Padres de la Patria defendiendo la democracia del populismo

Lo distintivo de Alfonsín, que quizás explique su vigencia inspiradora, es que los cambios por él propuesto consolidaron la democracia, ya nunca perdida en el país a pesar de los intentos populistas reiterados hasta hoy para debilitarla.

Padres de la Patria defendiendo la democracia del populismo

Por:Jaime Correas

"Una de las cosas que se aprende con dureza en el ejercicio del poder es que la política es, entre muchas otras cosas, una opción entre costos."

 Raúl Alfonsín, 2006

"El populismo tiene por designio acabar con la democracia, desvirtuarla, desfundarla, destruirla. Todo lo que hace el populismo, la concentración del poder, el monopolio de la voz pública en un líder, la movilización permanente de las masas, la polarización, la invención de teorías conspiratorias, su falta de respeto a la ley y a las instituciones, su completa incapacidad de escuchar al otro, todo eso es antidemocrático."

Enrique Krauze, 2022

Hay libros que aparecen en circunstancias oportunas e interpretan y enfocan momentos de síntesis y cambios. Tal parece ser el caso de "Raúl Alfonsín. El planisferio invertido" de Pablo Gerchunoff, un ensayo biográfico sobre el ex presidente radical. Desde hace un tiempo, la figura de Alfonsín, por diversas razones, ha irrumpido con manifestaciones tan diversas como la aparición de este libro o el estreno del film "Argentina. 1985". Quizás la proximidad de la conmemoración de los cuarenta años de la llegada a la presidencia del político nacido en Chascomús sea el catalizador. Lo cierto es que hay un clima de retorno de quien cerraba sus actos de campaña recitando el Preámbulo. Su biógrafo considera que es un caso único en la historia mundial de un gobernante que se marchó del poder con una hiperinflación y luego no sólo volvió a la política activa con predicamento, sino que pasado el tiempo su figura se agiganta y revaloriza, como ya quedó plasmado en su sepelio y en estas presencias recientes.

En estos días el propio diputado Máximo Kirchner declaró: "Néstor tuvo la suerte de tener a Alfonsín como opositor. Ya Cristina no tuvo esa suerte. Vos imaginate que tengas que hablar con Alfonsín o con Macri cuestiones que son inherentes al destino de millones... En ese sentido, Néstor tuvo en Alfonsín un opositor que criticaba pero nunca obstruccionista. Poder dialogar con Alfonsín como jefe o uno de los jefes de la oposición es una cosa y tener a Macri hasta acá es otra, hasta acá, yo siempre digo que todos pueden mejorar". Más allá del sonsonete ya poco creíble de apelar a Macri para todo (amasado en las lecciones afiebradas y apuradas de "La razón populista" de Ernesto Laclau) es curiosa esta recreación imaginaria de la historia de la relación de su padre con el ex presidente. En el prólogo de 2006 al libro de Carlos Nino "Juicio al mal absoluto", en un texto denso y ejemplar Alfonsín escribió: "Fue muy doloroso escuchar de boca del presidente (Néstor Kirchner) aquel pedido de perdón ‘por los silencios de la democracia' frente al terrorismo de Estado. Una muy desafortunada manera de trazar bisagras históricas borrando las conquistas y los hitos que permitieron avanzar en el camino de la reparación y en el trazado de un futuro verdaderamente distinto".

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"Pero además se insistió sobre la misma idea de que las leyes del perdón, que ya me ocupé de analizar en su contexto, 'borraron con el codo lo que se escribió con la mano', aludiendo al Juicio a las Juntas (Alfonsín lo escribió con mayúsculas). Creo que he dejado suficientemente demostrada la falta de buen discernimiento y falsedad histórica que encubre dicha aseveración". Cuentan que Néstor Kirchner, además de que no se caracterizaba por dialogar con la oposición, algo que sí fue una marca de estilo diferencial de Alfonsín en el poder y fuera de él, llamó por teléfono al ex presidente para disculparse por sus dichos. Estas palabras muestran que la herida era ya irreparable. Además, fueron disculpas en privado y no públicas, como habían sido los agravios, lo cual les dan un valor insignificante. Sin embargo, en octubre de 2008, pocos meses antes del fallecimiento de Alfonsín, quien ya estaba muy enfermo, Cristina Kirchner lo homenajeó en la Casa Rosada y ahí estuvo el viejo luchador compartiendo el acto por los veinticinco años de la democracia con la presidenta y su marido. Dio una nueva lección de convivencia y concordia a pesar de los sinsabores de la ingratitud kirchnerista con su gesta.

La figura de Alfonsín hoy interpela al presente, por sus valores y la intensidad de sus luchas personales. Puede ser inspiradora, pero tal como advierte Gerchunoff: "no le pidan respuestas, porque no las dará, son otras las circunstancias. Hay que buscar los nuevos caminos." Los resultados inmediatos de su gobierno no fueron buenos, hay que indagarlos en el largo plazo y saber leerlos. Como a todo el resto de los presidentes argentinos, por lo menos de los años treinta del siglo pasado para acá, le fue mal con la economía. O sea que cuando se lo critica en ese aspecto, en realidad se lo está equiparando a los demás, sin excepción. Muchos olvidan que en octubre de 1983 la dictadura le entregó el poder con 350% de inflación. Más de tres veces la que hay hoy. Nadie ha logrado sacar al país adelante de manera sustentable, aunque algunos se esmeren en crear esa ilusión. Sin embargo, los tiempos de Alfonsín tuvieron una épica, un clima de esperanza para los argentinos nunca repetido. Porque Alfonsín, y este es otro hecho distintivo, no le hablaba a una facción, sino al conjunto. No gobernaba para su grupo, enfrentándolo al resto.

