Recorrimos la hermosa bodega de San Martín.
Visitando bodegas: Crotta y el encanto de la tradición vitivinícola
¿No te pasa que cuando ves una película que te gustó mucho, querés volver a verla? Bueno, así fue lo que nos sucedió con el recorrido por el este mendocino, quisimos ver más, mucho más.
Comenzando esta vez no por una bodega sino por un lugar mágico y exquisitamente pensado para hacer honor al culto de nuestra bebida emblemática: El Templo del Vino.
Un lugar muy luminoso, con amplios salones para conferencias, una sala de reuniones subterránea exclusiva y hasta un sala de degustaciones circular con una acústica tan linda que te van a dar más ganas de cantar ahí que en tu baño.
Siguiendo en caravana a nuestro guía David Palma (Instagram @bonardav) llegamos a una gran bodega y citando sus palabras: “Crotta es un emblema para el Este, como bodega, como familia y como industria”.
Nos remontamos a 1914 cuando José Crotta llega a la Argentina tratando de buscar un futuro mejor que el que se vislumbraba en la Europa que recién entraba en la primera guerra mundial. En 1930 es cuando comienza a gestarse la idea de una bodega propia y en la segunda generación, con Carlos Leopodo Crotta, es cuando se construye la mítica torre que se mete en tu retina desde que vas llegando y ya no podés olvidarte más que allí hay 5 piletas llenas de vino con una capacidad de 450.000 litros!!
El otoño estuvo pintando las hojas de las parras y viñedos que rodean a la bodega con esa inigualable paleta de ocres, naranjas y verdes mustios en las uvas de tipo criolla, cereza y moscatel.
Pudimos hacer un recorrido por las instalaciones donde también se envasa en damajuanas y ver los grandes tanques de almacenamiento.
Ya en la sala de cata, las viejas etiquetas junto a hermosas antigüedades y pingüinos de cerámica nos cobijaron un poco del frío para dar paso a la degustación que tanto habíamos esperado.
Empezamos con un Picnic Torrontés 2016, que es cosechado a fines de marzo y tiene un aroma floral muy intenso con coloración amarillenta con destellos verdosos. Muy fresco en el paladar y bien balanceado.
Le siguió un Picnic Malbec 2016 con tono rojo y algunos matices violáceos, aroma a fruta madura, en boca se siente mucha ciruela y suave astringencia.
Siguiendo con los tintos, vino a la mesa un Comienzos Bonarda 2016 que resultó un poco más complejo en cuanto a sabor, dejo de frutas rojas, aterciopelado y de delicados taninos, de rojo más intenso que el anterior, quedó un rato en nuestro paladar.
Volviendo a los blancos, probamos un Crotta, 50 % Chenin Blanc y 50 % Ugni Blanc, muy fresco, fácil de tomar, con aroma a frutas tropicales y acidez suave.
Finalmente, y para poner un broche de oro (reconozco que me repetí dos veces) se hizo presente el Tarde, un vino estilo tardío hecho a base de uva torrontés cosechado en el mes de abril, con una densidad que hipnotiza, de suaves tonos dorados, llegó a mi boca para quedarse y quedarse, armar una carpa y pasar la noche. Qué rico este loco lindo… ¡Quiero más!
Toda esta panzada de vinos estuvo acompañada por empanadas que la bodega se encargó de preparar para que este grupo de mujeres entusiastas de la cultura del vino (Instagram @wonderwine_mza) se sintieran mimadas al hacernos parte aunque sea por unas horas de la tradición vitivinícola de esta parte del mundo. No se pierdan la oportunidad de conocer esta bodega llena de historias, porque el “Este” también existe.
Para conocer más sobre otras bodegas entrá a:
Blog: Saludá que nos vamos
Twitter: @AndreaMzaG
Instagram: andreamzag
Fotos: Gustavo Valles