nadie le preguntó por qué había hecho semejante comentario

Los primeros sospechosos eran sirios y algunos de ellos demostraban tener estrecha confianza con Al Kassar. Pero no debía acusarse a Siria.

El mismo día del atentado a la AMIA, agentes de la CIA y el Mossad –servicios de Inteligencia norteamericano e israelí, respectivamente- dieron letra al Gobierno de Menem para que se inventara la historia de la Traffic-bomba y se acusara a Irán por lo sucedido. Siria era intocable: tenía negocios ocultos con Estados Unidos y traficaba armas con Israel. Irán, en cambio, era el enemigo natural de todos ellos y el mejor chivo expiatorio.

Mientras tanto, la conducción de AMIA y DAIA recibía millonarias sumas de dinero a cambio de no denunciar la desinvestigación del atentado. Todo estaba perfectamente armado.

Más sobre Siria

Gracias a un llamado anónimo, el mismo día del atentado a la AMIA, se intentó detener a tres ciudadanos sirios: El matrimonio conformado por Narman Al Henawi y Mohamed Al-Alem, nacidos en Damasco y residentes en Argentina; y Ghassan Al-Zein, quien se presentó como sobrino del presidente de Siria, Haffez el Assad.

Lo más llamativo fue que Al-Zein denunció como domicilio Florida 938, sede de la marroquinería Namir y propiedad del clan Yoma, familia política de Menem.

Finalmente nunca se llegó a detener a los nombrados. Una orden “superior” hizo que los dejaran en paz y, un día después, el trío sirio desapareció.

Pero hay más: poco antes de la explosión en la AMIA, un camión conducido por Alberto López, estacionó frente al edifico de la AMIA dejando un volquete de la empresa Santa Rita, propiedad de Nassib Haddad, de origen sirio-libanés.

En el transcurso de la investigación se descubrió, gracias a la hoja de ruta que López tenía en su poder, que a pesar de que primero figuraba la AMIA como lugar a donde depositar el volquete, partió hacia un supuesto baldío ubicado en la calle Constitución 2655-57. Enfrente del mismo, se encuentra la vivienda de Jacinto Kanoore Edul.

Lo interesante de todo esto es que Edul conocía –y mucho- a Al Kassar. En su teléfono se registraron varias llamadas a Siria y a España. Por si esto fuera poco, -Edul- reconoció públicamente ser "amigo íntimo de Carlos Menem".

Y hablando de sirios: la empresa encargada de la limpieza de la AMIA pertenecía al desaparecido Alfredo Yabrán, de inocultable raigambre siria y amigo personal del ex presidente Menem. La noche anterior a la explosión de julio de 1994, esa firma fue la encargada de limpiar la mutual israelí.

Concluyendo

“No existen pruebas contra Irán”, aseguró en febrero de 2015, la expresidenta Cristina Kirchner a varios interlocutores de confianza en torno al caso AMIA. Lo hizo poco antes de instruir a la nueva fiscal del caso para que avanzara sobre la pista siria.

A los mismos que la escuchaban les confesó algo que los dejó atónitos: que el gobierno de Estados Unidos le había solicitado a su extinto marido, Néstor Kirchner, que se avanzara sobre la pista iraní a pesar de no existir evidencia sobre esta. Fue en el año 2003, a comienzos de su gobierno.

Ello explicaría el cambio radical que tuvo la propia Cristina respecto a su propio desempeño como presidenta de la comisión Bicameral que investigó en los años 90 ambos atentados, el de la embajada de Israel y la AMIA.

En esos días, Cristina aseguraba públicamente que, para entender la lógica de los hechos ocurridos en Buenos Aires, había que apuntar a la “pista siria”.

La exjefa de Estado refrendó sus convicciones frente al tribunal oral que llevó adelante la indagación del atentado a la AMIA en el año 2003. Para justificarse, dejó una frase que quedaría registrada para siempre en los micrófonos judiciales: “Yo no era la única que pensaba en la pista siria”.

Cristina jura hoy que, a pesar del avance de la “pista iraní” en el expediente que llevó adelante el juez Rodolfo Canicoba Corral, ella jamás dejó de creer en la trama que se vincula con una venganza contra el entonces presidente Menem por acuerdos no cumplidos con su par Haffez Al Assad.

Como se dijo, Monzer Al Kassar, Nassif Hadad, Alberto Kanoore Edul y hasta Alfredo Yabrán, son algunos de los sirios que aparecen en la voluminosa causa judicial que hoy provoca una de las mayores polémicas vernáculas.

Sin embargo, la Justicia no se ha animado a avanzar en esa línea e insiste en la pista iraní. Lo curioso es que, la única evidencia en tal sentido reposa supuestamente en documentos secretos de la CIA y el Mossad, respectivos servicios de inteligencia de Estados Unidos e Israel.

Eso sí, ningún funcionario argentino —judicial o político— vio jamás una sola prueba contra Irán. Todo, hasta el día de hoy, es un inmenso dogma de fe, al cual el propio Mauricio Macri terminó adhiriendo.

Una verdadera pena.