Cristian Puleo murió en noviembre de 2013 mientras departía con sus amigos en Lunlunta, Maipú. Sus amigos hablaron de consumo de LSD y alcohol, pero sendos peritajes lo negaron. ¿Cuál es la verdad? ¿Por qué todos olvidaron este emblemático caso?
Puleo: la muerte que no le interesa a nadie
Hace poco más de un mes se cumplió el primer aniversario de la muerte Cristian Puleo, quien pereció inesperadamente mientras disfrutaba de una noche de juerga con sus amigos, en Lunlunta, Maipú.
El principio del fin empezó el viernes 8 de noviembre de 2013, en medio de un asado donde no faltaron botellas de alcohol y el consumo de puntuales drogas, principalmente marihuana, éxtasis y LSD.
Las horas pasaron entre risas y divagues, algunos de ellos provocados por la inevitable mezcla de juventud y estupefacientes. Puleo no paró de correr, reír y llorar, hasta que se desplomó y comenzó a sufrir convulsiones.
Sus amigos empezaron a moverse entre la conmoción y la desesperación. Nadie supo qué hacer, apenas sí alguien atinó a llamar a la emergencia médica. Al llegar, el galeno de la ambulancia constató que Cristian había tenido un paro cardíaco y no pudo reanimarlo. Ya era el sábado 9 de noviembre.
En un primer momento reinó la incertidumbre y el secretismo. Los amigos de Puleo hicieron un pacto “no escrito” de silencio y omitieron revelar detalles de lo sucedido esa noche, especialmente los referidos al consumo de drogas. Lo único que trascendió entonces es que Cristian era fanático del rugby en el club Chacras Rugby Club y estudiaba Administración de Empresas.
Mal que le pese a Miguel, el tema de los estupefacientes no ha sido un invento del periodismo, sino parte de la declaración de los amigos de su hijo: todos coincidieron en admitir que habían consumido drogas y alcohol.
La declaración judicial de quienes estaban con Puleo fue contundente y clara. Sin embargo, jamás la justicia intentó buscar al dealer que proveyó los narcóticos esa noche de fiesta.
No era un trabajo complicado: su nombre aparece claramente mencionado por uno de los amigos del rugbier, está ubicado hasta el día de hoy en la zona de Palmares Como sea, el tiempo pasó y a mediados de este año una contraprueba entregada a la fiscal del caso, Susana Muscianisi, arrojó que Puleo no tenía en su cuerpo presencia de “compuestos o elementos de importancia toxicológica”. El estudio fue realizado en el Laboratorio de Toxicología y Química Legal del Cuerpo Médico Forense del Poder Judicial de la Nación, a pedido del Cuerpo Médico Forense local, donde se hicieron los primeros peritajes.
Ese peritaje, solicitado por el entonces fiscal subrogante Juan Tichelli, refrendó lo mismo: que no había estupefacientes en el cuerpo del rugbier, solo marihuana.
Sin embargo, pocos repararon en un pequeño detalle: el estudio se hizo tardíamente dando la posibilidad al ácido lisérgico de no dejar rastros en el organismo del joven deportista. Especialistas en drogas coinciden en mencionar que el LSD persiste solo unas horas en el cuerpo y luego desaparece, a diferencia de la marihuana que sí es detectable al paso de los días.
El ex ministro de Salud provincial, el toxicólogo Sergio Saracco (foto), no solo refrendó en su momento esa posibilidad sino que además advirtió que la marihuana que se encontró en la sangre del fallecido podría haber causado la broncoaspiración que finalmente produjo su deceso.
Concluyendo
A poco de morir Cristian Puleo, sus amigos escribieron en Facebook una elocuente frase: “Un día triste, se nos fue el ‘Perrito’ Puleo. Nos queda un vacío enorme. No hay palabras, sólo dolor. La vida nos dio una trompada, habrá que levantarse y seguir, y ese será nuestro homenaje”.
Frente a esas palabras, la Justicia poco y nada ha hecho para intentar develar lo sucedido esa noche. A nadie pareciera interesarle qué pasó con el joven rugbier.
En lugar de buscar a quienes vendieron narcóticos a Puleo y sus amigos, los investigadores se enfocan hoy en determinar por qué no se manejó correctamente la “emergencia” durante la trágica noche del 9 de noviembre de 2013.
En ese contexto, Miguel Puleo, padre del rugbier, supo arrojar un mensaje críptico: “Ahora, que los amigos digan la verdad”. ¿Hay acaso algo que el hombre sabe y no quiere revelar? ¿Por qué alguien podría incriminarse asegurando que compró estupefacientes si no fuera cierto?
Ningún medio de prensa recordó la muerte de Puleo a un año de ocurrida, como si ya no fuera relevante. La lentitud de la justicia denota algo similar.
En realidad es una postal de cómo la sociedad procesa ciertos temas y los deja de lado luego de darles espectacularidad inicial.
Todo es fugaz, trivial, irrelevante.
Es algo que supo entender y explicar Rafael Hernampérez con meridiana claridad: “Tuyo es sólo el momento presente. Lo demás tan sólo fue un efímero recuerdo o será quizá una remota posibilidad”.



