Crónicas del Subsuelo: Estimulación hidráulica

Crónicas del Subsuelo: Estimulación hidráulica

Por:Marcelo Padilla

En la vena de mazacote calientan el guiso los últimos que comen el sapo extirpado, el viaje. Útero equidistante, pentecostal gemido de una población de cepas se le sienta a los camiones en la ruta. Agua veneno, caldo negro. La teoría de los cuerpos falla. Las teorías salvajes remojadas en ácido… tal vez. Por estimulación hidráulica los bares, el veneno en la caramañola que le quedó al prócer de nuestra permanente guerra civil. Española en el Fuerte de San Carlos, alerta por los audios: bandera roja del periodismo, salvavidas de comisarios de prensa. Se le nubla la vista y cae el que sirve el último plato del guiso villero. Escaleras cayendo diez pisos. Suero de bajas calorías, suero. Mantra rumiante de mar lejano. Asisten a la bala, condecoran el arma y en el flamante velorio el tibio anís afloja las caras de los merodeantes. No hay muerto más que el que espera en el sillón la próxima jugada, mala jugada de trocadores ministeriales. Sean cocineros, sean soldados, tendrán su justo funeral. Grave saludo del penitente aterido que sale a caminar por la tundra maldita a fumar su penúltimo tabaco. Los Médici se distraen en la lujuria antinuclear. Quizá sea la despedida apresurada de las copas filmando días de agonía. Cruje el renacimiento pero el vals continúa, los bailarines mecen en la alfombra, acompañan el mareo de las arañas bohemias. El cristal y la etiqueta, el barniz de una decadencia líquida que no desaparece: la administración de los principados, las apuestas, la soledad de las logias, el betún de los negros en la custodia sonámbula. La mendicidad de las capillas, el pillaje monitoreado por video vigilancia. Qué placer siente el voyeur que comanda el turno mal pagado? Quién es el que lee el mensaje ante la peonada?

En la vena de mazacote queman los troncos de los almendros secos. Explotan los carozos, arden hojas y ramas en el otoño. Se ahorra, administra, se apaga. La sumisión es holgada en los brazos estirados, barren las calles, repasan las veredas de pan, los últimos que sirven en la vena instalan cuerpos tarifados en el mercado con la frialdad de ánimo en entierro civil. Las curaciones médicas no alcanzan, las señoras de negro encaje lloran y entonan la melodía del trasvasamiento inexorable. No es sintonía de lo posible en la política subsuelar de los microclimas. Planea el pájaro y fija un destino de nido en el espejo que frenará a las bandadas, anticipando la estrategia, liberando los bosques, quemando las hojas escritas con las plumas hermanas. Traquetean los carruajes de la caravana que unirá las costas para despejar el camino gitano. El vapor de los éxodos industriales en los barcos navegando por la vena de mazacote obtura la posibilidad. Maldice el camino el brujo, escupe metro a metro. Es la baba del ácido, flema para fuego que riega la irrespirable jornada entenebrada.