Los vendedores de ilusiones van en el tren bala

Vienen los "aceleradores" a prometer el mundo feliz del futuro. Desconocen el pasado y el presente. Lo suyo es el porvenir, que es largo en este tiempo veloz.

Los vendedores de ilusiones van en el tren bala

Por:Jaime Correas

 Perdona, mi amor

por tanto hablar, es que quiero ayudar

al mundo cambiar, qué loco

si realmente se pudiera

y todo el mundo se pusiera alguna vez a realizar.

David Lebón, "El tiempo es veloz"

El porvenir es largo y el tiempo es veloz. Pasarán los días y las palabras de la campaña electoral en curso caerán como las hojas del otoño. Luego habrá que seguir llevando a la provincia y al país adelante, con sus problemas, sus dificultades y sus sinsabores. También con la responsabilidad de hacer que cada día se prenda la luz y la acción real, la gestión, se ponga en marcha. Todo esto en medio de una situación nacional desquiciada, sin rumbo, que todo lo complica y con problemas estructurales que exceden a un gobierno. Aunque los hay que los agravan más que otros. El tiempo, por obra de las tecnologías, se ha acelerado de un modo desconocido para la humanidad. Eso ha traído disturbios en las relaciones humanas que a veces parecen insalvables. Lo que antes tenía un ritmo que permitía digerir los cambios, hoy es inmediatez y fugacidad. El presente se transforma en pasado con inaudita velocidad.

Paul Virilio es un pensador francés que ha reflexionado sobre este tema. Su origen es fascinante porque fue un arquitecto y urbanista dedicado a la filosofía con su bagaje de espacios y existencia humana. Ya a mediados los '90, cuando internet era una novedad que embobaba a todos, él advirtió de sus aspectos negativos sin desatender los positivos. Sólo planteaba estar en guardia, porque el cambio iba a ser feroz. Y lo fue. A mediados de aquella década publicó su libro "La velocidad de liberación" y reflexionando sobre su obra explicó: "La velocidad nos libera del espacio real. La velocidad absoluta de las telecomunicaciones nos libera del espacio real, del espacio del mundo, del espacio de los cuerpos en beneficio del tiempo real, de la inmediatez". Cuando Virilio contestaba esto a un periodista en París todavía no se podía soñar con redes sociales que permiten en segundos decir cualquier cosa y mostrar variedad de fenómenos sin la posibilidad de que el receptor pueda saber si lo que le cuentan es cierto o no. Sólo lo consume y si confirma sus prejuicios, mejor. Si no, con suerte, le generará nuevos prejuicios. Difícilmente le traerá una idea, una meditación pausada. Cada estímulo le produce adhesión o rechazo inmediato, difícilmente reflexión y matizaciones. Valdría la pena preguntarse si se piensa en las redes. Si las redes piensan. El filósofo francés falleció en 2018. Sería bueno imaginar lo que habría reflexionado y dicho, porque fue un gran polemista, sobre la inteligencia artificial. Una realidad nueva que ha venido a hacer más complejo este fenómeno de aceleración de la realidad por su capacidad de alimentarla con falsificaciones.

Virilio recordaba que hace casi ochenta años el historiador francés Fernand Braudel reveló con sus estudios la aceleración de la historia. Fue una revolución del pensamiento, una idea innovadora. Sostenía en aquel lejano 1996: "Ahora bien, la nueva revelación de las tecnologías actuales radica en que, después de la aceleración de la historia, asistimos a una aceleración de la realidad. Ya no es más la historia memoria, la historia inscripta, es la historia realidad. Esto quiere decir que la realidad que vivimos está acelerada. El espacio real, al dejarle su lugar al tiempo real, produce una aceleración de la realidad. Todos los fenómenos de aceleración son fenómenos de desaparición. Cuando caminamos por el campo, el campo nos rodea, pero cuando tomamos un tren del alta velocidad, el campo huye y lo olvidamos instantáneamente. La velocidad funda el olvido. El contenido de la memoria está en función de la velocidad del olvido. Las tecnologías de aceleración de la realidad llevan a que el olvido se automatice, se multiplique. Con la aceleración de la realidad y no ya de la historia, entramos en una desaparición y un olvido de las cosas, no sólo de los seres, sino de los continentes, de las situaciones".

