El caleidoscopio argentino está girando con Cristina encerrada

En la sociedad se está produciendo un cambio de piezas que van configurando nuevas figuras. En los procesos históricos sucede que aunque se ponga mucho empeño, lo que se mueve lleva a configuraciones distintas.

El caleidoscopio argentino está girando con Cristina encerrada

Por:Jaime Correas

"¿Adónde van los asesinos, hombre? ¿Quién será el que condene, si hasta el juez es arrastrado al banquillo de los acusados?"

Herman Melville, "Moby Dick"

Debería ser suficiente que un lector como Arturo Pérez-Reverte escriba en X: "‘Un caballero en Moscú'" es la mejor novela contemporánea que he leído en mucho tiempo. La serie de TV no estaba a la altura" para evitar la serie y buscar la novela. Si ese es el caso, el interesado se encontrará con una trama atrapante. Un aristócrata ruso, el conde Aleksandr Rostov, ha decidido volver desde Europa a Moscú luego de la revolución bolchevique. Todo indica que no debería hacerlo. Enfrenta en 1922 un proceso de los revolucionarios soviéticos en el que es declarado culpable y sentenciado a muerte. Por una extraña situación, un poema que ha escrito en 1913 hace que su condena sea cambiada por una curiosa forma de exilio interior. Ya no será ejecutado ni enviado a Siberia como era común para quienes se salvaban del paredón, sino que permanecerá en Moscú. Mientras hasta ese momento ha vivido en su habitual suite del hotel Metropol, un escenario inigualable del lujo imperial, en su condición de detenido es trasladado a una pequeña buhardilla del último piso con algunos de sus muebles y libros. Desde allí reconfigurará su existencia y recorrerá en compañía de Nina, una niña de 9 años que va creciendo a medida que pasa el tiempo, los distintos rincones del famoso hotel. Ella le revelará diversos secretos y le hará ver aspectos que le han sido ajenos. El conde siempre ha vivido en el brillo de su habitación y de los distintos restoranes, bares y salones interiores del mítico edificio cercano al Kremlin y al teatro Bolshoi. Ahora que ya no puede salir encontrará matices, claros y oscuros. A través de sus recorridos y de los diversos encuentros y situaciones que se le presentan advertirá el cambio que se está produciendo en el mundo que ha conocido. Amor Towles consigue atrapar en su novela con su inteligencia y originalidad el interés del lector y lo arrastra a un viaje vertiginoso de preguntas, ideas y descubrimientos.

El Conde Rostov va reflexionando y revisando el pasado y el presente a medida que pasan los años. En los '30 reflexiona: "Para la mayoría de nosotros, los últimos años de la década de 1920 no se caracterizaron por una serie de acontecimientos trascendentales. Esos años fueron más bien, como el giro de un caleidoscopio. En la base del cilindro hay fragmentos de cristales de colores dispuestos de forma aleatoria, pero gracias al efecto de la luz, la interacción de una serie de espejos y la magia de la simetría, cuando uno mira en su interior lo que ve es un diseño tan vistoso, tan perfecto e intrincado que parece elaborado con la máxima atención. Y entonces, mediante un ligerísimo giro de muñeca, los fragmentos empiezan a moverse y crean una nueva configuración, con su próxima simetría de formas, su propia complejidad de colores y su propia insinuación de diseño. Lo mismo pasaba en la ciudad de Moscú a finales de los años veinte".

La imagen del caleidoscopio viene como anillo al dedo para la Argentina de hoy. La condena de la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner por actos de corrupción durante su gestión para muchos representa ese desbarajuste que para una enorme mayoría de rusos fue la revolución bolchevique. Pero también, cuando la mirada se afina y se sale de las pasiones más toscas, en la sociedad se está produciendo un cambio de piezas que van configurando nuevas figuras. Esa visión se logra, como hace Rostov, siguiendo los "ligerísimos giros de muñeca" con ojo atento para ver las nuevas configuraciones. Mientras, lo sucedido es tan desconcertante que se hace difícil separar el sonido y la furia de los acordes más finos que reacomodan el tablero de la realidad.

