Paren de matarnos

En Mendoza el gobierno desestimó declarar la emergencia en violencia de género. La historia de la víctima que el Estado dejó en coma.

Paren de matarnos

Por:Ana Montes de Oca
Periodista

La cosa se puso fea. Cuando antes veíamos una publicación de alguna chica que no aparecía pensábamos en seguida que seguro se había ido con algún novio, o que se habría peleado con los padres. Ahora simplemente se nos estruja el alma esperando el momento en que aparezca el cadáver.

Entre ese antes y ahora pasaron apenas unos meses, pero demasiadas muertes.

Hoy, las mujeres nos vestimos de negro, hacemos un simbólico paro de una hora y llamamos la atención de todos porque nos están matando, de a muchas, en todos el país, a toda hora.

No sabemos por qué ni lo preguntamos, no hay un por qué, nada justifica que nos bajen a tiros, que nos muelan a golpes, que nos violen hasta el paro cardíaco, que nos quemen, como hacían con nuestras abuelas las brujas.

Sabemos que no hay respuesta para eso. Pero también sabemos que nadie se está haciendo cargo, que ni los gobiernos ni la justicia están activando mecanismos necesarios para frenar esta nueva ola inquisidora.

Ayelén murió bajo los cuchillazos de su padre violador porque el fiscal que le puso al progenitor una prohibición de acercamiento no se preocupó en consultar adónde iba a ir a parar el violador y resultó que lo llevaron a 50 metros.

Esa adolescente de 19 años fue asesinada porque cuando fue a denunciar el día anterior que sus hermanos le habían quitado la llave de la casa (dejandola totalmente expuesta), le dijeron en la mañana que esas denuncias se recibían en la tarde, y en la tarde, que estaban de paro.

¿Se harán cargo esos empleados judiciales de la muerte que cargan encima?

"Tengo dos carpetas con denuncias"

Cecilia, una víctima de violencia de género, fue asaltada el viernes por cuatro tipos que la metieron en un auto y la molieron a palos, la encañonaron y le dijeron “déjate de hacer denuncias porque vas a ser boleta vos y el nene”. No puede ir a denunciar a la fiscalía que corresponde porque el ex marido tiene parientes en la comisaría aledaña. “Me están esperando”, me dice cuando trato de convencerla de que denuncie, “y tengo dos carpetas llenas de denuncias y la que está presa soy yo”. Me deja sin argumentos.

El hijo de Cecilia contó que había sido abusado por el padre. Desde entonces tuvo que declarar varias veces en el OAL (ministerio de Desarrollo), en el Gar (ministerio de Salud), en DOAITE (Dirección General de Escuelas), en la justicia y hasta en psicólogos que tuvo que pagar la madre y que la obra social Boreal no le reconoce.

Mientras el padre sigue libre ese niño es obligado a relatar una y otra vez un momento traumático con un único fin: que cada dependencia llene sus formularios y diga que hizo lo que le correspondía.

¿A cuál de todas las personas que vieron a ese niño les importó?

Nadie está haciendo nada

La semana pasada, un grupo de funcionarios desestimó en la Legislatura la necesidad de declarar la emergencia en Violencia de Género.

En esa oportunidad, el ministro Dalmiro Garay dijo que “lo importante es que la víctima pueda hacer efectiva (la restricción de acercamiento), por un lado con el botón de pánico y la pulsera y por otro con el protocolo de actuación que va a indicarle al funcionario tanto policial como judicial, cuáles son las medidas correctas que hay que tomar en cada caso”.

Lo invito a Garay a hablar con Cecilia y que le cuente del botón antipánico que le dieron y que no funcionaba, o la cantidad de veces que cuando si funcionó le dijeron que “no había móvil para mandar”, o que le muestre las marcas que le dejaron los cuatro tipos que la atacaron el viernes y que, mientras espera que le tomen la denuncia en otro lado, se le van borrando. Después le van a pedir pruebas, cuando ya no las tenga.

Garay dijo también que uno de los déficits del Estado que heredamos es que la falta de estadísticas”.

En este momento, cuando escribo esto, me llega un mensaje de texto de la pareja de Cecilia: “Cecilia tuvo un ACV y está en coma”.

Ahí está la estadística que buscan. De una forma u otra, terminamos muertas.