El desierto de los chantas, los oportunistas y los tránsfugas

El desierto de los chantas, los oportunistas y los tránsfugas

Por:Jaime Correas

"Harto ya de estar harto, ya me cansé De preguntar al mundo por qué y por qué La rosa de los vientos me ha de ayudar Y desde ahora vais a verme vagabundear Entre el cielo y el mar Vagabundear" Joan Manuel Serrat, "Vagabundear" 

La novela "El desierto de los tártaros" (1940) del italiano Dino Buzzati es una de las obra maestra de la literatura del siglo XX. Llevada al cine con felicidad por Valerio Zurlini en 1976 refleja la parálisis que produce la acechanza de un mal cuando no se toman las decisiones adecuadas y se cae en la maldición de la espera de que las situaciones cambien por sí solas o por efecto de los demás.

El oficial Giovanni Drogo es destinado a la fortaleza Bastiani, una avanzada que está en el límite de un desierto. Allí esperan hace años una invasión tártara. Hay relatos que recuerdan ataques en el pasado desde esa llanura inmensa. Del vacío proviene el miedo y ese temor es el que marca los ritmos de las relaciones en la fortaleza donde conviven los guerreros. El tiempo transcurre implacable y Drogo, que un principio decide irse, se va quedando y envejeciendo en la observación de cómo evoluciona la vida de esa avanzada que está a la espera de una catástrofe que se dilata y no acontece. Su vida se consume en la inacción porque observa muchas actitudes que le resultan reprobables. Lo cierto es que nunca se aventura al desierto para enfrentar el peligro. Cuando finalmente llega el ataque, Drogo está enfermo y fuera de carrera para dar la batalla contra el enemigo que ha marcado su existencia. La película fue filmada en la fortaleza de Bam, en territorio de Irán. En ese lugar y su historia se había inspirado el propio Buzzati para su obra literaria. Esa ciudad, donde estaba el castillo, aunque es difícil de datar arqueológicamente se sabe que al menos en parte fue construida entre los años 224 y 637 con ladrillos de arcilla, fango, paja y hojas de palma. Fue declarada Patrimonio de la Humanidad de la Unesco por considerarse la única y más antigua ciudad de barro del mundo. En 2003 fue destruido casi el 80% por un terremoto mortífero que asoló suelo iraní. Desde ese momento se la está reconstruyendo merced a la colaboración internacional.

https://es.wikipedia.org/wiki/Arg-%C3%A9_Bam 

Es indudable que la política tiene al menos dos tiempos muy marcados y muy distintos: el del acceso al poder y el de su ejercicio. No se puede gobernar si primero no se llega al gobierno. Esta verdad de Perogrullo marca ciertos ritmos y en determinados períodos, como el actual, quita el foco al político de lo verdaderamente importante, que es modificar la realidad de quienes votan. Esta dinámica pone a los aparatos partidarios a funcionar para arribar al lugar donde se acaban las palabras y empiezan las acciones. Los mal pensados atribuyen la actividad política a la mera ambición de disfrutar de cargos y prebendas, pero la verdad es que hay quienes están enfocados en cambiar y mejorar las condiciones de vida del resto. La desgracia es que esos también están inmersos en este ritual de internismo que irrita a la mayoría. 

El arribo a los puestos de decisión no garantiza nada. La mayoría de los gobiernos son bastante malos y poco hacen por la vida de aquellos votantes a los que intentaron seducir en otro momento. La razón es bastante simple, como recuerda el poeta Oliverio Girondo: "Señores críticos, una cosa es cacarear y otra poner un huevo". 

Con lo cual la situación es grave y produce desazón en muchos y desinterés en una gran mayoría, que siente que nada sirve para nada. Puede ocurrir, si no se actúa con cuidado, y recurriendo a otra metáfora, que a la hora de vaciar la bañadera se tire por la ventana el agua con el bebé dentro. Por eso sería bueno tener cuidado y separar la paja del trigo. En momentos menos complejos y sin tanto enojo puede ser posible. Circunstancias históricas como las actuales suelen producir una paradoja. Las elecciones del votante van justamente en sentido contrario de lo necesario y hasta a veces de sus propios intereses. En su molestia no hace diferencias y elige por despecho y no con la mente fría y haciendo memoria. Ya no le quedan deseos de buscar a quienes sí están enfocados en mejorar a producir mejoras y se enredan en una maraña de chantas, oportunistas y tránsfugas. Es razonable. El votante hace tabla rasa y considera que todos son iguales. Y es peligroso porque después los resultados serán catastróficos. 