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La primera condición esencial de un caleidoscopio es que las combinaciones de los fragmentos de vidrio son infinitas y nunca se volverá a producir una igual a otra anterior. Los juegos que producen los espejos sólo multiplican en el futuro la imagen creada por los fragmentos reagrupados. Esto lleva a una primera conclusión: cuando una combinación es movida, nunca vuelva atrás. No hay modo de retrotraer el tiempo y volver a restaurar alguna figura del pasado. En los procesos históricos sucede lo mismo, aunque se ponga mucho empeño, lo que se mueve lleva a configuraciones distintas.

El caleidoscopio animado por CFK ha recibido ya tantos golpes de muñeca (el último fue la genial jugada para consagrar a un presidente de la calaña de Alberto Fernández, con sus funestas consecuencias) que los observadores se agotaron, se enojaron. Por ahora su prisión satisface a ese casi 70% que dice que nunca la votaría para un cargo presidencial y tiene en pie de guerra a ese otro porcentaje que es su base de votantes. Son mucho más intensos y tienen razones para serlo. Pero no son mayoría. En el AMBA esa proporción cambia, sobre todo en lugares muy populosos como la famosa Tercera Sección Electoral, lo cual ha sido una muestra de que su reino cada vez es más acotado, sólo apto para replegarse. La condena a prisión recibida, sin embargo, le ha dado un nuevo aire, que no debe confundir. La súbita unión del peronismo para apañarla está integrada por los menos que están dolidos y espantados, los cercanos, pero sobre todo por los que quieren sacársela de encima, como los gobernadores y los que tienen aspiraciones propias, como Massa o Kicillof. También es cierto que todos tienen miedo de que la debacle de quien fuera la líder todo poderosa los arrastre en un debilitamiento general y quieren conservar la mayor estructura posible.

Por ahora hay una puesta en escena en la que reaparecen los viejos representantes de sí mismos sin votos, sindicalistas y dirigentes estrambóticos como Moreno o Grabois, jugando a ver quien es más peronista. Sueñan con una herencia vacante. Las sobreactuaciones están a la orden del día y juntan el agua y el aceite. Por el modo de conducción cristinista ahí se confunden esos leales, que son los menos, y los muchos heridos, hartos de humillaciones y disciplinamientos. Cada uno se ocupa de ser lo más alarmista posible y anuncian escarmientos que difícilmente puedan llevar a cabo. Es esperable que los próximos días sean escenario de múltiples sobresaltos que mostrarán si hay sectores relevantes de la población dispuestos a levantarse contra una condena de la Justicia.

Mientras, los partidarios hacen lo que hicieron hasta ahora: denuncian una conspiración de poderosos ("Clarín y los poderes concentrados"). Demasiado poco para explicar una causa que llevó tantos años, tantos jueces y fiscales, la mayoría ingresados durante el kirchnerismo, tantas pruebas y el respeto de las normas procesales que llevaron al aval final de la causa por parte de la Corte. Por supuesto que se puede creer en complots variados, como se cree que las vacunas hacen daño o la Tierra es plana. Porque este proceso tiene una particularidad. Es el primero donde sucede algo que nadie esperaba que sucediera. Menem condenado se murió encubierto por el Senado. Por primera vez en el período democrático, salvo en el Juicio a las Juntas militares encabezado por Raúl Alfonsín, la Justicia argentina, que no tiene el máximo prestigio, ha ido contra los poderosos con poder. No contra figurones cuando ya no podían hacer nada, como Néstor con los jirones de viejos militares vencidos. Y la presunción es que en este caso la Justicia no ha actuado para quedar bien con el poder de turno o cuando ya su decisión no tiene consecuencias concretas, sino que se ha producido un efecto dominó quizás motivado por el enojo del supremo Ricardo Lorenzetti ante el fracaso de la operación para llevar al cuestionado juez Ariel Lijo a la Corte. ¿Una vez las pasiones humanas incontrolables, venganza por enojo, le ganaron a la lógica de hierro del enfermo funcionamiento institucional? ¿Esto implica un cisne negro o un cambio real?

