Crónicas del subsuelo: Persecución y tiritones

Crónicas del subsuelo: Persecución y tiritones

Por:Marcelo Padilla

 Cuando escapó de su personaje y llegó corriendo a pedirme que lo incluyera para que no lo agarraran sus perseguidores por haber dicho un parlamento de otro personaje de otro texto, no dudé en darle un lugarcito. Me dio pena, un poco de miedo también -¿por qué no?-. Además la responsabilidad que me ha cargado a mí de salvarlo. ¿Por qué decirle que no? ¿Si con él no hemos tenido ni un cruce clarividente que nos profetice su tragedia?

-Acá en el texto hay un lugarcito siempre-, le dije para que se calmara.

Personaje Descolocado se calmó cuando me vio teclear -claro que lo hice-. Escribí su nombre de personaje metiche y lo coloqué en la parte superior izquierda, como para no olvidarme. Personaje Descolocado se metió a dar un baño luego de saber que aquí tenía un refugio. Que tendrá que lidiar con los demás personajes y, por supuesto, conmigo. De aquí en más. Pero eso es algo bueno dentro de la situación en que vivimos. Un personaje que se escapa de un texto por persecución y encuentra en otro texto un espacio aunque sea mínimo, después de todo, es una buena noticia. ¿O no?

Tiritaba. No sé si fue porque tenía fiebre o qué. Personaje Descolocado siempre tiritaba, no es de ahora porque lo persigan. O es que siempre lo persiguen y termina tiritando. Bueno, el orden puede que varíe, persecución y tiritones. Así debería llamarse entonces el texto ahora que se me ha metido un personaje descolado.

-A no arrebatarse Don Descolocado. Que usted todavía está llegando y por más tiritones no me va a hacer aflojar en la entrada. Póngase cómodo y espere su turno que ya no lo andan persiguiendo por ahí. De aquí no tendrá que escapar porque tiene el lugar para realizar lo que hace todo perseguido: cebar mate. Por ahora. Déjeme seguir al menos unos tramos que ya veo como lo incluyo.

¡Qué tipo insoportable! Andar por ahí dando esa lástima, golpeando cada texto para que le abran a cualquier hora de la noche como un desesperado. ¡Pero por favor! No pude decirle que no. Y yo que tenía otras cosas para contar, de lo que les ha pasado a dos monjitas de aquí a la vuelta. ¡Ma sí! mientras este tarambana me espera se los voy a contar. Rezo no me aparezca de golpe como recién. En fin, las monjitas que andan de a dos como las arañas tienen dos perritos cada una. La monjita I tiene dos blancos igualitos de insoportables y la monjita II también, pero uno es blanco y el otro negro, igualitos de insoportables.

-¡Qué hace por ahí personaje descolocado!-, le grito al verlo pasar sigilosamente hacia la cocina.

-Nada nada, perdón perdón, pasaba a buscar algo para tomar de la heladera. ¿Puedo?

-Sí puede, y váyase rápido que usted está en el espacio superior izquierdo donde le he dicho que ha de quedarse hasta que yo lo convoque.

Personaje Descolocado -un miserable- volvió a su lugar con un vasito de agua. De capa tenía una frazada. Supongo por los tiritones. Supongo.

Monjita I sube al ascensor con dos perritos horripilantes que ladraban sin parar. Uno se caga y el otro se mea. La monjita no habla porque las monjas por lo general no hablan. El piso del ascensor es un asco pero ya faltan pocos pisos para llegar al subsuelo.

-¿A qué piso va monjita?

- Al quinto subsuelo-, respondió.

-¿Son suyos?

-Sí, son míos, son mis acompañantes pero ahora no sé qué les ha pasado que "se han hecho" en el ascensor, siempre aguantan.

-Pobrecitos... (malditos)

Monjita II, que es igual a monjita I, aguarda en el subsuelo 5to. Con los dos perritos (el negro y el blanco) moviendo los culitos de aquí para allá a mil por hora con esa histeria típica de esos perros que no sabes si te van a morder o es mejor patearles la cabeza por las dudas.

Cuando llegamos al 5to subsuelo las monjitas soltaros a sus bestias y yo me quedé con ellas un rato, porque cuando salimos del ascensor, el canasto voló hacia arriba. El canasto le digo a los ascensores. Así los nombro para que nos entendamos con Personaje Descolocado que acaba de llegar.

-Al canasto vas a ir a parar por traidor a los textos y a los mandatos del director del establecimiento de personajes. ¿Me oís? Personaje Descolocado y la concha de tu hermana. Que las monjitas se han ido a sus aposentos y yo aquí encerrado en el quinto subsuelo con cuatro perros. ¿Por qué no venís ahora a golpearme tiritando la puerta pedazo de infeliz?

Me saqué. Entré en ira como un fagocitador sin tiempo. Debo haber transpirado el sentimiento porque los cuatro perros iracundos se me vinieron encima y como peluches se colgaron de mis piernas y brazos. Así tuve que subir cuando volvió el canasto al 5to subsuelo.

Cuando llegué a mi piso y entré con los cuatro perros colgando de mis extremidades, Personaje Descolocado estaba escribiendo. Tiritando como siempre. Concentradísimo con lo que estaba haciendo ni me miró. Me sentí un extraño, un expulsado, un estafado por las monjas y los perros y por este miserable que ya ha tomado posesión del texto. Resignado le pido si puedo entrar. Sin sacar la vista de su trabajo escrito me dijo que me pegara un baño. Que ya se me iba a pasar y aguardara en la piecita del fondo. Que me iba a dar un lugarcito en su texto, que él me entendía más que nadie en este mundo. ¡Ah! Y que no le molestaba que pasara a buscar agua a la heladera.