Crónicas del subsuelo: Otra de pichiciegos

Crónicas del subsuelo: Otra de pichiciegos

Por:Marcelo Padilla

De la desolación del paisaje, de tanta nitidez tras los ventanales que dan al sur donde la montaña hace de muro, a lo lejos, las palomas en cualquier momento entran al departamento donde habita mi cuerpo, digo "mi cuerpo" porque en estos días he logrado ver su despegue. Anda por ahí en los recovecos de un mueble viejo bien cuidado que me prestó una amiga hace unos años cuando no tenía objetos para poblar una casa. Libros, revistas, una tijera, papeles de la obra social, pinturitas para que juegue la niña. Por ahí anda el cuerpo, buscando sin saber bien qué, sin norte ni brújula. Como los niños cuando juegan a transformarse en bichos bolita el cuerpo se acurruca en un escaparate y queda ahí, como en una bolsita de protección, como un vientre de madera rectangular que ayuda a eludir la desolación que se observa tras los ventanales. Las palomas cada vez más cerca, antes venían cada tanto, de a una, pero hoy por la mañana he visto a cuatro picoteando el borde del abismo, seguramente migas y restos de pan que caen de las ventanas del séptimo o del octavo, tal vez del once, no sé, pero de algún ventanal caen, porque yo acá pan no tengo ni compro, o sí, a veces cuando vienen los demás niños. Lo cierto es que no los veo hace varios días, y pan no tengo.

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Las palomas saben dónde posarse para el picoteo, y ahora están las cuatro en mi ventana. Mi cuerpo en el mueble, en ese profiláctico de madera que, en un estado de demencia cree resguardarse del afuera hoy más temible que el adentro. Ah, sí, algunos pensaran en "Los Pájaros" de Hitchcock, lo pensé, y me fui a verla por YouTube para conjurar. Es marzo pero no sé qué día de marzo, quién puede saberlo excepto los calendarios automatizados. Leo que en La Revolución Francesa le disparaban a los relojes, lo leo en un poema y averiguo el porqué. La destrucción de los relojes, pensé, puede que lleve a una situación de catástrofe de la noción del tiempo. El tema es de cuál, el tiempo de quién y para quiénes, el tiempo elástico tal vez, un tiempo de calabozo, lo que dura una cuarentena, o el tiempo de salir a mirar por la ventana de nuevo con mi cuerpo adolorido por la posición en el mueble vientre de madera. Las palomas se fueron, por fin, no sé si me las encontraré dentro de mi casa en cualquier momento atacando. No muy lejos de la Casa de Gobierno -a la cual observo desde el sexto piso como un francotirador sin armas si aguaito hacia la derecha-, caen las tardes como estrellas fugaces.

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No sé, yo atento a las palomas que no entren al departamento y la niña que me dice haber visto una estrella, "papá papá, recién vi una estrella en el pasillo", me dice circunspecta, tal vez para darme conversación. "Era amarilla", una estrella en el pasillo, amarilla, que pasó pero no está más". ¿Bonita?, le pregunto. "Sí, muy bonita", cuenta, mientras cortaba el pelo de una muñeca con la tijera del mueble donde a veces mi cuerpo se guarda, una muñeca con el pelo quemado por el fuego de un encendedor que bien le venía un corte, "bonita", le digo, "hermoso el corte". La niña con su estrella amarilla cortándole el pelo a la muñeca, las palomas que giran en derredor del patio de la escuela vacía, en pleno desierto orgiástico para los animales e insectos que hoy se reproducen más rápido por efecto de la des-invasión cotidiana.

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El sonido de afuera es el de un río de viento que golpea contra los paredones de las torres y silba, un río que silba en plena ciudad acuartelada. Lentamente el cuerpo se agazapa. A las nueve de la noche el ritual de los aplausos al personal médico sanitario, no sé, se aplaude, suena el himno nacional argentino en un departamento que da hacia el norte con el sonido al palo, es la ceremonia diaria a las nueve de la noche, un rito que se hace carne en cuarentena donde las gentes asoman sus cabezas para darse aliento y gritar, yo dejé de aplaudir luego de varios días. Espero no me denuncien, porque como está la cosa, he visto que denunciar es humano, y mi cuerpo entumecido quiere cumplir con ese deber; sin embargo mi espíritu no puede, no lo soporta, el cuerpo entumecido tal vez sí, pero no el espíritu. Por eso subo el volumen de la música como para mí, mientras espero pase el rito. Quizá esta noche salga por la ventana y aplauda, porque no estoy con el ánimo intacto y equilibrado como para tener una posición determinada, fija sobre las cosas y los objetos, sobre las prácticas humanas.

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Tal vez sea momento de darle espacio al espíritu y poder sentirnos en esas largas colas de gente en los cajeros automáticos desprotegidas de toda profilaxis, cientos de cientos, miles de miles, que se agolpan en los cajeros porque han cobrado la asignación. ¿De qué aislamiento estamos hablando? el aislamiento funciona si tenés casa, ingreso, y comida. Ahora, para comprender con otra categoría a las poblaciones del conurbano se habla de "aislamiento barrial", porque es incontenible en la pobreza exigir medidas que sí puede cumplir un surfista o un renombrado oftalmólogo, o los que tenemos un salario y nos entumecemos en un mueble de madera. O los que leemos para pasar el tiempo. El "aislamiento barrial" consistiría en dejar liberadas a las personas pero en su barrio, para que allí la cotidianeidad permita el establecimiento de redes de solidaridad "no online". Todo bien Fito Páez, pero la cumbia en el barrio puede más. Por eso fitito Páez puede seguir cantando con la cigarra y esas cuestiones que emocionan a las clases altas y medias.

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La situación es que la vida online se ha impuesto de golpe por necesidad y ya se recomienda la masturbación a través de guías, manuales de procedimientos para estar seguros. Llamamientos a la masturbación para el control de los cuerpos, para que no se toquen en lo posible. Una amiga decía ayer: "nosotros sin fiesta ni piel no sobreviviremos". Lo decía justamente a través del medio que hoy es el gran confesionario, el guaspap, donde la gente cuenta sus pesares y crea grupos y esas cuestiones. Sin fiesta ni piel. Me quedó esa frase, mientras suena el himno nacional argentino. Yo subo la música para no escucharlo porque me revuelve el estómago, puedo entenderlo y como dije, a veces, he aplaudido por la ventana, pero me retrotrae a otras épocas. Faltan que prohíban y denuncien al que escucha música en otro idioma. "Estómago" es una película tragicómica brasileña, un carnicero de barrio, no les cuento más, así quien quiera pueda buscarla, ahora que está de moda recomendar películas, libros, canciones, ejercicios, mantras, manuales de procedimientos para pajearse, porno liberado, cadenas nacionales vaticanas, dirigencias acomodaticias, videos de Wuhan, videos de palomas siguiendo a una mujer para comérsela.