Se les abren interrogantes a los presidentes. El viejo mecanismo de defensa para quienes ejercen la primera magistratura se ha roto, incluso en su versión Menem de cobertura con fueros. A Cristina la apresaron antes de que pudiera ponerse a salvo, mientras ella avanzaba hacia ellos y los suyos denunciaban una conspiración. La doctrina Pichetto fracasó. Macri, Alberto Fernández y Milei tienen causas penales abiertas. Deben haber mirado con atención la prisión de Cristina. El caleidoscopio se ha movido, pero todavía no es claro cómo se han reacomodado los vidrios de colores. Los memoriosos recuerdan que hace muchos años se puso en marcha un mecanismo judicial donde hubo presiones a favor y en contra, se contrapesaron, protagonistas varios, jueces, fiscales, medios, políticos y piezas jurídicas, pruebas, declaraciones, testimonios y pericias. Es difícil aceptar que las explicaciones conspirativas tengan asidero. Por qué no pensar que la causa avanzó hasta llegar a un punto de no retorno. Al revés, esta vez no ocurrió el complot habitual que garantiza la impunidad para el poderoso. No se dio ese equilibrio perverso muy difícil de quebrar, donde poco importa lo que todos han tienen a la vista sino que imperan las pericias y los ingenios para encontrar detalles a favor y en contra y dilatar hasta el infinito. Esta vez se cortó.

Quienes tienen una posición tomada difícilmente la cambien. En un caso como el CFK los datos y las evidencias se tamizan con las pasiones. Están los que la creen inocente, los que no dudan de su culpabilidad y un tercer grupo muy emblemático y para analizar: los que por diversas razones, sin dudar de su corrupción, consideran que no está probada y que no se la debe condenar. Ninguno se abstrae de la significación política de la sentencia. Quienes la creen inocente la consideran proscripta. Un disparate que sólo pueden justificar quienes no quieren vivir en una república, que son demasiados. Entre quienes celebran su condena hay al menos dos grupos. Los que la aprueban y punto. Pero también los estrategas del gobierno que la querían en escena para confrontar con ella. Macri ya lo hizo y ahora lo transforman en uno de los culpables de la condena. Otra inconsistencia, ¿por qué no la condenó antes si estaba en su voluntad? Porque nunca tuvo esa posibilidad, así como hoy no la tenía Milei, aunque lo hubiera querido. La buena noticia para la visión oficial es que sin duda CFK será un factor de discordia porque moverá el caleidoscopio todo lo posible a ver si una nueva figura la favorece o, al menos, perjudica a sus enemigos. Ni siquiera parece preocuparla tanto su libertad, al menos por su gestualidad en el balcón del departamento donde quedará detenida. Su motor vital es luchar, con ella martirizada. El problema que enfrenta es que parece haber menos vidrios de colores dentro del artefacto con el cual pretende cambiar el tablero. Su última modesta postulación a diputada provincial indica que su figura es cada día más débil.

La Justicia movió las piezas de modo inesperado e inexplicable. Sus antecedentes eran ir contra alguien recién cuando ya perdió el poder real o dilatar lo necesario sus decisiones para presionar con sus causas pendientes, como una espada de Damócles, sobre las cabezas de los poderosos. Es un arma de ataque y de defensa. Esta vez nadie puede negar que CFK tiene poder de fuego y lo está usando, incluso en ciertas instancias con formas violentas, que seguramente están más allá de su voluntad personal. Ya hace mucho tiempo que su relato sólo le sirve para mantener cierta motivación entre los suyos. Quizás ahora alguno de los que quisieran verla declinar se acerquen, pero sólo será mientras la dama en decadencia les sea útil. Después la librarán a su suerte y ella lo sabe. Como el conde ruso, CFK deambula en su departamento tratando de entender el mundo exterior que está cambiando.

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