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Esta original idea debería hacer reflexionar acerca de la información con que deberían contar para hacerlo a quienes aspiran a gestionar el Estado. El futuro no puede ser mejor, si los discursos, producto de la velocidad de las redes se multiplican y aceleran consiguiendo ese olvido de las cosas y de los seres que postula Virilio. Mucho menos si las ideas y las evidencias son suplantadas por ocurrencias. Así escuchamos a alguien que se postula prometiendo ahorrar en un rubro y eso invertirlo en otro que considera más importante y vital. Pero como su propuesta carece de información omite algo crucial, porque no lo sabe o lo oculta para conseguir votos: el ahorro que propone significa cinco pesos y la inversión que promete es de mil pesos. ¿De dónde sacará los novecientos noventa y cinco que faltan? Nadie lo sabe. Y el hablador veloz tampoco. También está el que promete a cada paso grandes planes, que nunca se conocen, para hacer cambios formidables. Sólo hay que recordar las subas a las jubilaciones que iba a producir el actual presidente evitando los intereses de usura de las Letras de Liquidez del Banco Central (Leliq) pagados a los bancos. Es siempre el mismo mecanismo, una anécdota de algo simple pretende explicar lo complejo. Como la realidad se acelera se crea un mundo particular donde se puede decir cualquier cosa. Así se ofrecen casas, salarios, bajas del delito, mejores viandas de comida, revoluciones educativas para poner en marcha una realidad que está "frenada". Vienen los "aceleradores" a prometer el mundo feliz del futuro. Desconocen el pasado y el presente. Lo suyo es el porvenir, que es largo en este tiempo veloz.

La verdad es que el presunto freno responde a los ritmos de la realidad, no al tren bala en el que los candidatos se suben para invitar a sus votantes. A más de trescientos kilómetros los árboles son líneas imperceptibles. Para quien camina junto a esos mismos árboles y quiere cuidarlos, abonarlos, podarlos, comer sus frutos, son seres vivos. Por eso en el vértigo de las campañas electorales se ofrecen "cien mil soluciones habitacionales" y "mapas del delito" que se leen como "casas" y "baja de la inseguridad". Luego, cuando el tren bala frena, sobreviene la decepción y los pedidos de disculpas o los olvidos.

Estos ejemplos históricos que nos suenan todavía son anteriores a las redes sociales, esas cloacas, donde además de cosas maravillosas seguramente, las palabras y las imágenes marchan a una velocidad que permite todo tipo de falsedades y malos entendidos. Es llamativo como allí se consumen mensajes escritos y gráficos que venden realidades que no se comprueban en la marcha de a pie. Hay que ir en el tren de alta velocidad para tragarse esos versos. Los cuadros verdaderos, con cantidad de casas, con resultados educativos, con índices de inseguridad, con raciones de comida, con planes realizables, en fin, con datos y evidencias, quedan guardados para mejor ocasión. Se saca a pasear en cambio un cotillón que brilla y busca votos. Hay en el panorama presente mucho rejunte, y ya vimos con el gobierno nacional el resultado de rejuntar, mucha mezcolanza, mucha traición, mucho tránsfuga a la orden del día. Pero en algún momento, como en "La Cenicienta", el tren bala se transformará en el tren tortuga que unirá algún día Retiro con Palmira en más de un día y todo volverá a su lugar. Los problemas estarán ahí y habrá que cuidar lo hecho y mejorarlo. Cuidarlo, sobre todo de quienes consideran que todo está mal, mientras aceleran en su ilusión súper sport vendiendo cuentas de colores.