Oscar Alejandro Ilabaca Altamirano robó en una casa, pero dejó un rastro que terminó siendo la prueba por la que lo detuvieron y enjuiciaron.
El ladrón que fue condenado por sus hemorroides en San Rafael
Hay una manera vulgar para referirse a la mala suerte. Todos la conocemos y la mayoría la utilizamos. Decimos: "¡Qué mal c...!". La metáfora se convirtió en realidad para un ladrón que fue capturado por sus hemorroides en San Rafael.
El 6 de febrero de este año, Oscar Alejandro Ilabaca Altamirano entró a robar a una vivienda de calle Pasteur al 600 del mencionado departamento del Sur mendocino. Escaló un muro medianero, forzó una puerta e ingresó al inmueble. Lo único que robó fue una puerta de madera barnizada que separaba el comedor de la cocina-lavandería. Pero, antes de irse, sintió la necesidad de ir de cuerpo.
Ilabaca fue al baño e hizo sus necesidades. Estaba tranquilo, solo y meditaba -posiblemente, mientras estaba en el inodoro- que por esa puerta le podían dar unos pesos. No era nuevo en estas faenas: tenía antecedentes de robo y en 2011 había escapado de la cárcel de San Rafael.
Una vez que finalizó la evacuación, el ladrón descargó el agua de la mochila en el inodoro y se fue. Pero ni el robo ni el crimen perfecto existen.
Cuando el dueño de casa regresó, advirtió el robo. Llamó al 911 y su casa se llenó de policías y peritos de Científica. Estos últimos, avezados en buscar huellas e indicios, por alguna razón decidieron ir al baño y levantar la tabla del inodoro. Sorpresa. Uno de ellos vio un pequeñísimo punto rojo. Los sabuesos decidieron levantar esa muestra.
La llevaron al laboratorio de datos genéticos y comenzaron el análisis. El cotejo hizo match el 21 de febrero con una muestra tomada en 2019 en otra causa. El resultado genético determinó que esa sangre hallada en el inodoro tenía el mismo ADN que Oscar Altamirano Ilavaca. Marche preso.
El fiscal de la causa, Javier Giaroli, con esta prueba contundente, solicitó el arresto. Los policías buscaron a Ilavaca y lo arrestaron. El trámite de instrucción fue sencillo: el acusado tuvo que confesar el robo y reveló que padecía de homorroides sangrantes.
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Ante la confesión, admitió ser el autor del delito en un juicio abreviado y recibió una pena de tres años con prisión efectiva por el robo con escalamiento y por la reincidencia.