Crónicas del subsuelo: Lo que duele

Crónicas del subsuelo: Lo que duele

Por:Marcelo Padilla

Banda de guachos camina por Avenida Rivadavia un domingo de sol. Juegan. No tiene más de 13 años el mayor, son siete u ocho pendejos merodeando las puertas de las casas viejas, metiendo las manos en los buzones, copando la ancha vereda. Son simplemente un malón de niños solos de léxicos periféricos al porteñaje insoportable. En la esquina de Acoyte un café a pleno, vidriado, transparente. Dos señoras mayores charlan y desayunan... tras el vidrio un mendigo durmiendo tapado con cartones. Esa foto no la quise sacar, no me dio. Me fui rumiando un dolor por ahí intentando alejarme del mundo, fumando un pucho, apurando el paso. La avenida de mendigos y un chino suelto, loco, mugriento y solo. Mirando al piso con la mirada perdida. Un chino en Capital Federal alistado para el ejército del descarte. Colombianos, dominicanos y esta cabrona máquina que ya se extingue, vieja, con las letras diluidas en las teclas, embocándole. Pasa. En la ciudad insoportable, en la ciudad que ni mira a las cenizas, habitantes que ni se ocupan en esconderlas bajo la alfombra. Están ahí, algunos chupando su décima birra, derrotados de toda batalla.

Me llegan los mensajes y leo algunas notas en los diarios de Mendoza. El peronismo de la derrota brama en sus entrañas, duele de lejos, duele leer las acusaciones. Pequeñas tribus de peronistas que no saben dónde ir y por desolación van aglutinándose. No importa dónde, es la desesperación de un peronismo sin rumbo. Duele verlos, vergüenza da en estos tiempos. Si el hecho maldito era el peronismo en el país burgués hoy en Mendoza es el hecho burgués en el país maldito, en la provincia maldita. Todes. Los viejos y los nuevos, los jóvenes, la esperanza a futuro, la desolación misma. A los dirigentes siempre les va bien. Una cosa es vivir para el peronismo y otra es vivir del peronismo. Que cada uno saque sus propias conclusiones. La gilada espera impaciente. La gilada no llega a fin de mes. La gilada... a la gilada ni cabida en el peronismo. Todo se hace golpe y así la guerra interna. Es simple, ganan siempre los otros. Cirujanos, operadores, y muchos mentirosos. Si no te duele... todo es estrategia y cinismo, también en nuestras filas.

En la ciudad se hace de noche, antes del atardecer recorro el barrio de los muertos en el cementerio de la Recoleta. Busco la tumba de Evita, la de la Familia Duarte. Es la más visitada. Flores rotas y gente que saca fotos a las esculturas de la oligarquía venerada. El cementerio es un orden donde van a parar los turistas. El perfume de mariguana, los oscuros rincones, el depósito de huesos mezclados en un manual de arquitectura herético. Evita universal e inmortal está una placa. La noche cae de los pisos más altos de los edificios y con ella el viento frío en una ciudad que se prepara para el gran debate sobre la despenalización del aborto. De eso sí se habla por los subtes mientras canta canciones tristes un chabón, un sábado a la noche, en el último subte del sábado a la noche. Chocolates, mendicidad, música para vivir, dormir en los bancos, en los teatros y en las puertas de los edificios. Pura basura para esta ciudad. La oscuridad del microcentro y la luminosidad de Palermo. Fácil. Gobiernan los de Palermo y los de nordelta. Gobierna el odio disfrazado de luminarias. Agosto será un mes largo, el mes de las definiciones. No sé si para el chino suelo y loco, no sé si para esos que duermen con el cartón de los restos de otros. Algo habrán encontrado esos guachos en los comederos, alguna carta habrán robado de algún buzón de bronce. La calle es áspera, la gente deambula por Plaza Miserere.