Y en ese diálogo construyó sus grandes aciertos y su legado. Y también allí fraguó sus errores y fracasos. Ahora se ve que más allá de esos momentos rutilantes, como su llegada al poder con el 52% de los votos recitando el Preámbulo, tuvo acciones memorables y cruciales. Por ejemplo su actuación en la cuestión militar y el Juicio a las Juntas, que hoy se ha desempolvado, por suerte, con la película que protagoniza Darín. Más allá de los aspectos que se le puedan criticar o reclamar al argumento, todos válidos, a raíz de esta obra el tema ha regresado a la consideración pública. Algo que parecía tan lejano para las nuevas generaciones como el Congreso de Tucumán o el gobierno de Yrigoyen.

Gerchunoff habla de momentos de inspiración en la carrera de Alfonsín y marca dos: el ascenso al poder en 1982-1983 con sus discursos, la denuncia del pacto sindical militar, su olfato para la comunicación, etcétera y la reforma constitucional de 1994, aunque reconociendo que este hito no tiene unánime aceptación. El estudioso marca aspectos de esos cambios que modificaron la calidad institucional de país. Entre muchos, la segunda vuelta y la elección del jefe de gobierno de CABA que explican la llegada a la presidencia de De la Rúa y Macri, el tercer senador, etcétera. Razones le sobran para sostener su mirada.

Lo distintivo de Alfonsín, que quizás explique su vigencia inspiradora, es que los cambios por él propuesto consolidaron la democracia, ya nunca perdida en el país a pesar de los intentos populistas reiterados hasta hoy para debilitarla. Además se consolidó un sistema institucional que se destaca en la región por haber aguantado crisis verdaderamente gravísimas, como la de 2001, sin quebrarse. Esto también Alfonsín lo conceptualizó con contundencia en su caracterización del populismo cuando explicó que no se puede discutir con él y sí con alguien de la izquierda o de la derecha, porque el populista contesta "con voluntarismo, con eslogan, con inescrupulosidad, con demagogia. Entonces, claro, la cosa se hace mucho más ramplona de lo que el pueblo argentino merece".

Ese reverdecer de la presencia de un legado, incluso después de muerto el protagonista, y de haber sido en vida derrotado por las circunstancias coyunturales, une a Alfonsín a José de San Martín y este ejemplo quizás rebate parcialmente la hipótesis de Gerchunoff de ser el único gobernante retornado a pesar de su retiro en derrota. Lo que para nuestro contemporáneo fue la hiperinflación, para el Padre de la Patria lo representó el estallido de una guerra civil entre hermanos a partir de la libertad ganada por él. Ambos se retiraron de su lucha derrotados, pero ambos habían plantado semillas que germinarían después de su partida, ambos rechazaron fuertemente lo faccioso y trabajaron por la unidad, no de palabras sino de hechos, ambos fueron austeros, ambos aspiraron a representar al conjunto de los argentinos, ambos fueron combatidos e incomprendidos por muchos contemporáneos y ambos, finalmente, regresaron con la unanimidad que un pueblo sólo concede a los padres fundadores, de los que disimula incluso sus errores, fallas y defectos. Hasta hoy parecerían ser los únicos si se consolida lo que viene ocurriendo con Alfonsín. Las palabras de Máximo Kirchner parecen indicar que va por buen camino. Belgrano es un caso raro porque es unánime pero acompañó, no se podría decir que él consiguió la libertad como San Martín ni la democracia como Alfonsín. Los otros dos que podrían aspirar a ese Olimpo, Sarmiento por la educación y Perón por la justicia social, no son unánimes. Uno habló de civilización y barbarie y el otro propugnó aquello de que para un peronista no hay nada mejor que otro peronista y propuso que "a los enemigos, ni justicia". Ambos están en un Purgatorio, pero con dificultades casi insalvables para entrar al Paraíso de padres de la patria, porque partieron demasiado las aguas. Sus partidarios los quieren mucho y sus detractores los rechazan demasiado. Quizás Sarmiento está más cerca de dar el salto o quizás ya lo dio, pues hoy muchos que antes lo combatían y hoy lo aceptan, comprendiendo su grandeza a pesar de sus desmesuras.

Hoy la doble inspiración en Alfonsín y San Martín nos indica el camino. Por sus aciertos y por sus errores. De ambos pesan las ideas y las convicciones. De San Martín, la capacidad de gestión para lograr su meta. No hay libertad sin El Plumerillo, sin la gobernación en Mendoza, sin la hazaña del cruce de los Andes. De Alfonsín, la capacidad de ser el arquitecto del futuro, de diseñar instituciones para sostener la democracia liberal y la República. De ambos, la austeridad y el rechazo al enfrentamiento faccioso entre argentinos. Hay mucho trabajo por hacer, porque los modelos son demasiado altos, demasiado lejanos a la gran decadencia del presente.