Video: el mensaje del papa Francisco en la Fiesta Diocesana de Mendoza

El sumo pontífice se hizo presente en la Fiesta Diocesana en honor a Nuestra Señora del Rosario mediante un video que se difundió en el anfiteatro Juan Pablo II.

Video: el mensaje del papa Francisco en la Fiesta Diocesana de Mendoza

Por: Deborah Puebla

Este domingo, en el Parque Agnesi del departamento de San Martín, se llevó a cabo la Homilía de la Fiesta Diocesana 2022. 

El papa Francisco se hizo presente en la tradicional liturgia católica  en honor a Nuestra Señora del Rosario mediante un vídeo que se difundió en el anfiteatro Juan Pablo II.

La celebración, que este año se mudó al Este, contó con una gran presencia de jóvenes de toda la provincia y fue presidida por el arzobispo de Mendoza, Marcelo Colombo.

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Mediante un video, el papa Francisco envió un sentido mensaje: "Queridos hermanos, están caminando con María del Rosario, Iglesia Sinodal y en salida. Y está bien eso, porque la Iglesia siempre está caminando y cuando en la Iglesia se deja de caminar termina mal. Es como el agua, si el agua no corre se corrompe. Si la Iglesia no camina y no va adelante, no está en camino, anda mal". 

 Homilía en la Fiesta Diocesana

Queridos hermanos

Una vez más nos encontramos en el marco de la Fiesta Diocesana para honrar a nuestra Madre, la Virgen del Rosario. A partir de la feliz iniciativa de distintas instancias y organismos de nuestra Arquidiócesis, como una expresión de la Iglesia en salida que queremos ser, hemos venido a este hermoso parque para compartir en el Decanato Este, la alegría de nuestra fe. Como María, apenas conocida la noticia de la Encarnación de su Hijo, se puso en camino al encuentro de su prima Isabel, como la Iglesia que testimonia con su camino misionero un gozo que embarga vidas y corazones, y que de ninguna manera quiere guardarse para sí.

Precisamente la palabra "alegría" sintetiza las lecturas que hemos escuchado y, sobre todo, el Evangelio apenas proclamado. Alégrate "hija de Sión", alégrate María, alégrate Iglesia de Cristo, alégrate Iglesia en Mendoza. El Señor está entre nosotros. Él quiere hacernos un espacio de esperanza, de unidad y de paz para los hombres. El Señor nos hace pueblo, convocándonos con su Palabra, alimentándonos y confortándonos con sus sacramentos, estrechándonos en los vínculos de comunión fraterna y de corresponsabilidad eclesial.

La presencia de María junto a los Apóstoles, en los tiempos de la Iglesia naciente, haciéndose una con ellos en la intimidad de la oración y la reflexión, serena nuestro ánimo y nos anima a esperar el triunfo de Dios. Ella siempre estará sosteniendo nuestra esperanza y andar apostólico. Ella siempre nos reflejará el gozo de tener a Dios adentro nuestro, el entusiasmo, más allá de las vicisitudes y las pruebas, más allá de los desalientos provisionales y las derrotas pasajeras. En Ella, la llena de gracia, vibra el testimonio de la presencia de Dios, que desalienta toda mezquindad y fragilidad humana. En Ella se conjugan el sueño de Dios y los sueños de los hombres, cuando éstos se alejan del egoísmo y expresan nuestra identidad de hijos del Señor y hermanos entre nosotros.

A lo largo de este día, hemos querido tomar como marco de referencia y reflexión, los sueños del Papa Francisco presentados en su exhortación apostólica Querida Amazonia, de 2020. Son cuatro miradas del Santo Padre, a partir de esa importante instancia de discernimiento eclesial que fue el Sínodo sobre Amazonia, donde se conjugó la reflexión de los participantes con las voces de todos los fieles, especialmente de las comunidades, muchas de ellas indígenas que allí viven.

Los cuatro grandes sueños que Francisco propone, fruto de su discernimiento, son: el sueño social, el sueño cultural, el sueño ecológico y el eclesial.

Del sueño social se desprenden la actitud de indignación que surge cuando se constatan las reiteradas injusticias cometidas contra quienes habitan y han habitado originariamente el territorio y a quienes se les ha despojado de su riqueza familiar, social, comunitaria y cultural.

Sólo promoviendo la defensa de los más débiles mediante el sentido de comunidad y la práctica de la fraternidad y del diálogo social avanzaremos hacia la recuperación de la dignidad de cada persona y de cada territorio.

El sueño cultural invita, por su parte, a una cultura del encuentro, tan presente siempre en el pensamiento del Papa desde el inicio de su pontificado. Sólo el encuentro fraterno y abierto permite recuperar la cultura original que da sentido de vida e identidad, pero este encuentro intercultural necesita la apertura solidaria a dejarse enriquecer por lo "otro".

Este sueño, es, por lo anterior, la propuesta contraria a la globalización y al paradigma tecnocrático que pretende anular lo diverso para alentar el consumo de lo igual.

El tercer sueño, el ecológico parte de la necesaria interconexión entre todo lo creado en donde el ser humano es, también, creatura que tiene el deber de cuidar de la casa común y permitir que, cada creatura, pueda llegar al fin para el que ha sido creada y que no es ella misma. Lo mismo para el ser humano, su fin, no es él mismo si no Dios que le ha dado su existencia gratuita y por puro amor. Por esto, la relación que debe existir entre la persona y su ambiente debe ser de sumo respeto, procuración y sobre todo, contemplación.

La actitud, pues, que acompaña este sueño es la contemplación entendida como la capacidad de profundizar en la belleza natural del cosmos que supera la mirada superficial y frívola de la simple productividad.

Finalmente, el cuarto sueño, el eclesial propone "nuevos testimonios de santidad con rostro amazónico"[1]. Lo anterior significa encontrar nuevos caminos para la Iglesia en esa región, desafíos que comprometan la acción de todos, laicos y religiosos que entiendan que lo que distingue a la acción de la Iglesia es el esencial kerygma, es decir, el anuncio del infinito amor de Dios por cada uno y, de modo preferencial, por los más pobres y débiles, de modo tal que, se encuentren nuevas formas de inculturación de la liturgia donde lo más importante no sea el distractor de los signos y símbolos propios de cada cultura si no la tarea siempre renovada de encontrar, aún en esos símbolos y formas, modos de anunciar el amor de Dios.

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