El destino del bigote más famoso

Todos quieren decirlo, pero él es quien lo dice.

El destino del bigote más famoso

Por:Ernesto Tenembaum
Periodista

Dicen los que saben que, en estos días, la Conducción Estratégica del Proyecto Nacional y Popular (CEPNYP) --es decir, Cristina-- estaría decidiendo su destino. Primero, lo alentaron desde la Casa Rosada para que sea candidato a Presidente. Allí fue. Estaba claro que era algo testimonial, que no le daba. Apenas, la CEPNYP, o sea, CFK, o sea Cristina, recomendó un baño de humildad, él se lo dio y se postuló para gobernador de la provincia de Buenos Aires. Esta vez, parece que podría darle. Las encuestas indican que, en una interna le ganaría al casi desconocido, este, cómo se llamaba, ¿Ibañez? ¿López? ¿Gónzalez?, ese, el presidente de la Cámara de Diputados. Ah, sí, Julián Dominguez. Porque él es el más popular de todos. Y el otro, un hombre correcto, prolijo, de aparato, nada altisonante y, por lo tanto, ignorado por las masas. ¿Cómo no le va a ganar? Y si le gana, será casi gobernador. Solo una vez, y solo una, el peronismo perdió la gobernación bonaerense: fue durante el huracán alfonsinita de 1983 y con un candidato horripilante que quemaba cajones.

O sea que nuestro héroe está ahí de convertirse en el segundo político más poderoso del país: gobernador de la provincia de Buenos Aires.

Tomá pa vos. Quién lo hubiera dicho.

El problema es que la CEPNYP empezó a dudar. Estos momentos son terribles. Todo, o casi, todo, depende del pulgar de ella. Lo sube y sos Gardel. Lo baja, y fuiste. Y ahora dicen que tiene alta imagen negativa. Que no basta con que él gane. Que puede ocurrir que se transforme en un símbolo fácil donde el macrismo pueda pegar, que eso le reste votos al Proyecto Nacional y Popular, sea este lo que fuere, en todo el país. O sea, que echan a correr el rumor de que solo sería diputado, uno entre 256, aunque él siempre encuentre la manera de no ser uno más.

 

En algún lugar, sería una injusticia, una cobardía, que le apliquen otro baño de humildad. Un lector desprevenido, o él mismo, pensará que la última afirmación es irónica, o una chicana berreta. Sería una mirada superficial. Hay algo respetable en este señor o, al menos, más respetable que el resto de los contendientes: no es un hipócrita, un señorito atildado, un mediatintas. Al contrario, no esconde nada, es amigo de sus amigos, pone la cara como nadie.

La prueba más evidente se produjo en las últimas semanas, cuando el mundo entero se conmovió por las revelaciones sobre la corrupción en la FIFA que, aquí en la Argentina, ensuciaban más que nunca --y es mucho decir-- al oportunamente fallecido Julio Humberto Grondona. Mientras esto ocurría, los pocos periodistas que se atreven a hablar de esta historia, detallaban la escándalosa y evidente red de dinero sucio, maniobras financieras, sobreprecios, vínculos con narcos, que rodeaban el quehacer cotidinado del extinto titular de la AFA. El único que lo defendió fue él. "Tenáa una estatura gigantesca", definió. A primera vista, parece una brutalidad que el jefe de Gabinete defienda a alguien así. Pero al velorio de Grondona fueron todos, de Macri a Cristina a Tinelli. Y solo él no esconde la mano ahora, ni se hace el prolijo, ni niega a sus amigos. Eso, acá y en la China, es una virtud. Después está el detalle nada menor de qué amigos tiene cada uno en la vida, pero en eso, los demás son iguales a él: solo que lo esconden.

Hay infinitos ejemplos de su arrojo y audacia, pero algunos son inolvidables. Cuando la CEPNYP, o sea Cristina, cometió la barrabasada de sostener que hay menos de un 5 por ciento de pobres en la Argentina, todos los demás se hicieron los giles, silbaron bajito, se escondieron. Él no: retriplicó la apuesta. Sacó pecho, metió un término en alemán como si fuera un erudito del asunto, y se mandó: aunque no lo quieran creer, en la Argentina hay menos pobres que en Alemania, dijo. Más o menos como ocurrió hace unos años cuando sostuvo que en la Argentina hay "sensación" de inseguridad. No es que crea que no hay pobres o no hay delito. Si algo no es, es tonto. Simplemente, miente, como ninguno, en defensa del Proyecto: es su manera de ser, de escalar posiciones.


