Crónicas del Subsuelo: Sed de mal

Crónicas del Subsuelo: Sed de mal

Por:Marcelo Padilla

"Todo puede ser peor", decía el mario cuando charlábamos sobre alguna situación problemática, un poco con sorna, otro con impotencia. Dejábamos discurrir las tardes mirando la villa desde el ventanal, el mario leía, releía, y abría conversaciones sobre cine. En esa escuelita se aprendía, la escuelita en un box (cubículo le dicen, también, para confundir) luego saltar al ring con "Rocco y sus hermanos" (L. Visconti), "Mamma Roma" (P. P. Pasolini) o "Sed de mal" (Orson Wells). Ayer me acordé de otra de aquellas películas que ya no se ven otrora en los ciclos que armaban los consulados, "Una giornata particolare" (E. Scola), el encuentro en Roma entre Mussolini y Hitler, el pueblo alistado en las calles romanas y esa relación entre Mastroiani y Sofía Loren en un monoblock intentando atrapar al loro que pasó de una ventana a otra. Hoy todo es Netflix y el cine tiene un balazo en el corazón. Para encontrar hay que hurguetear mucho, sobre todo ese pasado que formó a los cinéfilos de los 60 y 70, quienes abrieron luego en democracia los cineclubs. Consistió en un arrasamiento tecnológico. Igual que las redes, igual que la diaspórica sensación de omertá que incluyó el neoliberalismo de los noventa. Botes, "Muerte en Venecia" (L. Visconti) y el derrumbe de la aristocracia. Recordaba nomás. Pasó el día de la independencia, el del "amigo/enemigo" con la visita calificada de la ministra de economía real, Cristine Lagarde, pasó, pasó mientras todos festejábamos cualquier cosa. Pasó la conferencia en instagram, donde dicen que todo pasa. Pareciera pasarnos todo por arriba como aquel arrasamiento tecnológico, cuando cerraron los cines del centro luego del entierro de los cines de barrio. Violencia y sangre sin estilo, eso es Netflix, salvo, una que otra serie o película. El entretenimiento roza la mala calidad, en este caso la mala calidad de la señal de internet en la provincia. Todo anda para el culo.

En el peronismo local... la estofa, o la estufa a kerosene de la militancia en compás de espera. Los tahúres callan, las únicas que se movilizan son las mujeres y tal vez desde ahí salga algo poco mejor, o mucho mejor, no sé. El silencio dice que algo puede llegar a pasar, algo que no estemos esperando. Todos piden, todos se quejan, nadie sabe que por abajo hay caldo caliente para meter chongos demodé en formato postcandidatos. El peronismo local está diezmado pero no muerto. ¿Quiere ganar en 2019? Esa es la pregunta. Porque ganar tal vez no consista en derrotar al otro sino en acumular más ampliamente y dejar de ganar batallitas retuitiables. Que se sepa, hoy, los dos que se animan son Anabel Sagasti y Guillermo Carmona, hasta hace poco caminantes de la misma huella. Anabel es Cristina y Carmona es Rossi, pero Rossi también es Cristina. Ambos legisladores nacionales. Porque lo que es acá, en Mendoza, nadie se anima a nada. Por los intendentes digo. Aquí no tenemos dónde acurrucarnos más que entre la militancia diaspórica con la omertá perdida. Si las tribus deshechas siguen tensando la cuerda... el peronismo no gobierna por 8 años más la provincia. Esa es la sensación. En la sede de la calle San Lorenzo hace frío.

Vivimos como se puede bajo el segundo semestre del tercer año de promesas y consejos de autoayuda. Parece que pagar las boletas de gas, luz, agua, teléfono, internet, alquiler, transporte, nafta y los alimentos no constituyen un problema para el presidente burbuja y todos sus secuaces. No se hacen cargo... como estrategia. La palabra "herencia" no la inventamos nosotros pero seremos quienes la padezcamos por muchos años. Son raros. El cinismo hecho profesión también está en la plataforma. Crecer, tener fe y cagarse de hambre y frío. Con la democracia en la lengua no alcanza. Por ahora es "Sed de mal".

Falta menos.