Tristes tiempos en que los ridículos habladores critican a los que hacen

Mendoza está frente a una votación de gobernantes donde puede confirmarse la política hacedora y transformadora u optarse por una especie de jacobinismo ávido de venganza pero anémico de ideas y programas.

Tristes tiempos en que los ridículos habladores critican a los que hacen

Por:Jaime Correas

 "Una política es clara cuando su definición no lo es. Hay que decidirse por una de estas dos tareas incompatibles: o se viene al mundo para hacer política o se viene para hacer definiciones. La definición es la idea clara, estricta, sin contradicciones; pero los actos que inspira son confusos, imposibles, contradictorios. La política, en cambio, es clara en lo que hace, en lo que logra, y es contradictoria cuando se la define."

José Ortega y Gasset, "Mirabeau o el político" (1927)

Para el bicentenario del proceso revolucionario francés de 1789 el gran historiador inglés Simon Schama escribió "Ciudadanos. Crónica de la Revolución Francesa". Se transformó en un clásico y a su vez fue una revisión de los hechos históricos. Una de sus hipótesis más potentes y sugestivas es que en la Francia pre revolucionaria se estaban produciendo cambios muy favorables para el pueblo a cargo de una burguesía progresista e ilustrada. Esas mejoras se abortaron por los incendios revolucionarios que hicieron tabla rasa con todo en su lucha contra el absolutismo y la decadencia monárquica. Por el estallido, los resultados en esos temas que importaban en la vida cotidiana no fueron todo lo deseables que se hubiera esperado. Schama sugiere que al mismo tiempo la revolución inglesa, con menos grandilocuencia y guillotinas avanzó mucho más rápido y confirmó el liderazgo británico en aquellos tiempos, además de producir un avance entre su población bastante más significativo.

Afirma Schama: "Lo que destruyó a la monarquía fue su incapacidad para crear instituciones representativas gracias a las cuales el Estado pudiese aplicar su programa de reformas. ¿La revolución se desempeñó mejor? En un plano, la sucesión de legislaturas electas, de los Estados Generales a la Convención Nacional, fue una de las innovaciones más impresionantes de la Revolución. Llevaron el intenso debate acerca de la forma de las instituciones gubernamentales francesas, que se había desarrollado por lo menos durante medio siglo, al escenario de la propia representación, y estructuraron sus principios con elocuencia sin igual. Pero pese a todas estas virtudes como escenarios de debate, ninguna de las legislaturas resolvió nunca la cuestión que había torturado al nuevo régimen: ¿Cómo crear una asociación viable y eficaz entre el ejecutivo y la legislatura? Tan pronto la Constitución rechazó la propuesta "británica" de Mounier y Mirabeau, que consistía en extraer de la asamblea los ministros, comenzó a considerar al ejecutivo no como el gobierno del país, un cuerpo que actuaba de buena fe, sino como una quinta columna propensa a subvertir la soberanía nacional... El Terror invirtió eficazmente los datos del problema, al poner a la Convención bajo la égida de los comités; pero aun así imposibilitó cambiar los gobiernos como no fuera mediante la violencia."

Ver: Quincho: Dilemas a dos semanas de votar, y el "Deportivo rejunte"

El interesantísimo desarrollo de Schama muestra cómo las posiciones que necesitan llevarse por delante y demoler todo para escalar destruyen también logros importantes. A su vez, por su propia naturaleza, no están preparadas para construir en su lugar lo que prometían. Porque no saben cómo. Los doscientos años de la Revolución Francesa sirvieron para que se hicieran estudios que resignificaron lo sucedido y, sobre todo, las valoraciones que habían quedado cristalizadas. ¿Esto quiere decir que hay que optar entre blanco o negro, al estilo de ciertos revisionismos históricos que transforman lo que era bueno en malo y viceversa? Por supuesto que no, la multiplicación de visiones lo que hace es revalorizar, matizar y proponer síntesis que enriquecen las interpretaciones. El propio Schama afirma: "Si hubiese que buscar una faceta transformadora indudable de la Revolución Francesa, esta sería la creación de la entidad jurídica del ciudadano." Y esto es algo que ya quedó incorporado a los diseños institucionales de los países republicanos y democráticos, donde se construyen sistemas institucionales para proteger al individuo. Pero no por eso el historiador nacido en Londres deja de apuntar a reglón seguido: "Pero apenas esta persona hipotéticamente libre (el ciudadano) fue inventada, ya el poder policial del Estado circunscribió sus libertades. Se hizo siempre en nombre del patriotismo republicano, pero no por eso las restricciones eran menos opresoras. Tal como Mirabeau -y el Robespierre de 1791- habían temido, las libertades se convirtieron en rehenes de la autoridad del Estado guerrero".

El libro de Simon Schama.

En estos breves párrafos tenemos varios puntos a destacar que pueden iluminar el contexto político actual a nuestro alrededor. En primer lugar siempre existe un Robespierre de 1791 que llega defendiendo la libertad y luego se transforma en un guillotinador que en nombre de la libertad decapita a muchos libres. En la historia el propio Robespierre terminó con el cuello rebanado. Siempre hay algún converso más papista que el papa. Para hacer su camino, esos personajes con ropajes majestuosos y retóricas encendidas chapalean en su pequeñez. De a poco van quedando al descubierto, porque son sólo lo que son. Nada más. Postulan que todo está mal y que han venido a cambiarlo. Ellos serán el motor del cambio porque se han dado cuenta de dónde está la falla.

