Crónicas del subsuelo: Entre gatos y yonquis

Crónicas del subsuelo: Entre gatos y yonquis

Por:Marcelo Padilla

La acalorada discusión saldó en términos energéticos la situación porque tanto ella como él quedaron exhaustos en la cama, sin mirarse, con las voces roncas de tanto hablar y hacer fuerzas para no gritar. En la oscuridad de la habitación mirando las nubes cargadas y sin tocarse. No pasó a mayores. Antes que todo empezara, por ese comentario fuera de lugar respecto del pasado, la cosa funcionaba más o menos por los carriles normales, cada uno por su andarivel, nadando sus rutinas entre charcos. Que el baño pierde y la cocina también, luego el calefón que no calentaba y había que abrir la caliente de la cocina levemente para que saliera tibia en la ducha. No siempre Abdala, no siempre, porque decir (siempre) es mucho. Y decir (nada) es demasiado. Acumulación entonces, porque laburar gratis para esa manga de sacamocos que explotan desde las alturas de sus silencios toda vitalidad es, como mínimo, sumisión política. Abdala no tiene parámetro, ya se lo he dicho, y si esto sigue así le van a quitar lo poco que le queda. Los yonquis del café andan hablando de nuevo, no tienen la más mínima idea, se juntan para descoser y luego en pedo se vuelven a sus ratoneras. El chumbo ese que sacó el cara con granos es puro pavoneo. No se anima. La última vez que lo vi fue en la Plaza Independencia cruzando las aguas moradas. Lo alcancé y cuando me miró se puso blanco, de cagón nomás, viste como son los cagones que solo usan el pico para hablar giladas. Bueno, me vio y siguió apurando el paso hacia la vermutería, esa cheta a la que van. Yo le tiré unos rayos laser con la vista. Quilombo entre tanta gente no quería, por eso lo dejé pasar. Viste cómo es, acá.

Vigente sigue, la perpetuidad es que el cuerpo funcione aun con sus pifias. La tos es producto de años, no vamos ahora echarle la culpa a este virus que vino a poner al desnudo la situación. Acordate que los análisis le salieron mal hace tres años cuando todavía no aparecía la pandemia, acordate que ya lo sabía y se lo dijo la doctora: "usted no se encuentra en condiciones de seguir con esa vida que lleva. Lo que le sugiero es que consulte con un especialista". Pero él se alejó de esa idea y se dejó estar. Y Abdala se fue con los yonquis. No fue abandono. Fue fuga, huida, escape, evacuación del entramado del teje y maneje. La piedra que tenía en el bolsillo, esa que le robó al gordo aquella noche de calor, el gordo tirado en la cama con la cabeza envuelta en una toalla mojada, los gatos asaltando con sus miradas. Porque los gatos, el porqué de tantos gatos que nos tuvo en vilo cuando quisimos sacar la ficha de su situación lo vinimos a descubrir al final de la película. No tenía cámaras de vigilancia ni nada de eso, no era afín a la tecnología, pensaba que con las miradas de más de treinta gatos era suficiente como para tener una panorámica de los movimientos de la casa. Gatos en la entrada, en el pasillo, en la cocina, arriba de la heladera, en el baño y en las camas. En fin, treinta gatos, más las crías, podían ver más que una cámara de seguridad. Eso pensaba el chabón mientras molía merluza con la toalla en la cabeza, el ventilador prendido y esa protuberancia que le crecía cada vez más. Por eso es que la piedra que Abdala se llevó aquella noche se transformó en la piedra filosofal, la piedra en el bolsillo.

Desencanto peronista loco, desencanto se llama, basta con poner el foco en las acciones privadas, todos votamos, todos acompañamos en las fiscalizaciones en su momento, todos marchamos cuando había que marchar, y más cuando las papas queman, por eso ahora que no me vengan con la historias vírgenes. Abdala está deprimido y la Jana también, la Charo no tiene vivienda y está con los tres pendejos en la casa de su abuela que no se puede levantar hace un año, se caga encima. ¿Entendés? No tiene donde vivir la Sofi, que venía pagando la cuota sin problemas, ajustada pero sin problemas en definitiva porque le alcanzaba con el alquiler y la comida. Ahora la mayoría de los compañeros y compañeras viven en casas prestadas, otros ocupan, y ver en las fotos a los dirigentes y a las dirigentes en pose tocando timbres con almanaques cuando viven en barrios privados los jefes, te da asquete. Pasa que no lo comentan en La Matrix porque la moral de La Matrix tiene un filtro mental impuesto, la militancia de redes sociales, "haz lo correcto" diría Spike Lee. La vigilancia policial ha hecho estragos, entonces, ¿el amor vence al odio? Pero por favor... si es una consigna, una catarata de confesiones del malestar que ha llevado a los yonquis a explorar en la astrología nazi. A mirar el horóscopo cada mañana.

Ya te lo digo. Esa canción que pusiste la otra vez, esa que no me acuerdo del nombre ni la banda, esa que te sacaba las lágrimas, ¿cuál era? Creo que la pusieron en la radio cuando viajamos a la montaña, y además la tenías en la lista de spotify, esa que decía al principio:

"I thought I saw you in the battleship/ But it was only a look a like/ She was nothing but a vision trick/ Under the warning light/ She was close, close enough to be your ghost/ But my chances turned to toast/ When I asked her if I could call her your name"

No me acuerdo, no entiendo la melodía ni sé lo que dice, pero sé que te sacaba las lágrimas cuando manejabas, con la cara dura, sin un rictus de eficacia, esa, por favor, ¿la podemos poner?

Ahora todo parece volver a cero, las restricciones, la vacuna que no llega a la mayoría pero que todos desean al ver las fotos cuando se las están poniendo. "Gracias por la vacuna", con los dos deditos en ve. Pero todos y todas cagados de hambre. Sin un centavo, es mitad de marzo y ya nadie tiene un centavo. Lo que nos queda es el salvataje de las barcazas que armó el Rolfi con fibra, dice que ya las han probado en el río y andan, pechan, aun sabiendo que no llegas a ningún lado porque por más que cruces el río que baja del deshielo la trayectoria termina en el Cacique, en Bermejo, ahí es el tope. No sé bien para qué las podemos usar más que para la travesía. Es gratis, pero es ilegal. Lo gratis es ilegal. La militancia gratis es ilegal. Por eso te propongo un café caliente, que sigamos leyendo el texto del peronismo asambleario que encontramos en el libro que me mandaron de Ciccus, la experiencia de un peronismo que intente al menos escuchar lo que la gente piensa. Dejá, yo te abro la canilla así sale tibia de la ducha. Peguémonos un baño y poné esa canción.