Crónicas del subsuelo: Sacrificio

Crónicas del subsuelo: Sacrificio

Por:Marcelo Padilla

 ¿Por qué has levantado la ropa si todavía está mojada? Y hedionda, apelmazada, sin el enjuague, con los granitos de Ala pegoteados... sé que lavas en el balde, lo sé, también sé que te da paja pero igual lo haces porque nadie te vence. Sola estás intentando la guerra con las cucarachitas que caminan por el rollo de cocina, y que van y vienen de los bordes del pico del termo porque ahí se conserva la tibieza. Lo sé, pero te repito la pregunta ¿Por qué has levantado la ropa si todavía está mojada? ¿Acaso te has vencido? ¿No ha pasado el Profeta de las doce menos cuarto? Ese que camina tieso con su pierna derecha arrastrada, sin carisma casi por el desgano, con los ojos desorbitados y el evangelio mugriento con manchas de vino y mate, pegotes de moco seco; que más allá de su abandono sigue asistiéndote en estos momentos cuando más lo necesitas... ¿ah? Las sabanas desteñidas igual sirven, por más manchas que le pinte el revolqueteo de tu insomnio y la baba en tus pesadillas de abril, que sé todo eso y más. ¿Por qué no te despiertas y atiendes la puerta cuando le doy esos golpecitos en clave que un día combinamos? toc toc toc, espacio, toc toc toc. Dos de tres con espacio intermedio. Lo he hecho una semana seguida y no respondes, y dejé de llamar y mandar audios que ya no escuchas, ¿Es que estás en otro lado? ¿Será que te fuiste a vivir a otra casa en otro sitio que no he sabido? Me contaste lo del silencio, me acuerdo que me lo contaste aquella tarde bajo el roble de otoño con el mate y leyendo un libro que tiene anotaciones con lápiz hechas por vos, recuerdo una que decía: re-leer (la saña de las cicatrices que exploran la tripa de la ecografía y el páncreas envenenado con cronometraje) todo eso lo recuerdo pero en este momento no sé más hacer. Te cuento que estoy en el café de la vuelta y me puse a escribirte esta carta (perdón por la letra, hace mucho que no agarro una birome y menos sobre una servilleta) bueno, Atentamente... te pongo al final, de vicio burocrático, para ver si con ese final te tomas en serio la gravedad de mi impotencia. Perdón, perdón por nombrarte así al Profeta de las doce menos cuarto. Lo escrito en la servilleta no puedo borrarlo, sí tachar, no lo he hecho por una cuestión de decoro, quiero que leas al menos una carta hecha de pulso fiel con esos garabateos que te hago a los costados de las frases. Me he tomado el tiempo para pensar lo que escribo y con los garabatos te digo otras cosas que ya sabes: ese corazoncito sangrando, las estrellitas que parecen arañas, el arbolito, ese arbolito que planté en memoria del suicidado en tu patio ancho y sin límites al descampado donde caen los rayos y explota el cielo ante la indiferencia de la montaña. Espero que estés bien, solo eso. Te amo, en el silencio que acordamos. Perdón por haberte nombrado al Profeta de las doce menos cuarto. Perdón de nuevo. Donde estés, aquí mi pecho, donde estés, aquí mi dolor, aquí, a la vuelta de tu casa en el cafecito donde te esperaba para desayunar.

Carisma. Te dije lo constitutivo del carisma en todo Profeta que se precie de tal. Una cosa es un Sacerdote, que puede tener carisma, pero su autoridad emerge de la designación de su cargo, no de su carisma y convicción. El Sacerdote tiene cargo y se aferra al testamento. Que lo del Profeta es otra cosa, porque nadie nombra institucionalmente a un Profeta. El Profeta cree en lo que dice sin importarle lo que dicen. No tiene paga ni gratificación, está jugado, y parece un loco en medio de tantas pasiones y discursos. El tema es quién sigue al Profeta, quiénes y cuántos siguen al Profeta. Parecido al Mago con la diferencia que el Profeta ofrece una oratoria de afirmaciones de salvación y hecatombes. Y sabemos, todo Profeta conspira contra la institución competitiva. El Mago no revela, el Mago no muestra más que su destreza y predicciones con pases invisibles y la creencia se logra en el resultado y no en el proceso de invisibilidad de sus pases, más allá de la curiosidad que todo Mago genera. La Bruja que consulto me ha dicho que no me ponga con estas disquisiciones de abril, que no hacen falta, que además no se puede creer en un Profeta y un sacerdote a la vez, a una Bruja y a un Mago. Que tenemos que elegir si la espada o la cruz. Si el abandono estoico o la salvación. El casamiento no fue una cosa de locos ni nadie tiró la casa por la ventana. La casa ya no tiene ventanas, solo esos trapos que vuelan colgados con un nudo en el barralito. Y así puedo ver el sur cuando se agitan. El sur que se mira desde mi ventana asfáltica. De alquitrán. Ese que mascábamos de niños porque nos decían que en el mastique como bola de coca nos dejaba los dientes más blancos y sabía bien dentro de todo porque sin sabor juntaba baba, y eso nos divertía para escupir desde el balcón de la Calle Esmeralda. Total, si las palomas le cagan la cabeza a la gente, un buche de baba da igual.

Ay lo de los parientes, que hace rato ya deben haber desembarcado en el matadero, donde los mandamos una vez para que salgan de su ocaso endogámico. Tu tía Elvira falleció, no te digo que me da tristeza porque viste lo que hizo tu tía Elvira con la abuela, la dejó sin comer un día sentada al lado de la cocina con el mate y se fue para no volver más. Se fue con la congregación a misionar, y por ese altruismo la abuela fue su sacrificio. Bueno, si de moralidades de época se trata puede que se la tenga que perdonar, ¿Quién no abandona en esta época? Sin embargo yo no la perdono ni pienso, solo te lo cuento porque sé que a ella la querías mucho, lo siento por vos, por ese collar de perlitas que te regaló y que de alguna manera te mantiene cerca de ella. Como a todos nos sucede, los objetos que nos quedan, todo lo que se salvó del incendio significan y ese hombre con la pata arrastrada te lo decía de vez en cuando, te lo decía con cariño al menos, sin penitencias. Y vos le dabas un paquete de fideos y un pan o lo que tuvieras en tu alacena. Era un sincero intercambio. Lo vi, no te lo había contado, está en una parada que se ha inventado. En la esquina de las santerías se ha puesto a vociferar canciones de alabanza. Y sí, la gente sigue caminando y no lo mira. Es una intervención urbana. Si querés verlo como una perfo también, pero no, es un tipo solo y desquiciado que no daña más que con su apariencia. Los otros con vestido largo y gesto adusto. No sé, tienen esa pollera larga y sospechosa. Al menos el Profeta sin dientes te mira a los ojos y sonríe. No sé para qué te cuento esto, no sé, no sé tampoco si lo de tu tía te va a sorprender, y lo de la abuela... qué se yo. Yo solo te pregunto ¿Por qué has levantado la ropa si todavía está mojada? Y hedionda, apelmazada, sin el enjuague, con los granitos de Ala pegoteados. Uso la excusa para decirte algo, la excusa de la ropa mojada, que ya no se ve por la ruta cuando paso en el bondi, si ayer la vi colgada desde hace más de un año, y me gustaba verla, porque de alguna manera creí estar presente en esos trapos mojados al viento como un espantapájaros.