Mientras las intrigas sucedían en la Francia anterior a la toma de la Bastilla, sobre todo en la propia corte, una serie de agentes sociales avanzaban en mejoramientos notables y necesarios. Sobre este tema hay una película de Patrice Leconte de 1996, "Ridicule", que es paradigmática.

Un ingeniero aristócrata pero sin recursos está preocupado por hacer las obras necesarias para sanear unos pantanos que están matando a la población más pobre. A fin de avanzar con su proyecto debe incursionar en la corte en Versailles para conseguir apoyo. Allí descubre que es más importante el decir que el hacer. Es el imperio de los habladores, de los charlatanes, de los prestidigitadores de palabras. El temor es a quedar en ridículo, de ahí el título del film. Algo parecido a como sucederá cuando la revolución haya triunfado y sea suficiente con una denuncia para que ruede la cabeza de alguien. Esto también lo muestra con profundidad el libro de Schama. Deberíamos observar a nuestro alrededor. Había en Francia una fuerza de transformación que marchaba paralela a las deformaciones de una monarquía decadente. Pero el triunfo revolucionario arrasó sin matices cuanto había en su camino. Esos avances que estaban germinando ya no sucedieron. Llegaron los puros y su baño de sangre. Tras su paso, paradójicamente, volvió la monarquía. Porque lo suyo no era el hacer, sino el hablar. El triunfo de la retórica sobre los hechos.

Algo similar a lo que se ve en las campañas electorales actuales. Mucho ingenio, mucho efectismo verbal, cierta picardía, pero pocas ideas y planes concretos. No surge casi ninguna propuesta realizable y hay ausencia de diagnósticos serios. Basta con los eslogan y las afirmaciones temerarias. Hoy en las campañas electorales se oyen algunas iniciativas que suenan bien, pero que se agotan en el "qué". No incluyen el "cómo" y mucho menos el "para qué". Desalienta la baja calidad de la deliberación pública. Quienes quieren llegar plantean voluntarismos sin mayor sustento. Por eso se toman de algún dato suelto, parcial, y lo elevan a universal. ¿No deberían estudiar los problemas antes de ofrecerse a solucionarlos? Por eso proponen soluciones simples a problemas complejos. Hacen de la anécdota un universo sin comprender la dificultad de la gestión de los temas públicos. Por eso vemos a diario cómo están a la caza de un pozo, de una rotura, de una falla, de una cifra mala para decir que todo está mal en Mendoza. Sin comprender dos cosas. Que por un lado la marca Mendoza, aunque no les guste, es fuerte por los logros y por las construcciones institucionales. De otro modo no generaría interés fuera de la provincia y confianza. Y por otro lado que su posición inevitablemente le hace daño a ese sello. Es su afán por ganar un voto, tiran por la ventana el agua de la bañadera con el bebé adentro. Se escuchan propuestas de gobierno irrealizables, falsas, inconsistentes. Y críticas endebles, sin evidencias. Lo curioso es que en muchos casos están en boca de quienes cuando estuvieron a cargo fueron desastrosos. Y hablan como si hubieran llegado en un plato volador desde otro planeta. No tienen pasado. Tampoco es casual que los más enfáticos sean los que nunca estuvieron. Esos dicen cualquier cosa y se alían con quien sea para conseguir llegar. Ya después verán. Como los revolucionarios de Francia, lo suyo no es gobernar y cambiar las cosas sino postular propuestas sin decir cómo se llevarán a cabo. Por eso hablan siempre de unos planes que nadie logra conocer, que traerán una felicidad futura. El problema es que siempre será futura. Por eso les cuesta salir del cuestionamiento a lo que otros mejoraron y tener una agenda propia.

Es notable como en 1927, más de sesenta años antes del libro de Schama, Ortega y Gasset escribió palabras complementarias y en sintonía con la obra del inglés: "El revolucionario es lo inverso del político: porque al actuar, obtiene lo contrario de lo que se propone. Toda revolución, inexorablemente, provoca una contrarrevolución. El político es el que se anticipa a este resultado, y hace a la vez por sí mismo, la revolución y la contrarrevolución. La Revolución era la Asamblea, que Mirabeau dominaba. Necesitaba también dominar la contrarrevolución, tenerla en la mano. Necesitaba el Rey. De aquí su afán por penetrar en Palacio. Pero los conservadores -Rey, aristocracia- son también definidores, como los radicales, y sentían repulsión hacia Mirabeau. Es probable que los desastres subsiguientes se hubiesen evitado aceptando la idea simplicísima de Mirabeau: unión de Palacio y Asamblea en un Ministerio de representantes (el camino británico de Schama). Los radicales hicieron imposible esta decisión decretando la incompatibilidad del cargo de ministro con el de diputado." Siempre hay autopercibidos puros dispuestos a poner palos en la rueda.

Se sabe cómo terminó ese proceso revolucionario. Mendoza está frente a una votación de gobernantes donde puede confirmarse la política hacedora y transformadora u optarse por una especie de jacobinismo ávido de venganza pero anémico de ideas y programas. En la Francia de la Revolución el camino lo marcaba la retórica de los tribunos. Dentro de dos domingos el camino mendocino lo marcarán las urnas.