Fue en su momento la lógica del "que se vayan todos". A muchos suena muy bien, pero es un imposible, siempre hay alguien firmando los decretos y las leyes, decidiendo. En la cuestión pública no existe el vacío, sí lo malo, pero nunca el vacío. Hay que tratar de que sea el mejor quien esté en el sitio de las decisiones y la acción, dentro de lo posible. Esa es otra variable que suele saltearse. Se pretenden estándares en unos aspectos que no se dan en otros dentro de la misma sociedad. No hay sociedad argentina con estándares suizos. Eso es una ilusión. Quizás sea posible en algunas cabezas fantasiosas, pero no en el día a día de la calle. La dirigencia es un reflejo de la sociedad toda. 

En momentos en que las circunstancias vitales de los ciudadanos están en situación muy crítica, como la actual, que la política esté en el minué de las candidaturas irrita a la mayoría. De allí que surja como dato muy marcado ese enojo y se multiplique la indiferencia. En ese río pescan los que se aprovechan de las deficiencias para crecer en la crítica. Seguramente, por aquella metáfora gallinácea del cacareo y el huevo, serán muy deficientes cuando tomen las riendas. Lo malo es que se agiganta su posibilidad de tomarlas y si lo hacen seguramente nadie se hará cargo, como sucede hoy con aquel 54% que votó para su segundo mandato presidencial a la actual vicepresidenta. Salvo un núcleo duro sería difícil ubicar al resto. Seguro están entre los muy críticos actuales contra CFK, sin hacerse cargo por supuesto, de haberla hecho crecer hasta el presente. Es humano. Por eso hay tanto candidato repartiendo datos al voleo para argumentar su apetencia de ser elegidos. Aunque se den los números reales, lo máximo que se consigue es que no se repitan los falsos. Ninguno de los macaneadores rectifica sus errores después de haberlos difundido. A lo mejor los omiten. Con lo cual la deliberación pública se hace de escasa calidad y, una vez más, favorece a los chantas, los oportunistas y los tránsfugas que pululan a la orden del día. Otro dicho dice que "la necesidad tiene cara de hereje". La apetencia de votos alimenta el chanterío, el oportunismo y las transfugueadas. Lo estamos viendo en estos días en Mendoza y en otros puntos del país. Lo importante, en la medida de lo posible, es estar atentos para detectarlos y evitarlos. Aunque es difícil que suceda, porque la mayoría de la población está dedicada a sobrevivir en medio de lo mal que la está pasando. No tiene tiempo para hacer memoria, mirar con detalle y distinguir a unos de otros. Y los que tienen más bienestar, desde la comodidad se emborrachan con sus críticas desde el llano sin haber nunca experimentado el hacerse cargo de lo público. 

Lo contradictorio es que esos cambios que se están buscando ocurren en un largo plazo que es incompatible con esas soluciones mágicas de los problemas que devienen en un abrir y cerrar de ojos. Por eso es difícil ver las mejoras. Las causas originales por las cuales algo funciona bien o mal en el presente están fuera de la visión de quien disfruta de la mejoría o sufre el deterioro. Ya casi nadie recuerda al artífice y, lo que es peor, si hay algo que mejoró se lo toma como natural. Y de inmediato se busca fijar la atención en otro aspecto que funcione mal. Lo negativo tiene un gran imán para los seres humanos. Lo positivo forma parte del paisaje, sucede, sin razones, sin protagonistas, sin reconocimiento.

Otro aspecto a tener en cuenta cuando se proponen soluciones a las dificultades es recordar que la realidad está en movimiento. No permanece detenida esperando que alguien venga a actuar sobre ella. Por eso es difícil intervenir con efectividad. Los sistemas estatales tienen una dinámica vertiginosa, muchas veces van agravándose por minutos. Los mecanismos para torcer los rumbos no son fáciles, todo lo contrario, no se cuenta con las herramientas adecuadas. De allí que una estrategia que los gobernantes deberían adoptar, a la par que se ponen en marcha planes de mejora, es cortar la sangría de lo que está produciendo daño. Para evitar que siga haciéndolo. Muchas veces la inacción lo toma todo. 

En el entrecruzamiento de fantasía literaria y realidad histórica de "El desierto de los tártaros" y la fortaleza iraní de barro que inspiró la novela hay un testimonio de cómo la humanidad se repone de las peores catástrofes y de las circunstancias más dramáticas. La condición es ponerse manos a la obra, algo que requiere de no confundir todo y elegir a los que están dispuestos a dar la batalla, como el protagonista de la novela de Buzzati. Hay que procurar, eso sí, que no pase lo que le sucede a Drogo, el protagonista que se paraliza por la propia dinámica del fuerte donde espera entrar en acción. En medio de la batalla contra los chantas, los oportunistas y los tránsfugas se le va la vida escuchando sus cacareos mientras aguarda a los temidos tártaros.