Luego de la denuncia y posterior muerte del fiscal Alberto Nisman, la plana mayor del kirchnerismo reaccionó histérica contra él. Nadie fue tan lejos como nuestro héroe: "Era un transfuga que se gastaba la guita de la Amia en minas. Su madre debería estar detenida". Uno puede pensar que es muy miserable ensuciar así a un muerto, que dejó dos hijas pequeñas, y no puede defenderse. Pero esa es una mirada de otro palo. En el palo de él, todos creían que había que hacerlo, pero el que lo hacía era él. Muchos dirigentes kirchneristas fueron durísimos contra el grupo Clarín. Pero nuestro hombre, otra vez, superó todas las marcas, salvo tal vez la de Luis D´elía: se puso una remera donde el muñequito de Clarín estaba en cuatro con el instrumento introducido en el orificio rectal. En los mejores momentos de 678, cuando acusaban a Eduardo Duhalde por la muerte de Mariano Ferreyra, o impulsaban que les griten apropiadores de niños a los periodistas o bancaban la detención ilegal de un sindicalistas, los kirchneristas educados decían que ellos creían que ese programa jugaba un rol necesario pero no estaban de acuerdo con los excesos. El no era hipócrita, no posaba de nada: "Yo soy el productor de 678", dijo. Bancó todo: las peores porquerías. Pero lo hacía con valentía, no como los demás, que calculaban cada palabra.

Un día puede sostener que Mariano Recalde le ganaría por cinco puntos a Martín Lousteau, y al día siguiente mirar a los ojos a Nelson Castro y decirle: "Ponga las manos en el fuego, doctor: Antonini Wilson nunca estuvo en la Casa Rosada". O acusar a un maestro del Partido Obrero de haber quemado los trenes que el gobierno no cuidaba o a Quebracho, o a Pino Solanas, o al Pollo Sobrero. O sostener que los piqueteros fueron los culpables del crimen de Kosteki y Santillán. Cuando se produjo el asesinato de Ferreyra, él era, como ahora, jefe de Gabinete. Marcelo Longobardi le preguntó por el accionar de la policía. El hizo una defensa cerrada de lo ocurrido. Meses después, gran parte de la plana mayor de la Federal sería condenada por haber establecido una zona liberada. Hace unos meses, fue víctima de un asalto. Estaba manejando en Puerto Madero, un carísimo coche importado. "Siempre me gustaron los buenos autos. ¿Cual es el problema?", explicó. Y, la verdad, no parece haber ninguno: a su alrededor son muchos los que manejan autos caros --inaccesibles para el pueblo-- en barrios privilegiados.

Nuestro hombre es uno de los que expresa de manera más descarnada los valores que triunfaron en estos años, al menos dentro del kirchnerismo. 

La CEPNYP, o sea Cristina, lo valora tanto que es el único dirigente al que volvió a convocar a la mesa chica luego de haberlo expulsado.

Cuando se hablaba de la reivindicación de la política, tal vez se trataba de esto: de que miles de jóvenes con ideales aplaudieran a personas como él, a políticos tradicionales, millonarios, menemistas, duhaldistas, kirchneristas, cristinistas, sciolistas en el momento exacto en qué había que serlo, pendencieros, francos y capaces de poner la cara por lo que sea, como nadie. Y basta mirar las imágenes del último 25 de mayo para percibir que eso realmente ocurrió. Es una estrella. Los jóvenes le piden autógrafos, se sacan fotos, lo ovacionan. El es el más inteligente de muchos kirchneristas que mostraron los dientes en esos años: Guillermo Moreno, Luis D´elía, Diana Conti, Larroque, Kunkel, Rossi, Marín Sabatella, Alex Freyre, Hebe de Bonafini. Por eso, hay algo injusto en eso de que ellos pongan la cara en las peores situaciones para que luego vengan los educados, los prolijitos, los calculadores, los edulcorados, los que no espantan a la miserable clase media, a llevarse los mejores cargos.

Y, en todo caso, si la sociedad los vota, eso será un espejo de los valores dominantes en un país.

Eso ocurre en los elecciones: más que presidentes o gobernadores, lo que aparece claro es un espejo.

Y solo los necios los rompen.

Porque, salvo en el caso de la reina mala de Blancanieves --que era en realidad mucho más linda que su competidora--, la culpa nunca es del espejo.